Ensayo
Mayo 16, 2023 / Por Gregorio Cervantes Mejía
Toda muerte es una fractura.
Más cuando nos toma desprevenidos.
Hace diez días recibí la noticia de que Ismael Ledesma había sido hospitalizado por una hemorragia intestinal. Y en los días siguientes, las noticias apuntaban a un estado delicado por estable. Nada que hiciera prever su fallecimiento, ocurrido ayer por la tarde.
Desde que asumí la coordinación de este espacio, hablaba con Ismael cada semana. En ocasiones un poco más. No sólo por lo relacionado con sus colaboraciones, sino también para recordar anécdotas, alguna que otra noticia, recuerdos personales (casi siempre suyos).
Hombre inquieto, inquisitivo, seguramente incómodo en su momento para más de uno, a Ismael se le daba bien fundar. Y aquí viene a mi memoria un pasaje de Los pasos perdidos de Alejo Carpentier que hoy parafraseo, en lugar de citarlo: “fundar” es un verbo que en esta época nos está negado casi a la mayoría. Es poco frecuente que alguien sea un fundador, porque prácticamente todo ya está hecho.
Sin embargo, Ismael fundó una escuela (ahora facultad): la de Biología, en la BUAP. Y un suplemento, Tiempos de reflexión, a principios de la década de los noventa, junto con Jesús Bonilla —fallecido hace exactamente dos años; extraña coincidencia, como si los dos amigos hubieran quedado de acuerdo en alcanzarse—. Y posteriormente, este espacio, Consultario, en donde el padre Ubú (ese dictadorzuelo concebido por Alfred Jarry) tuvo su espacio desde el primer día.
No puedo ufanarme de una gran amistado con Ismael Ledesma. Nos tratamos poco y con largos intervalos de ausencia. Quiero suponer que, a pesar de ello, había un aprecio correspondido.
Con el tiempo, además de las esporádicas convivencias personales (donde siempre tenía la impresión de que me faltaba mucho por aprender), descubrí otras facetas de Ismael: la del investigador riguroso, apasionado entre otros temas por la historia de su propia disciplina: la Biología, y apasionado también por la filosofía de la ciencia. No es desconocido para muchos (él mismo lo expresó incontables veces dentro de sus colaboraciones) que la filosofía había sido una de sus vocaciones paralelas, que integró siempre a su trabajo científico.
Así como ocurrió también con su militancia política: militante durante su juventud del Partido Comunista mexicano, siguió fiel a sus principios de izquierda, como puede observarse en muchas de sus colaboraciones en este espacio.
Desconozco si aún sea frecuente encontrar casos como el suyo: académicos que puedan integrar campos tan aparentemente diferentes como las ciencias exactas, las humanidades y la militancia política.
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