Ensayo

Epifanías distantes

Epifanías distantes

Octubre 31, 2023 / Por Jorge Escamilla Udave

Portada: Christy Lee Rogers, Black Moon, tomado de The Eye of Photography

 

Con una portada que reproduce el cuadro Reckless Unbound, de la artista Christy Lee, (Let There Be Art Galery), Textofilia Ediciones, dentro de su colección Lumía, lanzó en 2015 el primer volumen de cuentos de Marco Julio Robles Santoyo (Puebla, 1983) con el disímbolo título Diario camaleón. Nosotros lo encontramos recientemente en una librería, en el estante donde, por indefinibles razones, quedan libros varados como en el cementerio de lo inservible, hasta que vuelven a la vida abriendo la posibilidad de un reencuentro con el lector.

Luego de su lectura, intrigados, nos dispusimos a indagar sobre los datos del autor hasta hace poco desconocido para nosotros. Nos enteramos de sus colaboraciones en varios medios y su paso por el posgrado de Filosofía de la UNAM. Sobre su libro, sabemos, derivó un seminario impartido en el País Vasco (en Vitoria) y no dejamos de sorprendernos por lo controversial de su contenido, que aquí comenzamos a explorar. De entrada, se revelaron lo que consideran coincidencias narrativas recalcada machaconamente por sus panegíricos reseñistas; lo que a nuestra vista pasan como supuestas influencias narrativas que aspiran amplios vuelos al compararse con Raymond Carver e Inés Arredondo —que, por cierto, con falsa humildad el autor niega en sus entrevistas— nosotros distinguimos un rasgo principal en el tono adoptado de personajes con preferencias sexuales. Ahí identificamos a Luis Zapata recordando a El vampiro de la colonia Roma, cuidando las distancias sobre todo las temporales, pues Zapata inaugura un tiempo con estilo narrativo propio.

De entrada, nos sorprende su amplia acogida, según se colige de las entrevistas que revisamos en la red y por las elogiosas palabras de Ana García Bergua, quien precisamente lo compara con Carver y Arredondo. Ella, junto a Gregorio Cervantes, lo presentaron en la Feria del Libro de Minería (2016). Estamos ante un extraño fenómeno de literatura que, sin evitar deslizarnos en el prejuicio de los temas escabrosos, son de morboso interés profano, algo que no logramos explicar debido a nuestra inexperiencia de gustos literarios y, sobre todo, al encontrarlo varado en el estante de cinco pesos, lo que lleva a pensar que el lector y dueño del libro se cansó de los cantos de sirenas de su presentación inaugural. ¿Será que pasada la efervescencia del tipo de Alka-Selzer, haya dejado simples piélagos del alma en el fondo del vaso de la sorpresa?

A gusto nuestro, remite a Reynaldo Arenas, quien retrata su vida en Cuba donde ser homosexual se compara con un delito frente a las aspiraciones revolucionarias que la condenaron, pero no cabe compararlo con la violencia que vive nuestro país, argumentos con los que justifica Robles su inclinación temática. El autor parece obedecer al aforismo de Max von Sydow: “tú no escoges las cosas en que crees, ellas te escogen a ti”; y Robles lo hace ley al decretar, desde la voz de su personaje: “la religión transforma”, en el último relato, que otorga título al libro.

Sobre este presupuesto hicimos la lectura, ya con los reflectores apagados y reducido su contenido al estante del olvido. Partamos de ahí, con la ventaja de las distantes alfombras rojas y a unos años de su debut, frente a sus contenidos que se ofrecen de forma llana y sin afeites de ninguna clase. Hacemos constar que esta declaración de lector nos coloca al desnudo, a merced del escritor desconocido, puesto que las impresiones que dejó en nuestro talante sus denominadas narraciones breves resultan previas a la curiosidad por saber de quién se trataba. Esto bien pudiera opacar una opinión que cualquiera, con justa razón, podrá calificar como desfavorable, aunque viniendo de quien viene puede que suene oprobiosa. En el fondo pensamos que otros coincidieron con nuestra opinión, pero callaron por miedo a ser irrespetuosos, fingiendo falsa admiración, pero sobre todo por la inconveniencia de figurar como políticamente incorrectos.

Antes de continuar nuestras reflexiones de lector, lanzamos una pregunta obligada: con el paso del tiempo, ¿un libro pierde vigencia o adquiere diferente presencia? Y nos contestamos que todo está en cómo se lea: si como novedad o como simple hallazgo. Lo más evidente es la posición desde su ángulo de filósofo, que permea en sus narraciones, puesto que lo vuelve enfático en todos sus personajes, aunque tienen su propia licencia exceden todo canon del pensamiento cotidiano en personas comunes y corrientes que también exceden a tocar temas existenciales; nosotros lo apreciamos como densas elucubraciones dictadas por la reflexión filosófica del autor. Permítasenos una digresión comparándola con la novela Si al atardecer llegara el mensajero, de Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947), donde es comprensible el motivo de la reflexión filosófica, pues el personaje en la trama se enfrenta a un experimento que Dios le concede realizar bajando del cielo de nueva cuenta a la tierra para desterrar un sentido de verdad que los hombres poseen y no les permite disfrutar de la vida: la certeza de conocer la fecha de su muerte. Aquí sí son comprensibles las reflexiones existenciales, no así con las narraciones breves de Robles. Puesto que al finalizar la lectura nos enfrenta al desconcierto al no alcanzar a comprender el sentido de la mayoría de sus breves relatos. En conclusión, se trata de un libro que no está obligado a conquistarnos con la mayoría de sus historias, ya que sabemos se trata de una suerte de alquimia identificarnos con ciertos personajes y su trama.

Repetimos, los autores no están obligados a seducir al lector con cada uno de sus relatos, no por ello se trata de un desacierto, sobre todo si se escribe por inspiración y no por complacencia, quien lo haga así, piensa entonces en el betseller. Aunque debemos reconocer que influyen otros factores propios del lector: sensibilidad, la formación e información académica expresados como gustos propios.

Estamos ciertos que las historias que dan apertura suelen evitar la crudeza, evitando quizá predisponer al lector. Aquí, sin embargo, nos parece que es el acto propiciatorio y línea transgresora hacia el purgatorio, terreno del que no se conoce retorno pues es premonitorio de la muerte. Así lo sentimos desde el relato inicial titulado “El rastro”. Para continuar inmediatamente en “Oficio de quijotes”, donde el sentimiento entre dos hombres solidarios en los movimientos de resistencia estudiantil es roto por la intromisión de la figura femenina, a quien al parecer se le concede la nefasta carga de esquirol sentimental, y en el corazón de quien recibe el rechazo, la revelación de la desilusión amorosa. En “Retrovisor” nos parece recordar que la vida moderna transcurre en medio del tráfico, donde las horas significan la pérdida de identidad y con ello las oportunidades se pulverizan; entonces la muerte al volante puede ser la alternativa para terminar con la monótona existencia. En “Bajo llave”, la memoria y los recuerdos hacen martirio en el alma de una mujer mayor que pierde la brújula y, entre el hogar y el jardín, el cristal de la puerta es el umbral que separa la cordura de la locura; mantenerla bajo llave no siempre es la solución deseada. A nuestra consideración, el mejor relato es “Nudo ciego”, donde conjuga amor, superchería y antiquísimas prácticas “brujeriles” con el objetivo de lograr atrapar al ser amado más allá de la muerte y asegurar que sea una eterna presencia el espíritu atrapado por el hechizo. Lo único incomodo del relato es el machacón deseo de ganarse simpatías en las relaciones entre el mismo sexo. Creación e inspiración se inclinan a la evidente promoción de las relaciones diferentes.

Se hace más evidente en el relato titulado “Puertas”, donde un matrimonio se enfrenta a las preferencias de su hijo que acompaña a su padre a las actividades del aserradero. Los trabajadores son el motivo principal de las diferencias y por supuesto de las preferencias, que son vistas con recelo. Finalmente, clausurar todo contacto parece ser la mejor solución o eso parece. Con el siguiente relato, “Carreteras”, vuelve a la impotencia de los hijos que ven declinar a los padres y sus miedos los laceran describiendo a esperpentos y las carreteras son lo único que separa de la inevitable verdad. En “La luna es una piedra solitaria” nos ofrece un atisbo al derrumbe matrimonial que no supera la promesa inicial de negarse a concebir hijos, por lo demás se vuelca en un relato de crudo sentimentalismo que ofrece la entrada al relato más largo o menos breve de los que sus reseñistas anuncian, siendo, como ya se dijo, el título con el que decidieron bautizar al libro y del que parece cerrar con un extravío en la línea narrativa. Pero ya entrados en hacer de la locura un tema, contemplamos el antinatural fenómeno de una crisálida transformarse en mujer. Estamos ante relatos de locura extrema a las que se recomienda leer desprovistos de todo prejuicio... Nosotros preferimos la reflexión antes de volver la vista hacia atrás y terminar como estatuas de sal.

Jorge Escamilla Udave

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