Ensayo

Elegir ser una Sailor Scout

Elegir ser una Sailor Scout

Agosto 08, 2023 / Por Fernando Percino

Para Brenda, con todo mi amor y memoria

 

A Sailor Moon hay que verle con los ojos del corazón para disfrutar al máximo su experiencia o sus múltiples experiencias: la narrativa, la visual y la musical; es un producto de entretenimiento que exige ser contemplado desde diferentes enfoques. Pedirle perfección resulta imposible, aunque en varios de sus defectos habita mucho encanto y a veces uno no sabe si se trata de humor involuntario o un humor ingeniosamente incrustado, porque si hay algo que me gusta bastante de Sailor Moon es precisamente su comedia, lo cual considero su mayor talento. Y si voy a platicarles sobre esta franquicia tan memorable de Japón, me limitaré a su versión del ánime de los años noventa, que me parece la mejor de todas las que existen, incluso mejor que el manga original de Naoko Takeuchi, quien en alguna entrevista admitió que se inspiró en los Powers Rangers para crear a sus heroínas.

A estas alturas, el tema ya se ha tratado en diferentes espacios y diferentes voces han expresado los puntos más notorios de la serie animada, quizá serían estos y me gustaría revisitarlos para quienes los identifiquen por primera vez:

  1. Su notable desarrollo de personajes, es decir, chicas que van transitando de la juventud a la madurez pasando por dolorosos procesos de adaptación en los que se inmiscuye la pérdida, la decepción amorosa y la búsqueda de una identidad propia. Sailor Moon tiene una protagonista, que en la versión latina conocimos como Serena Sukino (Usagi en el original). Ella es una niña de secundaria, floja, que se equivoca mucho y enamoradiza. Le duele y padece convertirse en una heroína que tiene la responsabilidad de salvar al planeta entero de fuerzas demoniacas que a veces provienen del pasado, otras del futuro, algunas más de otros planetas. En sí, Serena y cada una de las Sailor Scouts tienen que lidiar con entidades monstruosas, algunas tan bien diseñadas que parecen extraídas de una película de culto como El Exorcista. Además de eso, tienen que hacer frente a sus problemas personales: temas de escuela, orfandad o el hecho de no gozar la vida simple de una estudiante de Tokio. Ver el crecimiento de cada una de ellas a lo largo de las cinco temporadas que dura la serie y acompañarlas al enfrentar a las villanas finales, ya con un carácter curtido por la experiencia, es todo un deleite, porque uno mismo siente que ha crecido con ellas. Sailor Moon es muy extensa: chutarse los 200 capítulos, más las películas que están conectadas a ese arco argumental requiere de paciencia y esmero.
  2. El empoderamiento femenino desde una caricatura de los noventa. Las mujeres de Sailor Moon son enamoradizas, sueñan con casarse y tener hijos, pero pocas veces los hombres son los protagonistas de los capítulos: son menos fuertes que las mujeres e inmaduros, son superables. Incluso cuando alguna de ellas, como Júpiter o Venus, sufren decepciones amorosas, encuentran su redención en el amor propio y en sus valores como heroínas. Venus, al ser el planeta del amor, carga con una maldición: la de nunca encontrar pareja, o al menos un amor correspondido, y aun así resulta una chica carismática, con gran sentido del humor, muchos la consideran la líder del grupo; además posee un carácter entrañable por su enorme sentido de amistad. Ver a mujeres realizadas, pero al mismo tiempo tan humanas y vulnerables, renacer de su dolor fue una experiencia formativa, pero también artística, me mostró los alcances de una caricatura que se vendía para niñas, pero que en realidad los varones disfrutábamos mucho.
  3. La visibilidad de la comunidad LGBT con amplio descaro y desfachatez, pero con una enorme naturalidad narrativa. Conocimos a dos lesbianas, como Haruka y Michiru, que eran una pareja a todas luces y nunca escuché a algún infante o adulto incomodarse por eso. Las herederas de los planetas Urano y Neptuno, respectivamente, eran las más maduras del grupo, junto con Plutón, y daban cátedras de libertad no sólo en cómo se comportaban, también en cómo se vestían. Urano muchas veces nos confundió haciéndonos creer que era hombre, porque usaba el uniforme escolar de los varones, otras veces usaba atuendos muy femeninos haciéndonos saber que ella vestía como se le pegara la gana. En Estados Unidos, el doblaje del ánime les hizo decir que Haruka y Michiru eran primas. ¿Quién iba a pensar tanta mojigatería en la cultura gringa, que tanto progresismo presume? Algo así también pasó en México con el villano Zoisite, quien en el manga es un hombre enamorado de uno de sus compañeros. En nuestro país a este antagónico lo doblaron al español como un personaje femenino. Con todo y ese tipo de censuras, el mensaje de amor sin importar género queda claro en todo momento y es algo para celebrar

Podría seguir mencionando rasgos notables que aportó Sailor Moon a más de una generación de televidentes, pero me parece que esos tres son los más reseñados por la crítica.

¿En qué momento de mi edad adulta, a los 42 años, decidí hacer un maratón para ver los 200 capítulos de la serie, más las películas, más la reciente versión Crystal? Alguien a quien quise murió hace algunos años y era fan de la serie, pero yo también en mi infancia de los noventa veía con asombro Sailor Moon, después de Caballeros del Zodíaco (otros de los grandes ánimes de la época), en el canal 13 y realmente me gustaba mucho. Desde luego, volver a ver la serie, ahora en su totalidad, era un tributo y una manera de recordar a mi difunta. Lo he padecido y lo he gozado. Lloré mucho cuando Netflyte se sacrificó por Molly, después que él era un patán, ella creyó en la bondad que había en él. Al final, la muerte y el sacrificio impidieron que estuviesen juntos una vez que se descubrieron enamorados uno del otro. Lloré con los sacrificios de las Sailor Scouts en varios cierres de temporada. Lloré cuando vi el último capítulo de la serie porque me estaba despidiendo de la serie animada que más he amado en la vida. Pero fueron más las veces que reí, con los chistes de Venus, con la forma de regañar de Rei (Sailor Marte) a Serena (Sailor Moon), me carcajeé con las tonteras de la protagonista en su afán de ser tan enamoradiza, torpe, ingenua. Sobre todo aprendí querer a cada sailor, porque ninguna sobra y cada una es memorable: el carácter férreo de Marte, la disciplina de Júpiter, el amor por el estudio de Mercurio, la bondad y alegría de Venus, lo fuerte de Sailor Moon; luego están las sailors del espacio exterior: lo imponente que es Urano, lo bella y artística que es Neptuno y la solitaria Plutón. No voy a dejar pasar a mi dolor de muelas, que fue Chibi Moon, muchas veces la odié pero entendí que es un personaje caprichoso por todas las rupturas emocionales que carga a tan corta edad.

Sailor Moon juega de manera ejemplar con los saltos temporales. A veces regresa al pasado, otras viaja al futuro, otras veces la maldad a vencer proviene del espacio exterior. Quizá con ello nos esté diciendo que somos la suma de las recuerdos, de nuestra herencia, que debemos enfrentar al presente con alegría y superar el dolor, también que el futuro siempre es inexacto pero cuando lleguemos a él, será en buena medida el resultado de nuestro carácter.

Fernando Percino

Es mexicano y nació en algún momento de los años ochenta; además es licenciado en Administración Pública por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Publicó cuentos en el suplemento cultural *Catedral* del diario *Síntesis*, la novela *Velvet Cabaret* (2015), el libro de cuentos *Lucina* (2016), el libro de crónicas *Diarios de Teca* (2016) y la novela breve *Volk* (2018). Fue miembro del consejo editorial de las revistas: *Chido BUAP* y *Vanguardia: Todas las expresiones*. Fue funcionario público. Actualmente es chofer de UBER y estandupero ocasional.

Fernando Percino
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