Desde el Sur

El aljibe

El aljibe

Mayo 09, 2023 / Por Márcia Batista Ramos

“No hay certeza de que todos fracasaran.

Sí hay certeza de que quedó de ellos un solemne cementerio.”

Ewa Lipska

 

En el tiempo en que las personas vivían en casas, no en departamentos, algunas casas tenían un aljibe en el patio para recolectar el agua de la lluvia. Desde mi temprana niñez siempre fui a visitarla en su casa y me gustaba mirar el aljibe, me causaba mucha curiosidad porque me hice la idea de que no contenía agua de lluvia, que era un aljibe especial que guardaba lágrimas. Sin atreverme a pronunciar preguntas, yo me enredaba silenciosa en mis interrogantes: ¿Quién lloró tanto? ¿O serán las lágrimas de todo el mundo? ¿Cómo canalizaron las lágrimas hacia el aljibe? Como existen ciertas cosas que posan sobre nuestra mente, sin pedir permiso, con el pasar del tiempo tuve la convicción de que era un aljibe que almacenaba lágrimas, lo que me hizo visitar más a menudo a la dueña de casa para tratar de conseguir alguna información al respecto. Esas visitas nos unieron demasiado. Ella vio como yo crecía, mientras yo la veía envejecer hasta volverse transparente.

Como nadie puede estar seguro de nada, porque el intríngulis de la vida es sorpresivo, un día cualquiera, después de su muerte, estuve mirando al patio vacío y la vi apoyada en el aljibe, justo allí en medio del patio. Se contenía y no suspiraba. Apenas se dejaba estar. Ella sabía que la muerte llegaría y la muerte llegó vaciando la casa, disminuyendo los quehaceres domésticos y dejando muchas horas para dedicarse a las plegarias. Si ella hubiese leído a Marguerite Yourcenar, habría podido decir: “Fueron regalos tardíos que nadie pudo bendecir.” Pero sus lecturas eran otras: el libro azul de tapa dura con letras doradas donde se advertía la palabra Leibniz. Otros libros igualmente voluminosos la entretenían: Arquímedes, Copérnico, Aristóteles, Newton, Descartes. Seguramente buscaba respuestas para la tonta vida o para la certera muerte. Nunca sabemos qué cosas las personas guardan en su mente, qué les inquieta, qué les calma…

Cuando la vi apoyada en el aljibe, me acerqué despacio, temiendo que desapareciera o se sorprendiera por ser vista, ahora que ya no estaba, pero ella me miró fijamente y habló:

—Qué bueno que aún me visites. Ahora que todos se fueron. La casa está más silenciosa. Es más fría. No hay sentido en permanecer en ella. Pero el sinsentido es lo que puebla la existencia cuando uno es y, asimismo, cuando uno deja de ser. No nos alejamos de nuestros defectos y de nuestras pocas virtudes.

—¿Cómo estás? —pregunté.

—Estoy aquí, aprendiendo que no somos de barro, que somos seres de ideas y mediante ellas, nos hacemos eternos.

—¿Ahora eres eterna?

—¡No lo sé! Apenas sé que ahora soy pensamiento, sentimiento e ideas. Soy recuerdos… Eso me hace percibirme como un ser infinito. De alguna manera, eterna —dijo y sonrió.

Agaché un poco la mirada y le dije a quemarropa:

—Escuché que van a demoler la casa y el aljibe para hacer un edificio. Me apena.

—Herencias, herencieros… Habiendo de morir todo nos sobra. ¡No importa! Después que derriben todo, la casa y el aljibe seguirán suspendidos en el aire y podré disfrutarlo como antes, como ahora, como siempre. Porque no somos de barro, no nos deshacemos, apenas seguimos de otra manera y nuestros trozos de mundo permanecen para nosotros. El aljibe en medio del patio, para mí, equivale a un monumento en el centro de una plaza. Está ahí desde que hicieron la casa, pintado de blanco, recordando una pureza olvidada. El aljibe almacena agua de la lluvia, secretos y lágrimas, por eso seguirá suspendido en el aire. Y yo me apoyaré en él siempre.

—¿Eternamente?

—Eternamente…

 

Márcia Batista Ramos

Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).

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