Tinta insomne

La buena potestad: Ética y empatía hacia los animales

La buena potestad: Ética y empatía hacia los animales

Junio 04, 2021 / Por Fabiola Morales Gasca

Si un hombre aspira a llevar una vida correcta,

su primer acto de abstinencia es de

dañar a animales.

León Tolstói

 

La grandeza de una nación y su progreso

moral puede ser juzgado por la forma en que

sus animales son tratados.

Mahatma Gandhi

 

Estoy a favor del derecho de los animales, al

igual que del derecho de los humanos. Ese es

el camino de un ser humano completo.

Abraham Lincoln

 

De acuerdo con la Biblia, Dios en su poder sobre la creación otorgó potestad a los hombres sobre los animales: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la Tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la Tierra” (Génesis, 1:26). A lo largo de la Biblia podemos hallar versículos que reiteran esa delegación de autoridad al hombre sobre el reino animal y el poder de "sojuzgar" la tierra (Génesis, 1:28). Así, desde un punto de vista religioso, la humanidad tiene una posición de mando sobre la flora y la fauna. Todo está sujeto al dominio humano. Sobre él recae la responsabilidad de cuidar el mundo material y todos sus elementos variados para el servicio de Dios y el bien de la humanidad. Este pensamiento, que predominó durante siglos, permitió al mismo hombre trasgredir la ley divina y abusar de la flora y fauna que le fue otorgada para gobernar con sabiduría. Pasando por alto que, como lo señala también la Biblia, “El hombre tiene el deber de ejercer su dominio bajo la autoridad del único que se la ha delegado. Toda autoridad es de Dios" (Romanos, 13:1-5) y que “Porque la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad.” (Eclesiastés, 3:19). Así el pensamiento humano fue durante muchos siglos considerar a la madre tierra únicamente como proveedora incansable de recursos, sin otorgar nada a cambio ni asumir ninguna consecuencia por las malas administraciones.

     También la Biblia señala que después de que Dios inundó el mundo a causa de los pecados humanos, quienes sufren también las consecuencias son los animales. Por instrucciones de Dios, Noé (hombre de bien) construye el arca y toma siete parejas de cada especie para preservarlos sobre la tierra. Tras pasar más de un año y encontrar tierra seca, Noé construye un altar y ofrece algunos de los animales que había salvado en sacrificio a Dios, quien al recibir con agrado estas ofrendas, bendice a la familia de Noé y le otorga, como al principio a Adán, la potestad: “estarán sobre todos los animales de la tierra, y sobre todas las aves del cielo, y en todo lo que se arrastra sobre el suelo, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y tiene vida os será para alimento: todo os lo doy como os di la hierba verde.” (Génesis, 9:1-6) Y aquí se inaugura una nueva época para la humanidad donde el género humano garantiza su supervivencia sobre el sacrificio de los animales y su derramamiento de sangre como un acto sagrado de uso exclusivo para el Creador. Toda “la cultura y la sociedad están cimentadas sobre el permiso para matar. La muerte de los animales es la vida el hombre.” (Sofsky, 4)

     Los filósofos a lo largo de la historia han planteado diferentes posturas del hombre frente a los animales. El filósofo y matemático Pitágoras manifestaba compasión hacia todos los seres vivos. Diógenes Laercio, uno de sus biógrafos, dice que Pitágoras se contentaba con comer pan, miel y vegetales, y que “su ordinaria vianda eran hierbas cocidas y crudas”. Pitágoras planteaba el hecho de que “Ciertamente que no comemos leones o lobos por autodefensa, por el contrario matamos criaturas dóciles que ni siquiera tienen dientes para dañarnos. Por un poco de carne les privamos del sol, la luz y de la duración de la vida a la cual tienen derecho.” (Plutarco, Acerca de comer carne). Pitágoras aconsejaba a sus seguidores no matar animales, vestir con lana y evitar los sacrificios sanguinarios ante los dioses. “Alimenta un gallo, pero no lo sacrifiques, pues está consagrado a la Luna y al Sol”. También es conocida la defensa a los animales: “[Contaba Jenófanes que el maestro Pitágoras] una vez caminaba cerca de un perro maltratado y compadeciéndose le dijo a su amo: no le golpees, pues he reconocido el alma de un amigo mío al oír el sonido de sus lamentos.” (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos más ilustres, libro VIII).

    Aristóteles “es sin duda el más prolífico e influyente autor de la Antigüedad en el tema de los animales” (Flores, 2018, p. 216). Con él, la reflexión antigua en torno a la animalidad alcanza su más alto grado de madurez. Para Aristóteles, el ser humano se diferencia del animal por poseer el lenguaje, su capacidad de progreso, de inventiva, de pensamiento. Por ello el desarrollo humano también es distinto del animal. En el libro I de la Retórica, al versar sobre la ley común y lo justo por naturaleza sobre no matar seres vivos, plantea: “como dice Empédocles acerca de no matar seres vivos: pues esto no es para unos justo y para otros injusto, sino para todos norma”. La afirmación resulta paradójica o contra-fáctica, pues se trata de una norma que no se cumple. Peor que eso, y de ahí la paradoja, de una norma que ni siquiera es universalmente exigida (Soto 69). Significa que “la naturaleza concernida es precisamente la humana, ya que encierra la posibilidad de que los seres humanos adopten esa norma. Como norma moral y, en algunos aspectos, jurídica. En concreto, para Aristóteles, esa exigencia queda en el ámbito de la moralidad, con escasos efectos jurídicos.” (Soto 71)

     Epicuro de Samos criticó el antropocentrismo aristotélico, aunque no rechaza la primacía humana sobre los animales, y afirma que todos los seres vivos están dotados de sensibilidad y buscan placer como los hombres, que tratan de evitar el dolor. El respeto por la vida animal se basa en motivos sensoriales y no puramente religiosos o filosóficos. “No prescribió el vegetarianismo, sin embargo, al menos de acuerdo con el testimonio del platónico Porfirio, él instó a sus discípulos a respetar a los animales y a una dieta sin carne.” (Ivu) El filósofo de Samos señala que los animales son capaces de sentir dolor, y por ende, no es moralmente correcto infringirles dolor.

     La visión antropocéntrica que ha prevalecido a lo largo de siglos ha conducido a una liberación de responsabilidad ética del hombre sobre su trato con los animales. La filósofa australiana Val Plumwood lo denomina la “lógica del dominio”, que ya ha sido cuestionada por varios filósofos, entre ellos “Maupertuis, Bentham y Mill argumentan que los animales son seres sensibles, con capacidad de sentir dolor o placer, por lo que causarles el más mínimo dolor sin necesidad es una crueldad y una injusticia, y en esto radica su exigencia ética.” (Salto, párrafo 10)

     Diversos autores, como Peter Singer o Tom Regan, señalan que los animales y los humanos poseen igualdad no por sus características asociadas a su capacidad moral y racional, o a cuestiones físicas como la fuerza, “sino a su capacidad de sentir dolor y placer.” Tom Reagan, en su obra más representativa, En defensa de los derechos de los animales (1983), elabora una teoría ética sobre nuestra relación con los animales. Pretende dignificarlos considerándolos siempre individuos valiosos por sí mismos. Parte de la idea sobre los derechos humanos de que un individuo no puede ser obligado a hacer algo contra su propia voluntad por el hecho de que sea bueno para la sociedad o a un grupo determinado, o de cuánto aporten al bienestar general. A esto se le llama valor inherente. ¿Los animales tienen ese valor inherente? Aunque hay un fuerte debate y la respuesta arrojada es no, porque los animales son vistos como recursos, Regan considera que debemos preguntarnos cuáles son las razones para apoyar la intuición antropocéntrica. “Deberíamos percatarnos de que no les concedemos valor a los humanos porque estén vivos, pues también lo están las hormigas y no por ello tienen valor inherente. Tampoco valoramos a los seres humanos en virtud del tipo o de la intensidad de sus experiencias, pues para nosotros tienen el mismo valor las personas que son felices como las que no lo son, las ignorantes como las cultas” (Regan, pp. 271-272). Para Regan, lo que hace a los humanos individuos con valor, de acuerdo a su terminología, es que son sujetos de una vida y significa que “son seres que poseen una vida que ven como suya, y que es mejor o peor para ellos, con independencia de cómo los demás la valoren. Es decir son seres que pueden experimentar y valorar su propio bienestar” (Flores 2021, p. 106).

     Partiendo de esta idea, En defensa de los derechos de los animales apela a criterios éticos para sostener que los animales son sujetos de vida al igual que los humanos y se les debe de conceder un valor inherente. Los humanos deben de tratar a los animales con respeto porque es un derecho. Matar, herir o infringir daño no es correcto. Debido a la existencia de otras perspectivas que no se sujetan a esta ética, Regan apela que al menos no se dañen a los sujetos de vida considerando los principios de justicia y de respeto (Flores, 2021, p. 110).

     El tema del trato a los animales es complejo y sujeto a todo tipo de debates. Observamos que aunque ha sufrido varios cambios a través de los siglos, no podemos escapar a la dependencia de ellos para la subsistencia humana. Filósofos, organizaciones, gobiernos, empresas han manifestado diferentes posturas en las últimas décadas, pero lo que es primordial de rescatar en esta época de incertidumbres y cambios es la importancia de crear consciencia y ética en nuestra relación con los animales. Tal vez parezca poco lo que podemos hacer de manera individual, pero el cambio empieza en nosotros tratando de ser más empáticos hacia ellos. Reducir el consumo de carne animal es una gran medida personal para evitarles dolor y respetar su vida, aunque no lo es todo ni lo más importante, ya que podemos participar en otras acciones. Como sociedad, debemos estar atentos denunciando cualquier tipo de maltrato animal a las autoridades. Por fortuna las leyes están cambiando a favor de proteger a animales abandonados, desnutridos, maltratados o enfermos (recordemos que en México existen diferentes leyes como La Ley General de Vida Silvestre, la Ley Federal de Sanidad Animal, y la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, así como diferentes principios básicos y medidas para el trato digno y respetuoso a los animales). Debemos tomar la responsabilidad en cada uno de nuestros actos y ser compasivos. Eliminar nuestro egocentrismo como “encargados de Dios” para dominar el mundo tal vez nos haga más sensibles con los seres que nos acompañan en la tierra. Mientras llega el día en que “el lobo se acueste con el cordero”, nuestra compasión puede ser ese toque divino que conviva feliz con nuestros compañeros de hábitat.

 

REFERENCIAS

Flores Farfán, Leticia. Linares Salgado, Jorge E. Los Filósofos ante los animales, una historia filosófica sobre los animales. Almadia. Mexico: 2021

Flores Farfán, Leticia. Linares Salgado, Jorge E. Los filósofos ante los animales. Historia filosófica sobre los animales: Antigüedad. Almadia. Mexico: 2018

Ivu.org. “History of Vegetarianism - Epicurus (341-270BC)”. Consultado el 2 de junio de 2021. https://ivu.org/history/greece_rome/epicurus.html

Biblia (Reina Valera, trad.), México: 1960.

Regan, Tom. En defensa de los derechos de los animales. FCE/UNAM. México: 2016

Salto. El trato a los animales no humanos, una consideración moral. Septiembre 2018. https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/el-trato-a-los-animales-no-humanos-una-consideracion-moral#:~:text=Pensadores%20como%20Maupertuis%2C%20Bentham%20y,

esto%20radica%20su%20exigencia%20%C3%A9tica.

Sofsky Wolfgang. Tiempos de horror: Amok, violencia y guerra. Siglo XXI. España: 2002

Soto, Luis G. "Aristóteles y la consideración moral de los animales" en Revista Iberoamericana de Estudios Utilitarios. Sección monográfica. La ética y los animales. Vol. 17 Núm. 1 (2010)

Fabiola Morales Gasca

Fabiola Morales Gasca Licenciada en Informática por el Instituto Tecnológico de Puebla. Egresada de talleres literarios en la Casa del Escritor y la Escuela de Escritores. Terminó el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM-IMACP de Puebla. Maestra en Literatura Aplicada por la Universidad Iberoamericana. Autora de los poemarios “Para tardes de Lluvia y de Nostalgia” 2014 y “Crónicas sobre Mar, Tierra y Aire” 2016 Editorial BUAP. Libros infantiles “Frasquito de cuentos” y “Confeti” 2017, BUAP y Libro de minificciones “El mar a través del caracol” Editorial El puente 2017. El niño que le encantaban los colores y no le gustaban las letras 2018. Luciérnagas 2020. Participante de varias antologías en España, Paraguay, Chile, Colombia y México. Lectora voraz y escritora incansable.

Fabiola Morales Gasca
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