Ensayo
Julio 11, 2023 / Por Julieta Virginia Cuevas Maya
Introducción
Emma, la protagonista de la famosa novela Madame Bovary, de Gustave Flaubert, es una mujer que vive una vida ilusoria como consecuencia de leer innumerables novelas románticas, lo que la lleva a cometer actos que la afectan tanto a ella como a las personas que la rodean, en especial a su familia. Emma sufre porque es adúltera, miente, roba y, finalmente, se suicida (Llosa, 2015, p. 43). Pero ¿qué la lleva a cometer todos estos actos?
Es verdad que Emma es una mujer que, tal vez y debido a un exceso de literatura, ha evadido su realidad, pero también podríamos pensar que Emma es una mujer a la cual el psicoanalista Sigmund Freud podría haber diagnosticado con una neurosis histérica si hubiera tenido la oportunidad de tratarla, y ahora en nuestros días el diagnóstico hubiera sido un cuadro depresivo. Pero más allá de clasificarla en alguna modalidad del DSM 5 habría que preguntarnos: ¿Por qué Emma termina en manía y cometiendo suicidio? ¿Era una mujer eternamente insatisfecha? ¿O simplemente era una mujer en depresión que fue cayendo en las garras de la melancolía y el delirio? El objetivo de este ensayo es tratar de explicar cómo es que la depresión melancólica puede ser la causa del comportamiento de Emma y cómo esta melancolía la lleva a actuar de forma desenfrenada, llevándola al suicidio.
Emma es una mujer casada, sin embargo está en un matrimonio en el que no es feliz, vive en un pueblo donde tampoco lo es, está rodeada de gente que tampoco le aporta algo. Entonces la única manera que tiene de evadir su realidad es a través de la literatura, de las tantas novelas de amor que lee con ahínco, esto nos podría parecer irreal y hasta podría parecer que es una locura, pero como bien lo menciona Bartra: “los hombres naturales están demasiado ocupados en las tareas básicas de sobrevivencia como para fantasear o delirar. El peligro de la locura acecha a los hombres civilizados que tienen tiempo para pensar” (Bartra, 2018, p. 42), así que Emma, en su melancólica locura, piensa en las posibilidades que podría tener si saliera de todo lo que no la hace feliz, teniendo todo lo que ella anhela, comparándose con las protagonistas de su literatura, evadiéndose de la realidad, escindiéndose —dirían los psicólogos de ahora—: “la melancolía, en su forma hipocondríaca parece la mejor explicación de las increíbles fantasías, alucinaciones y delirios que se apoderan de la mente trastornada” (Bartra, 2018, p. 53). Emma, más allá de ser una mujer infiel, frívola e insatisfecha como la han tachado, y más allá de si tanta literatura la ha influenciado a actuar así, es una mujer que está a merced de sus pasiones, pasiones que cualquier ser humano tiene pero que cuando se combinan con cuadros de depresión y melancolía, terminan en una autoaniquilación.
Melancolía
En la Grecia antigua ya se empezaban a gestar teorías para explicar por qué somos como somos y actuamos de la manera en que lo hacemos. Hipócrates decía que el cuerpo humano se componía de cuatro sustancias básicas o cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, pero fue Galeno de Pérgamo, filósofo griego, quién ahondó en el tema de estos cuatro humores con el fin de entender el temperamento de las personas y su personalidad. Entonces destacó que las personas melancólicas tienen en el cuerpo un exceso de bilis negra y esto los convierte en personas apagadas, desganadas y con tendencia a la tristeza. De hecho, la palabra melancolía significa: bilis negra. “La melancolía ha recibido el nombre de la causa material, de la enfermedad, que como observa Bruel, es bilis negra” (Burton, 1998). Las perturbaciones de la mente se atribuyen a esta bilis negra. Al respecto, Ruth Padel nos dice:
En los seres humanos la sangre contribuye en gran medida […] a la inteligencia. Cuando la bilis se mueve y entra en las venas y la sangre, agita la sangre, cambiando su consistencia y movimiento, calentándola. La sangre calienta el resto del cuerpo. El paciente pierde su juicio y ya no es él mismo […] los pacientes con phrenîtis están trastornados, como los melancólicos, que también se vuelven paránooi [delirantes]- algunos enloquecen [máinontaí] - cuando su sangre se contamina con bilis y flema. (Padel, 2005, p. 90)
Observamos que desde la antigüedad la melancolía ya estaba en el ojo de los eruditos y ha sido clasificada como un tipo de locura desde siempre. En las tragedias griegas, por ejemplo, el pobre Áyax es castigado por la diosa Atenea con un lapso de locura donde, en un desvarío, mata corderos y bueyes creyendo matar a los Atridas. Al volver en sí, deshonrado y melancólico, decide suicidarse. Los griegos pensaban que esa falta de phren lleva a la locura y a realizar actos “insensatos”, son sujetos aquejados de “desorden del espíritu”, como les llama Michel Foucault, quien en Historia de la locura en la época clásica nos ofrece una clasificación de la locura, en la cual, la melancolía juega un papel preponderante y, dentro de la clasificación que hace de esta, nos dice que:
Las mujeres que por su naturaleza son poco accesibles a la melancolía, presentan síntomas más graves cuando son atacadas por ella. Son tratadas con mayor crueldad y más violentamente trastornadas por ella, porque siendo la melancolía más opuesta a su temperamento, las aleja más de su constitución natural. (Foucault, 2020, p. 409)
Emma y su locura melancólica
La melancolía, de acuerdo con Freud, implica un duelo continuo. Emma pierde a sus amantes, pierde al objeto, diría Freud, entonces “sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él” (Espinosa. A, 2017 p.18), porque al perder a sus amantes pierde sus ilusiones y delirios, pierde una parte de ella misma aunque no esté consciente de ello, lo que la lleva a sumirse en una tristeza cada vez más profunda sin que ella y los que la rodean se den cuenta. Comienza a tener destellos melancólicos depresivos desde recién casada, ya que se da cuenta que no es feliz en su matrimonio. Se deprime, abandona poco a poco lo que antes le gustaba, ella quiere algo más que su esposo no le puede proporcionar, comienza a sentir añoranza de los pocos momentos que la llenan de felicidad:
Y poco a poco, las fisonomías se fueron confundiendo en su memoria [… ] algunos detalles se le borraron, pero le quedó la añoranza […] abandonó la música ¿para qué tocar? ¿quién la escucharía? […] dejó en el armario las carpetas de dibujo y el bordado ¿para qué? ¿para qué? […] y se quedaba viendo caer la lluvia. ¡Qué triste se ponía los domingos cuando tocaban a vísperas! (Flaubert, 2012 p.210)
Emma es una mujer que siempre está buscando desesperadamente el amor, no se resigna a vivir sin este y, al no encontrar el amor verdadero como ella lo ha añorado y soñado, ya sea en la realidad o a través de sus novelas, se deprime poco a poco, comienza a nacer en ella una melancolía propia de los amorosos, en donde el alma no encuentra resignación. En el discurso del Fedro, Sócrates nos habla de esa afección llamada amor y nos da un panorama de lo que sufre el alma cuando no está con el objeto que ama:
Cuando está separada del objeto amado, el fastidio la consume […] el amante no quiere separarse de la persona que ama, porque nada le es más precioso que este objeto tan bello: hermano, amigos, todo lo olvida; consciente ser esclavo y adormecerse […] y si adora al que posee la belleza es porque sólo en él encuentra alivio a los tormentos que sufre. (Platón, 2012, p. 656)
Así que Emma se suma en cuadros melancólicos constantes. “La depresión melancólica es un duelo patológico” (Padel, 2005, p. 92), en palabras de Montesinos: “Si el amor es genio, o genialidad, y si ésta es con la muerte el caldo de cultivo de la melancolía, entonces habrán de coincidir, necesariamente, el amor y la melancolía” (Montesinos, 2014, p. 1167).
Freud nos dice que el melancólico hace un duelo extendido. Enfatiza que en el duelo la libido se vuelve al yo, es como un proceso de locura transitoria. La falta de interés vuelve sobre el yo, casi en un sentido narcisista como lo vemos en Emma, ya que sólo se preocupa por ella. Deja de lado incluso a su propia hija, preocupándose por procurarse a ella misma lo que ha soñado en esa escisión mental:
Emma quiere gozar [… ] y quiere, además rodear su vida de elementos superfluos y gratos […] quiere conocer otros mundos, otras gentes, no acepta que su vida transcurra hasta el fin dentro del horizonte obtuso de Yonville […] quiero que mi vida se realice plena y total aquí y ahora. (Llosa, 2015, p. 93)
Agravamiento de la melancolía
Emma entra en una total desmesura al final de la novela. Percibe las consecuencias que se le vendrán encima y entonces comienza, en palabras de Saraí Santos, un “agravamiento de la melancolía”. “El melancólico puede venirse abajo por pequeños detalles que lo trastornen: su grandeza física y mental es también debilidad física y mental” (Montesinos, 2014, p. 346). Emma entra en esta especie de locura desenfrenada, con un comportamiento frenético que tiene que ver con estar más allá de sí misma, un tipo de comportamiento desmesurado, una sinrazón —como la llamaría Foucault— que la lleva a entrar en una angustia terrible, tal vez una angustia de culpa. En palabras de Kierkegaard: “la culpabilidad del que se hace culpable en medio de la angustia es ambigua a más no poder. La angustia es una impotencia femenina en la que se desvanece la libertad” (Kierkegaard, 2006, p. 298). Y justamente Emma ve que no ha tenido libertad y no encuentra un propósito para seguir existiendo; toma la decisión trágica de suicidarse. Tal vez piensa que la muerte es un tipo de resignación porque ya no hay más que destruir dentro de sí misma, como dice Albert Camus en El mito de Sísifo: “Morir voluntariamente supone que hemos reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter ridículo de esta costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento” (Camus, 1995, p. 11).
Conclusiones
Emma Bovary es una mujer anacrónica, debido a que no encaja con el mundo que la rodea. Aspira a ser una mujer diferente a las de su época, una mujer que podría darse los lujos y el amor que tanto lee en sus lecturas. Se enamora locamente de Rodolphe y, en un acto subversivo no propio de las mujeres de su época, decide abandonarse a sus pasiones e incluso piensa que puede dejar todo atrás para irse con él. Quiere fugarse de la monotonía que la atrapa cada día, buscar la tan anhelada felicidad que sabe que las protagonistas de sus novelas siempre alcanzan. Sin embargo, Rodolphe se arrepiente y decide irse solo. Emma queda sumida en una profunda melancolía, dejando su mundo pobre y vacío, con una extrema falta de interés hacia todo lo que la rodea. Entra en un duelo melancólico, porque la melancolía, al igual que el duelo, es una reacción frente al objeto perdido. En palabras de Freud: “la melancolía […] puede ser reacción frente a la pérdida de un objeto amado […] el objeto no está realmente muerto, pero se perdió como objeto de amor” (Freud, 1992 p. 243).
Aunque aparentemente comienza a recobrarse con el tiempo, Emma no lo consigue del todo, “había adoptado una actitud de resignación, una indulgencia universal” (Flaubert, 2012 p. 714). No obstante, cuando se encuentra con Leon, en Emma resurgen las pasiones que sólo el que busca desesperadamente el amor y la felicidad sabe que existen. Por un instante, Emma se da cuenta que puede volver a intentar ser feliz, pero como lo dice Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura “cuanto más perfecto es el amor, la locura es mayor y la felicidad más sensible”. Y vaya que es sensible, porque Emma vuelve a su característica melancolía que la hace comenzar a autoaniquilarse, comienza a hastiarse de Leon “ahora sentía un cansancio incesante y total […] todo incluso ella misma, le era insoportable” (Flaubert, 2012 p. 968). En la melancolía “se urde una multitud de batallas parciales por el objeto; en ellas se enfrentan el amor y el odio”, nos dice Freud.
Emma sufre de esa ambivalencia entre amor y odio, clásica del melancólico, y en cada etapa de melancolía sufre ataques de manía en los cuales se endeuda de manera tal que llega a un punto en que ya no puede pagar. “La peculiaridad más notable de la melancolía, y la más menesterosa de esclarecimiento, es su tendencia de volverse del revés en la manía” (Freud, 1992 p. 250).
Emma es una mujer que comienza a ser melancólica casi inmediatamente después de casarse, al darse cuenta que no es feliz. Se arriesga a buscar la felicidad a través de amores pasionales con los que trata de redimir su profunda tristeza, como intentando buscar una curación a esta. Pero a pesar de todo, no lo logra. Finalmente, y en un ataque de manía y delirio, decide abandonarse a la muerte porque, para Emma, morir tiene más sentido que seguir viviendo:
Desconsolado por la pérdida física, moral, psicológica de aquel al que se ama, el melancólico romántico siente tan hondo el sinsentido de la vida que, ante la pérdida de lo único que podría darle sentido, se lanza sin remedio a un final abismal. (Montesinos, 2014 p. 1199)
Referencias
Bartra, R. (2018). El duelo de los ángeles. Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno. Fondo de Cultura Económica.
Burton, R. (1998). Anatomía de la Melancolía. Editora Espasa-Calpe Argentina.
Camus, A. (1995). El mito de Sísifo. Alianza Editorial.
Espinosa. A, G. R. (2017). Duelo y Melancolía. Freud. Conmemoración centenaria. Colección Biblioteca.
Flaubert, G. (2012). Madame Bovary. Espasa Libros.
Foucault, M. (2012). El nacimiento de la clínica. Siglo Veintiuno Editores.
Foucault, M. (2020). Historia de la locura en la época clásica, t. I. Fondo de Cultura Económica.
Freud, S. (1992). Obras Completas Volumen 14. Amorrortu editores.
Kierkegaard, S. (2006). El concepto de la angustia. Editorial Gredos.
Llosa, M. V. (2015). La orgía perpetua. Alfaguara.
Montesinos, T. (2014). Melancolía y Suicidios Literarios. Fórcola Ediciones.
Padel, R. (2005). A quien los dioses destruyen. Sextopiso.
Platón. (2012). Fedro. Centaur.
Egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana de la carrera de Sociología. Profesora en activo. Cursa la maestría en Psicoterapia Psicoanalítica en Centro Eleia. Apasionada por la literatura.
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