Ensayo

Un viaje sin retorno a los abismos más oscuros de la maternidad

Un viaje sin retorno a los abismos más oscuros de la maternidad

Septiembre 07, 2021 / Por Miguel Ángel H. Rascón

Portada: Gudalupe Nettel. Imagen tomada de https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20130612/guadalupe-nettel-somos-animales-habitos-2415831

 

Mi primer acercamiento a la narrativa de Guadalupe Nettel fue en el año 2016, cuando cursaba la maestría en literatura. Surgió a raíz de una charla con una compañera oriunda de Colombia que estaba estudiando en México el mismo posgrado, aunque ella ya llevaba un año adelantada. Eran esas primeras charlas de cerveza con temas de conversación en torno al arte, la música y la literatura, que giraban, muchas veces, alrededor de minucias poéticas, extravagancias creativas, anecdotarios de autores y las tesis. Alexandra, así se llama, me contó muy efusivamente sobre Guadalupe Nettel, la escritora mexicana que era el motivo de su estancia en México, y sobre un libro llamado El huésped, una obra que se asomaba en los oscuros y perturbadores rincones de la mente.

Interesado, como estoy, en esos temas, busqué dicho libro con el firme propósito de descubrir a esta escritora y mucha fue mi sorpresa y decepción cuando supe que El huésped parecía un libro inconseguible, así que me conformé con otro de cuentos de la otrora autora titulado El matrimonio de los peces rojos. No puedo decir que los cuentos de la capitalina me sorprendieron o que me entusiasmaron como a Alexandra, pero tampoco me fueron indiferentes, en lo absoluto, me sentí atraído por sus aires esnobistas que rayan en un cosmopolitanismo muy cínico. Sin duda, la de Nettel es una narrativa poderosa e intimista que hace del cliché y el estereotipo de la clase media capitalina un laboratorio para explorar diferentes sensaciones humanas; eso me pareció muy acertado. Volví, meses después, a buscar El huésped y me dijeron que seguía ausente del catálogo, pero que podían mandarlo a pedir; llegaría en 30 días si lo dejaba pagado. Decidí no hacer un gasto por una novela y mejor compré libros que necesitaba para mi tesis.

Mi interés por leer El huésped se acrecentó cuando asistí, en 2017, al examen profesional de Alexandra y durante la defensa hizo una exposición interesantísima sobre la novela desde un marco conceptual freudiano del psicoanálisis. La extraña historia de una niña habitada por un ser inquietante, las experiencias eróticas desconcertantes y el juego intimista de la corporalidad me parecieron increíbles y avivaron mi interés por leer dicha novela. Me arrepentí de no haberla encargado porque cuando volví a la librería me dijeron que simplemente no la tenían, no iba a llegar y ya no la podían solicitar porque no estaba en existencia. No obstante, había un par de novelas de Nettel que llamaron mi atención. Compré El cuerpo en que nací, único libro a la venta de la autora y lo terminé en dos días; para mi sorpresa el libro cumplió con todas mis expectativas. Unas semanas después Alexandra regresó a Colombia, así que ya no pudimos charlar más sobre la novela de Nettel.

Pasaron los meses, los años y no volví a buscar El huésped, en parte porque el doctorado no me lo permitió y en parte porque estaba cansado de ir y preguntar para recibir la misma respuesta; decidí acercarme a más autoras y descubrí a la chilena Nona Fernández, la española Lucia Baskaran y a la también mexicana Brenda Navarro a quienes considero narradoras muy originales y excepcionales, pero, por alguna razón, no dejaba de sentir esa ausencia de oscuridad estremecedora que había escuchado en la defensa de tesis, cuando Alexandra leía pasajes perturbadores de la prosa de Nettel. Dicha oscuridad ya la había experimentado en El cuerpo en que nací, una novela autorreferencial que sacude al lector de maneras insospechadas a partir de la experiencia del cuerpo como vehículo narrativo. Guadalupe Nettel tiene una muy particular forma de explorar los recovecos de la mente y el alma, sin abusar de lo siniestro o lo escatológico (en sus dos acepciones) ni caer en excesos descriptivos, pero sacudiendo las emociones. Es una zona limítrofe en la consciencia donde a veces nos asomamos con miedo y fascinación para huir de un momento a otro.

Entre obligaciones y trabajo llegó la pandemia en 2020 y poco o casi nada tuve a bien pensar para comprar novelas. Dedicándome a la tesis doctoral y el trabajo, dejando tiempo en el encierro solamente a mantener la cordura y la vida, me decidí a leer sólo libros del siglo XIX, de esos que nadie lee nunca, como Cartas de Agustín de Iturbide, Historia de Méjico de Lucas Alamán o El Gobierno del General Manuel González de Quevedo y Zubieta. Me enteré por Alexandra, con quien tengo un contacto cordial y amistoso por facebook, que Guadalupe Nettel iba a publicar una nueva novela así que estuve pendiente y entusiasmado. La hija única salió en septiembre de 2020, aunque la llegué a comprar hasta marzo de este año. Mi sorpresa fue mayúscula.

La novela se centra en la experiencia de la muerte en medio de la maternidad. Una dicotomía que se expresa a partir del cuerpo como entidad biológica, ontológica, ética y moral. Un rompimiento de la realidad donde el vientre materno se vuelve una perversa caja de Schrödinger en la que converge lo vivo y lo no vivo al mismo tiempo. No pude evitar, mientras avanzaba en la novela, recordar el concepto binario de analogía-ironía de Octavio Paz y las reflexiones que se hacen alrededor de la Coatlicue Mayor, representación binaria de la fertilidad y la muerte: vientre/tumba. Y era como si a cada página, en la que la experiencia corporal de la maternidad se volvía un infierno y una pesadilla para la protagonista, la imagen brutal y primigenia de la diosa con falda de serpientes se hiciera presente con una mueca perversa para hacer visibles los más oscuros rincones de la maternidad. ¿No es acaso la maternidad un estado de vulnerabilidad, peligro y riesgo de muerte constante? ¿No creamos ciencia, leyes y sociedad para perpetuarnos como especie a partir de este estado de vulnerabilidad que es la maternidad? ¿No es al mismo tiempo un recipiente para vaciar odio, rencores y rechazo? Independientemente de las controversias alrededor del aborto, lo cierto es que la maternidad crea en nosotros, hombres y mujeres, una serie de sentimientos encontrados que pueden ir del amor incondicional al completo aborrecimiento. Las condiciones de la maternidad, sus causas y consecuencias pueden convertir en horror todo aquello que en circunstancias específicas puede significar felicidad. Guadalupe Nettel nos sumerge en las diferentes perspectivas en que se vive la maternidad a través de sus personajes femeninos; diferentes cuerpos, diferentes edades y diferentes experiencias con ese “otro”, el infante que llega a este mundo en total indefensión y depende absolutamente de su entorno para vivir. Un mundo de responsabilidades compartidas entre hijos y padres, pero sobre todo de lazos irrompibles y muy estrechos a los que los personajes tienen, por momentos, ganas de escapar. ¿No tratamos de escapar de la maternidad a cualquier precio, independientemente de nuestra condición y sexo, cuando las condiciones no son correctas? ¿No intentamos aferrarnos a este estado en las condiciones adecuadas? Es una transformación completa para quien vive estos procesos de cuidado y expectativa. La mujer se vuelve “otra” una vez que concluye la maternidad y sus atenciones, como si todo hubiese sido una puesta en escena; se reinserta en el mundo como “otra” en cuerpo y mente y no puede regresar a su estado anterior. Nadie de los involucrados puede regresar a su estado anterior. ¿Qué pasa entonces, si las condiciones del embarazo conllevan una experiencia de muerte? Sin duda todos los personajes quedan atravesados por la experiencia de la protagonista y recapitulan en sus propias vidas y sus roles como hijos, hermanos, esposos y padres. Un viaje a los rincones más oscuros de la maternidad, pero también una experiencia reconciliadora con la vida. Un texto excepcional que sin duda cierra con los acontecimientos previos a la pandemia, y que pueden hacer reflexionar doblemente al lector respecto de ese mundo que no volverá. La experiencia de la muerte del Covid 19 también nos ha moldeado y nos hace renacer, metafóricamente. La vida sigue y no: vientre-tumba.

Por cierto, sigo sin conseguir el libro de El huésped.

Miguel Ángel H. Rascón

Músico y escritor. Doctorante de Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Autor de dos libros de narrativa y uno sobre ciencias de la administración. Coordinador Editorial en la UVP.

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