Tinta insomne

La inagotable lectura en tiempos de pandemia

La inagotable lectura en tiempos de pandemia

Enero 08, 2021 / Por Fabiola Morales Gasca

En estos tiempos de epidemia del coronavirus (COVID-19) la población mundial se ha visto obligada a permanecer en su casa, forzada a cambiar la vida y las formas de contacto con las demás personas. El trabajo, educación, diversión y distintas áreas han modificado su ritmo, lo cual ha llevado a buscar diversas alternativas para continuar laborando y subsistiendo desde casa. La lectura se ha presentado como una actividad alternativa en este proceso. Si bien es cierto que el encierro nos ha alejado de las personas, el distanciamiento social ha reinventando nuevos espacios de lectura. Los libros, transmisores culturales por excelencia, forman parte importante, en estos escenarios lúgubres, como bálsamos reparadores de la sociedad en crisis. Para los lectores no hay nada más apasionante que aferrarse a los libros y sumergirse en un barco que los llevará lejos de nuestra experiencia y de las ideas que concebimos.

Retomando un poco de historia observamos que Virginia Woolf tuvo una estrecha relación amistosa con Ethel Smyth, compositora inglesa y líder del movimiento sufragista. El intercambio de cartas fue fructífero para ambas en su arduo trabajo, en una época donde las mujeres eran limitadas por la estricta sociedad inglesa. Entre su correspondencia se hallaron estas líneas:

“Hoy, como si fuera una mariposa cuyas alas se hubiesen arrugado hasta la extenuación, empiezo a reabrirlas, a batirlas y a planear a través el aire. No he leído tantas horas seguidas desde hace no sé cuantos meses. A veces pienso que el cielo debe de ser una continua e inagotable lectura. Es un arrebato impalpable, como un trance que me atrapaba cuando era niña y que vuelve una y otra vez con una violencia que me deja agotada. ¿He dicho que estaba volando? ¿Por qué entonces estoy tan baja de ánimo? Porque, querida Ethel, leer consiste en eliminar completamente el propio ego, y es el ego el que se pone erecto, igual que otra parte del cuerpo cuyo nombre no me atrevo a decir.

“29 de julio de 1934

Los amantes de la lectura no dudan un instante en validar la afirmación de Woolf en asociar el cielo a una lectura inagotable. La otra aseveración a resaltar en esas breves líneas es el hecho de que leer consiste en eliminar completamente el ego, pero ¿en qué consiste el ego? Recordemos que para Sigmund Freud y el campo de estudio del psicoanálisis, la mente del ser humano es compleja. Freud pasó toda su vida analizando la complejidad de la mente y consideró que está integrada por tres partes y funciones cerebrales respectivamente: el yo, ello y superyó.

El ello es la parte inconsciente de la mente, el sitio donde mora la parte reprimida e incognoscible de la memoria y de rastros de las experiencias infantiles, los deseos y pulsiones al exterior. El Yo (ego) se encarga de la defensa de la mente frente a los ataques externos además de actuar como mediador entre el Ello y el Superyó. Su objetivo es disfrutar los placeres pero sin romper las normas del segundo. El Superyó (superego) es aquella parte que dicta la moralidad del Yo y el Superyó, tras interiorizar las normas y prohibiciones dadas por agentes externos. De la convivencia de estas tres partes surge la personalidad de cada sujeto. También Freud consideraba que el ego trasciende el sentido de uno mismo para convertirse en un sistema de funciones psíquicas de defensa, funcionamiento intelectual, síntesis de la información y memoria, entre otras. El yo supone el primer paso del propio reconocimiento para experimentar alegría, castigo o culpabilidad. Estas tres instancias teóricas propuestas sirvieron para otras teorías e ideas como la obra del filósofo Karl Popper y sus críticas al psicoanálisis, o del psicoanalista francés Jacques Lacan, que consideraba que el individuo se ve en todo momento en su ego.

El ego es un constructo mental y, al estar apegado a él, remarcamos el error de pensamiento que intenta hacer una presentación de cómo le gustaría ser, en vez de como es en realidad. El ego está integrado por la acumulación de información, por memoria elaborada por las vivencias conscientes e inconscientes y también por el lenguaje. Hasta aquí nos detenemos para preguntarnos ¿qué tiene que ver la lectura en todo esto? Todo.

Gran parte del ego es lenguaje o memoria de lenguaje. Una sola palabra puede —en una fracción de segundo— activar y dar vida a toda una red de imágenes, de ideas y de emociones asociadas a ambas. La ventaja de la memoria es su flexibilidad, su recreación e incorporación de nuevos elementos que se van añadiendo a lo largo del tiempo. De tal manera que nuestros recuerdos van variando y modificándose con el paso de los años. Podemos generar y aumentar nuestra experiencia y memoria personal a través de la lectura. Nuestro ego, nuestra percepción del mundo, se ve nutrida por las imágenes mentales que construimos a través de los libros.

El escritor Eckhart Tolle ha señalado que a menudo vivimos apegados a nuestros pensamientos, a nuestras necesidades y los códigos heredados de nuestra familia y sociedad, dando forma a una dimensión falsa y alineada como es el ego. El filósofo alemán Nietzsche señalaba acerca de las convicciones: “Toda convicción es una cárcel”. El acto de leer nos permite liberar y alejarnos de lo que creemos único y real. A través de los libros podemos alcanzar otras realidades, abandonar nuestras creencias y percibir otras ideas, conceptos y juicios alternos a nuestra forma de pensar. El lenguaje nos nutre, nos acerca a los otros y nos planteamos por lo tanto otras formas de observarnos a nosotros mismos y a nuestra sociedad y sus ideas. Hay una callosidad alrededor de nuestras creencias que nos impide ver el mundo de los otros. Creemos que estamos en lo correcto y cierto en nuestras ideas. Nos volvemos insensibles ante el dolor de los otros. Esa callosidad es los prejuicios, temores, depresiones o aislamientos, y puede ser eliminada al leer. Virginia Woolf estaba consciente de que el ejercicio de lectura suprimía por completo el propio ego, y al menos para ella, entendía que lejos de revelarse o resistirse a lo enseñado por la estricta sociedad inglesa a la que pertenecía, este ego, ese constructo aprendido, se veía estimulado ante el fuerte estimulo del nuevo aprendizaje.

Una mente flexible, abierta al deseo de aprender y al conocimiento, no presentará problema alguno al leer ideas opuestas a lo aprendido. La duda de lo que sabemos o creemos conocer debe ser la primera llave al verdadero conocimiento. El matemático filosofo francés René Descartes, hace siglos, emitió en su libro Discurso del método la frase “cogito ergo sum” (Pienso, luego existo). Si nuestras convicciones pasan por el tamiz de la duda, podemos tener el privilegio de pensar. ¡Nada más maravilloso en pleno siglo XXI que el arte de reflexionar sobre lo que creemos inamovible y real! La inagotable lectura en esta época de encierro y pandemia es un estimulante a erguir la mente, afilarla para existir y usarse en búsqueda ardiente de soluciones en estos tiempos sombríos y de incertidumbre. Feliz año 2021 y felices lecturas.

Fabiola Morales Gasca

Fabiola Morales Gasca Licenciada en Informática por el Instituto Tecnológico de Puebla. Egresada de talleres literarios en la Casa del Escritor y la Escuela de Escritores. Terminó el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM-IMACP de Puebla. Maestra en Literatura Aplicada por la Universidad Iberoamericana. Autora de los poemarios “Para tardes de Lluvia y de Nostalgia” 2014 y “Crónicas sobre Mar, Tierra y Aire” 2016 Editorial BUAP. Libros infantiles “Frasquito de cuentos” y “Confeti” 2017, BUAP y Libro de minificciones “El mar a través del caracol” Editorial El puente 2017. El niño que le encantaban los colores y no le gustaban las letras 2018. Luciérnagas 2020. Participante de varias antologías en España, Paraguay, Chile, Colombia y México. Lectora voraz y escritora incansable.

Fabiola Morales Gasca
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