Káos

Amor, temor y temblor

Amor, temor y temblor

Octubre 08, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

Cuando yo haya muerto bastará mi libro Temor y temblor.

Søren Kierkegaard.

 

Allí donde el amor despierta, muere el yo, déspota, sombrío.

Sigmund Freud.

 

“Cuando yo haya muerto, bastará mi libro Temor y temblor”. Con esta sentencia inicia el libro Temor y temblor del filósofo danés Søren Kierkegaard, publicado en 1843. Y efectivamente, la obra hace temblar, conmueve. El texto es un mensaje de amor encriptado a Regina Olsen, su prometida, con la que el mismo Kierkegaard había roto el compromiso. Kierkegaard retoma el título de Temor y temblor de una cita bíblica en Filipenses 2-12, que utiliza como epígrafe, y que en la versión de Reina Valera dice: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Se trata, en muchos sentidos, de una obra críptica que Kierkegaard publica bajo el seudónimo de Johannes de Silentio.

Tras varios años del rompimiento amoroso con Regina, un día se la encontró en la iglesia. No se dijeron nada. Él se quedó estupefacto, ella lo saludó sólo con un movimiento de cabeza. No cruzaron palabra. El efecto de este encuentro es que Kierkegaard salió huyendo a Berlin y, como ocurrió con Nietzsche, quien ante el rechazo de Lou-Andreas Salomé publicó nueve meses después (dio a luz, diríamos) La gaya ciencia, el amante filósofo danés escribió dos libros: Temor y temblor y La repetición. De esta manera, en ambos casos, se trata de productos de su amor infortunado por Regina Olsen.

El amor no ha sido tomado en serio por la filosofía, incluso se le ha dejado a los poetas hablar de los sentimientos y sus expresiones, sus temores y sus temblores. Sin embargo, no podemos dudar, y con Kierkegaard es evidente, que el amor incide en las elaboraciones filosóficas, como ya se mencionó con Nietzsche y Andreas Salomé. Con el filósofo danés no sólo incide el amor erótico y terrenal por Regina, sino que también, por el amor a Dios, inicia una batalla filosófica contra la iglesia protestante.

Søren conoció a Regina en la primavera de 1837. Fue un encuentro que trastornó la vida del filósofo. Durante dos años no pudo hablarle de sus sentimientos. Decidió buscarla afuera de su casa, ella le dijo que no había nadie en casa, entraron y narra Kierkegaard que se quedaron parados, como petrificados, con temor y temblor. Para aliviar la escena, él le pidió que tocara el piano. Kierkegaard, congelado, con la firme intención de decirle que la amaba, se descubre frustrado ante su falta de valor. En un arranque de desesperación, toma la partitura que Regina interpretaba y la azota sobre el teclado diciéndole que no le importaba la música y es a ella a quien ha amado desde hacía dos años. Ella, al salir de su asombro, acepta casarse con el filósofo, del cual Freud decía que era el mayor escrutador del alma.

Parecía que por fin la felicidad le hacía un lugar al danés, sin embargo, la melancolía se sigue apoderando de él. Al año siguiente de su petición, Kierkegaard piensa que el matrimonio anularía su profundo deseo de ser escritor, pensaba que matrimonio y filosofía eran dos destinos que se contrapondrían en su vida. Decide entonces, amándola profundamente, romper su compromiso. Tiempo después, reflexionaba para sí mismo: “Supongamos, pues, que me hubiese casado con ella. ¿Qué habría sucedido? Al cabo de seis meses, o aún antes, ella habría llegado a la exasperación. Hay en mí —y esto es lo que tengo tanto de bueno como de malo— algo de carácter fantasmal, algo intolerable para cualquiera que tenga que verme a diario y tener conmigo una relación real. […] Yo había estado comprometido con ella durante un año y, sin embargo, ella no me conocía realmente. En efecto, se habría visto destrozada.”

El 11 de agosto de 1841 envió una carta y su anillo de compromise. Rompe el compromiso y también el corazón de Regina.

Él no sabía, o no creía, que ella amaba su tristeza. Lo amaba en su melancolía, amenaza con suicidarse. Él intenta disuadirla de esa idea con el peor de los métodos, la indiferencia. Amándola profundamente, decide mandarle cartas en tono pedante, señalando sus defectos, mostrándose como alguien odioso. Ella entendería que no le convenía y dejaría de amarlo y lo olvidaría. La estrategia no funciona, ella sigue desolada y él decide visitarla y, ante una pregunta que Regina le hace en el sentido de sí se casaría con otra mujer, Søren le miente y le dice que sí. Él reconoce que fue una respuesta de una “crueldad necesaria” ante la obsesión de la joven Regina que no cede. Kierkegaard decide entonces marcharse a Berlín. Sin embargo, la separación no se concreta. Mantienen una relación epistolar. Después de su exilio, ya en Copenhague, el filósofo se entera que ella iba a casarse. Él se aposta afuera de la iglesia el día de la boda, ella lo ve y le dedica una mirada de despedida.

El temor y temblor de Kierkegaard, no ante ella sino ante su propia melancolía, deja al filósofo sumido en la soledad. El filósofo no dejó de escribirle, ya no cartas, sino que en cada escrito habría algo dirigido a ella. La inmortalizó en su escritura.

Quizás al filósofo danés le faltó la muerte del yo, no pudo ir más allá del narcisismo, eso que demanda el amor, como señala Freud con su clásica expresión del texto Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia: “allí donde el amor despierta, muere el yo, déspota, sombrío”. La historia de amor de Søren Kierkegaard y Regina Olsen también ilustra otra expresión del inventor del psicoanálisis, esta de El malestar en la cultura: “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado”. La historia de amor del creador de Temor y Temblor y de El concepto de angustia, nos revela la ausencia de un componente esencial del amor: la valentía. Ahí donde no hay garantía de nada, como enseñaba Lacan, ahí donde no hay garantía de nada, uno debe arriesgarse, jugársela, teniendo en cuenta incluso el fatal destino. Valentía ante el fatal destino.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

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