Káos

Luis Buñuel no se olvida

Luis Buñuel no se olvida

Julio 30, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

la vida no tuvo tiempo de acariciarlos…

Jacques Prévert (hablando de Los olvidados)

 

El 29 de julio de 1983, en la Ciudad de México, falleció el cineasta Luis Buñuel. Autor de la rebeldía y la poesía cinematográfica. Desde sus primeras incursiones en la realización se revela como un apóstata, va en contra de su formación religiosa y las costumbres y convenciones sociales en los que fue educado en su infancia y juventud, pasada entre los Hermanos Corazonistas y la orden de los Jesuitas.

Muchos son los cambios que la filmografía de Buñuel va experimentando en sus diferentes etapas (en Francia, España, Nueva York y México) pero hay, sin embargo, imágenes recurrentes en prácticamente todas sus películas: su obsesión por las piernas y zapatos, como ocurre en Tristana, a quien le cortan una pierna, o en Ensayos de un crimen, donde el maniquí de la hermosa Miroslava Stern pierde una pierna al ser llevada al horno, o el zapato de Gloria en Él, durante el lavatorio de pies. Realizador de sus fantasmas obsesivos llevados a la imagen, el cineasta utiliza con frecuencia un extraordinario recurso para hacer “ver” la realización de los deseos más oscuros y escondidos de sus personajes: el sueño; incluso, basta cerrar los ojos para que toda la potencia del deseo se realice. Así lo podemos ver con el personaje de Pedro en Los olvidados, también ocurre en Bella de día, donde es en los sueños y las ensoñaciones donde ella se muestra en las formas más indecibles de humillación: en sus sueños es “otra” mujer.

El cineasta, nacido en 1900 (mismo año en que Freud publica La interpretación de los sueños) en Calanda, España, hace que la realidad hable más allá de los convencionalismos o máscaras que se le quieran imponer. Establece una batalla cuerpo a cuerpo con la realidad, como señala Octavio Paz en El poeta Buñuel. Lo mismo hace hablar a la alta burguesía, mostrando sus falsedades y más oscuras pasiones (como ocurre en El discreto encanto de la burguesía o en Ese oscuro objeto del deseo), como hace hablar a la miseria y su crueldad sin límites en Los olvidados, por ejemplo.

Otra realidad que se revela en el cineasta, por encima de la convencional, es el erotismo. Aunque Buñuel en reiteradas ocasiones señala que no le agrada la pornografía, en su filmografía no deja de estar presente la sexualidad, el amor y, fundamentalmente, el erotismo, siempre sugerido, velado, dejado a la imaginación del espectador. Quizás el ejemplo más claro lo podemos ver en la secuencia de escenas de El fantasma de la libertad, donde un desconocido, en un parque, les muestra y da una serie de fotografías a dos niñas que pasean con su niñera. El desconocido les hace la advertencia de que no pueden mostrarlas a los adultos, deberán guardar el secreto. Se supone algo placentero y gozoso por la sonrisa pícara de las niñas. Ellas no cumplen con el acuerdo y se las muestran a los padres. Ellos, escandalizados por las imágenes, despiden a la niñera. El rostro de los padres ante las imágenes sugiere lo prohibido. Sin embargo, cuando se revelan al espectador, resultan ser imágenes de arquitectura turística. Lo prohibido y perturbado está en la mente del espectador.

Perturbadora y cruda resulta la forma en que Buñuel nos muestra la realidad en Los olvidados. ¿Quiénes son los olvidados, los niños, la sociedad marginal, el país todo? El argumento de Los olvidados no fue sacado de una novela, como ocurre con muchas de las películas del realizador naturalizado mexicano. No, el argumento es parte de los archivos penales, los recursos son tomados de casos reales como señala la introducción de la película. La película es una secuencia de violencia, crueldad e indiferencia sin pausa ni salida, hasta volverse insoportable, angustiante. Pedro, el personaje central, es perseguido por la fatalidad representada por El Jaibo. El problema no es la pobreza sino la imposibilidad de salir de ella. Es, en una palabra, un film de una realidad desoladora, la esperanza que representa la niñez en los discursos edulcorados muere en un ambiente de la más terrible desolación. Los olvidados nacen junto y a la vez lejos de poder incorporarse a esa ciudad que al fondo se refleja moderna, pujante, en construcción. Los olvidados son los huérfanos de una sociedad que se levanta ante ellos indiferente. Son los marginados de la modernidad. El abandono de la niñez se da en cualquier parte: una favela de Brasil o los cinturones de miseria de las grandes ciudades, por ejemplo. Sin embargo, el abandono, el olvido a lo “mexicano”, se juega en la indiferencia de la madre. En México, la madre es la única que no abandona, que protege a sus hijos a pesar de lo que sean, pero en la película de Buñuel no ocurre así. En Los olvidados, las madres abandonan, corren a sus hijos, los olvidan. Ante tal abandono, los huérfanos de la película buscan la solidaridad un lugar en el Otro, en la pandilla, en la “comunidad” y complicidad que ellos conforman. La cinta fue realizada en 1950, sin embargo no pierde vigencia. La niñez, la adolescencia, se viven en la actualidad con el mismo sentimiento de desolación e indiferencia, no sólo en los barrios marginales sino en todos los estratos sociales. El olvido de la niñez es más severo que nunca.

En Buñuel, con mucha frecuencia, la verdad se encuentra del lado de los locos, los desadaptados, los parias, aquellos que son indeseados en la sociedad justamente porque portan el siempre sospechoso estandarte de la autenticidad. Así ocurre con Nazarín (basada en la novela de Pérez Galdós), un cura quijotesco cuya mayor virtud es tomada como su mayor defecto. Su concepción auténtica de vivir el cristianismo contrasta con la perversidad con que los “cristianos” se comportan. Se trata de un hombre puro, dice Buñuel. Vive entre los pobres, los delincuentes, las prostitutas, como mandan los Evangelios: la humildad y la obediencia son su signo y fuente de sus castigos. Es un cura que se ve hostigado por la misma iglesia, por la sociedad, por la policía. Le acompañan dos mujeres como sus apóstoles. Nazarín ve el rostro divino, la obra de Dios en todos los abyectos personajes: la prostituta, el enano, la histérica. Sólo cuando se encuentra en el mayor extremo de la desolación, su fe en lo divino se va desdibujando para poner en su lugar al hombre y sus poderes de oculta solidaridad. Sólo al abandonar lo divino hace lazo social y puede aceptar lo que antes era indigno: la ayuda de los otros.

Buñuel, amigo de infancia de Dalí y García Lorca, amigo de Picasso, también de Octavio Paz, Cocteau, André Bretón y los surrealistas, fue reconocido y también detestado en su época, como lo es todo realizador original. Muestra en muchos de sus filmes lo más insoportable e indecible de la realidad. Siempre realiza un combate con la realidad para poder mostrar sus desgarraduras, sus partes ocultas, íntimas. Realizó su última película, Ese oscuro objeto del deseo, en 1977. Película basada en una novela de Louys, La mujer y el pelele. Durante un viaje en tren, Mathieu cuenta sus infortunios amorosos con Conchita (interpretada por dos actrices, Ángela Molina y Carole Bouquet), quien una y otra vez juega con él, lo trata justamente como un pelele. ¿Cuál es ese oscuro objeto del deseo? En el libro Prohibido asomarse al interior, le pregunta el crítico de cine Tomás Pérez Turrent: ¿Cuál es el oscuro objeto del deseo? ¿La mujer? ¿Su sexo? ¿Su espíritu?”. Buñuel no sabe, pueden ser los tres. Nosotros aquí podemos ensayar una respuesta desde el psicoanálisis, a partir de la pregunta freudiana ¿qué desea una mujer?: gozar, lo que Conchita quiere y hace, es gozar, gozar de Mathieu, lo que provoca su angustia. Buñuel nos muestra en sus películas, una y otra vez, lo oscuro y profundo de su mirada de la realidad y nos deja una pregunta: ¿Cuál es tu oscuro objeto del deseo? Luis Buñuel no puede ser olvidado, siempre es perturbador visitar su obra. Es imperioso mantener vigente la originalidad de su filmografía.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

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