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Bruno Latour: el gran pensador del fin del siglo XX y los inicios del XXI

Bruno Latour: el gran pensador del fin del siglo XX y los inicios del XXI

Octubre 14, 2022 / Por Ismael Ledesma Mateos

Confieso que estoy paralizado. El domingo por la mañana recibí una llamada donde me comunicaban que Bruno Latour había muerto. Me pareció inconcebible. Tenía años de no comunicarme con él. Un amigo me dijo que se veía cansado, pero no pensé que estuviera muy enfermo. Tenía tan solo 75 años y seguía teniendo una producción intelectual prolija. Murió entre la noche del sábado 8 y el domingo 9 de octubre como consecuencia de un cáncer de páncreas que padecía desde hace tiempo. Se trata sin duda de un gran pensador del fin del siglo XX y los inicios del XXI —para mí, el más grande—, una figura intelectual impactante después de Michel Foucault, autores fundamentales en los cursos que imparto en la UNAM.

Latour es uno de esos sabios que ya no abundan. Filósofo, antropólogo, sociólogo e historiador, orientado particularmente a las ciencias y las tecnologías, fue uno de los pioneros de los Estudios sociales de la ciencia y de la tecnología (CTS o STS), los que impulsó decididamente en su espacio de trabajo, el magnífico “Centre de Sociologie de l’Innovation” (CSI) de la Escuela Nacional Superior de Minas de Paris (ENSMP), con una visión novedosa, alternativa a las concepciones tradicionalistas. Bruno siempre fue un iconoclasta —de hecho, en 2002 publicó en inglés el libro Iconoclash. Beyond the Image Wars in Science, Religion and Art—. Aquí, podemos ver la versatilidad de sus orientaciones, muy alejadas de la actitud monodisciplinaria.

El CSI era un espacio extraordinario: cosa curiosa, un centro de investigación en una escuela de ingeniería. Pero la idea de innovación no era la de los tecnócratas. Ahí se entendía como tal procesos diversos estudiados por diferentes investigadores o alumnos, ya fuera el surgimiento de la música de Bach como fenómeno sociológico (Antoine Hennion), la sociología de la radio (Cécile Méadel), la domesticación de las conchas de St. Jaques o vieras (Pecten maximus) y, posteriormente, “La democracia técnica” o los movimientos de las enfermedades que realizó el fundador del Centro (Michel Callon), o bien algunos trabajos dirigidos por Latour como el de Emmanuel Didier acerca de “la exclusión” o el de Dominique Linhardt relativo a la guerrilla urbana en Alemania en la época de la Baaeder Meinhof, “los años del plomo”, entre muchos otros.

Aquí el concepto de innovación va más allá de lo técnico y Callon, siendo ingeniero, pensó en un espacio para las ciencias sociales, lugar donde Bruno Latour pudo desarrollarse continuando sus trabajos acerca de Pasteur con un enfoque absolutamente alejado de la hagiografía con el que generalmente se ha tratado a ese personaje, sino por el contrario desmitificándolo, tratando de entender la ciencia y la tecnología de una manera distinta. Anteriormente se encontraba trabajando en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios (CNAM), enseñando en ingeniería en un área de investigación donde publicó “Le théâtre de la preuve”, en el libro coordinado por Claire Salomon-Bayet Pasteur et la Revolution Pastorienne (Payot, 1986), donde muestra la teatralidad de las demostraciones con las que prueba el resultado de sus experimentos, con una contundencia donde el laboratorio se traslada a la sociedad y entra en el juego de las imágenes, posturas que conduce a la desmitificación de Pasteur como “ser divino” o “semidios”, mostrando además la compleja relación social entre higienistas y pasteurianos, todo ello planteado originalmente en Les Microbes: guerre et paix, suivi de Irréductions, París, Métaillé, 1984.

Posteriormente, sus libros fueron fundamentalmente teóricos: Ciencia en acción, La esperanza de Pandora, siendo Latour, junto con Michel Callon, fundador de la Teoría del Actor-Red. Uno de sus libros más famosos, Nunca fuimos modernos, apareció en 1991, donde pasa del estudio de la estructura y dinámica de la ciencia y la tecnología a una problemática de antropología filosófica ligada a la problemática del mundo contemporáneo. “En la práctica, los modernos no dejaron de crear objetos híbridos que proceden tanto de una como de la otra —naturaleza y cultura— y que se niegan a pensar. Nunca fuimos verdaderamente modernos, y es este paradigma fundador el que es preciso cuestionar hoy para comprender nuestro mundo”. En 1999 Publicó un libro donde aborda frontalmente la Ecología política: Politiques de la nature. Comment faire entrer les sciencies en démocratie, que de ninguna manera es un texto ecologista.

Entre 1982 y 2006 enseñó en el Centre de Sociologie de l’Innovation de la Escuela de Minas de París. Desde 2006 fue profesor del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences-Po). asociado al Centro de Sociología de las Organizaciones (CSO). Desde junio de 2007, fue nombrado director adjunto de esa institución, encargado de la política científica y de evaluación.

En la nota de Le Monde leemos:

“Es uno de los intelectuales franceses más importantes de su generación. ‘El más célebre y el más incomprendido de los filósofos franceses’, había escrito el New York Times el 25 de octubre de 2018.

Famoso y celebrado en el extranjero, ganador del Premio Holberg (2013) y del Premio de Kyoto (2021) por el conjunto de sus trabajos, además de otros reconocimientos, fue doctor honoris causa por las universidades de Lund, Lausana y Montreal y medalla de honor del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Bolonia

Bruno Latour fue, en efecto, un tiempo incomprendido en Francia, tanto sus objetos de investigación parecían dispares, lo que podía enmascarar una gran coherencia. Hay que decir que ha tocado casi todos los campos del saber: la ecología, el derecho, la modernidad, la religión y, por supuesto, las ciencias y las técnicas, con sus inaugurales y detonantes estudios sobre la vida de laboratorio. Tanto más cuanto que, con la notable excepción de Michel Serres, con quien Bruno Latour concibió un libro de entrevistas, Eclaircissements (François Bourin, 1992), la filosofía en Francia se ha mantenido a menudo al margen del pensamiento y de la práctica de las ciencias.

Me preocupa lo que se dice en las distintas notas periodísticas al respecto de su muerte:

Ayer el propio presidente Emmanuel Macron lo recordó. El jefe de Estado publicó un tuit en el que homenajeó al “pensador de la ecología, de la modernidad o de la religión” y dijo que Latour “era un espíritu humanista y plural, reconocido en el mundo entero antes de serlo en Francia”. “Su reflexión, sus escritos, seguirán inspirándonos sobre las nuevas relaciones con el mundo”. La primera ministra, Elisabeth Borne, dijo que los trabajos de Latour “seguirán despertando conciencias”. (La Vanguardia 10-10-2022).

Le Monde le llama: “El pensador del nuevo régimen climático” o bien afirma que “sus reflexiones sobre la crisis ecológica inspiran una nueva generación de intelectuales, de artistas y de militantes”. Y a continuación que: “Él fue el primero en percibir que el reto del pensamiento político residía todo entero en la cuestión ecológica”. En diciembre de 2021, en una entrevista con Nicolas Truong, Latour afirmó que “La ecología es la nueva lucha de clases”, lo cual deja ver la importancia de lo ecológico para la sociología, lo que no lo convierte en un ecologista. Estas tergiversaciones deben tomarse con gran cuidado para evitar la distorsión de su pensamiento, que es de gran riqueza. El mismo 9 de octubre, en el diario Libératión, se dice de él: “el filósofo que ha deconstruido la ciencia [y] teorizó la importancia de los elementos sociales en la elaboración de los hechos científicos”, lo cual sí resalta la trascendencia central de su obra.

Aun siendo biólogo, yo no me acerqué a Latour por cuestiones ecológicas sino por su concepción de la ciencia. Había revisado el libro que escribió con Steve Woolgar, La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos (1979) —la edición española de 1995— y luego el libro coordinado por Michel Serres, Elements d’ Histoire des Sciences (Bordas, 1989), con dos capítulos escritos por Latour: “Pasteur y Pouchet: heterogénesis de la historia de las ciencias” y “Joliot: Punto de encuentro de la historia y la física”. Esas lecturas me motivaron a continuar estudiándolo y un acontecimiento afortunado me permitió establecer contacto con él. Había concluido mi doctorado en aspectos de historia de la institucionalización de la biología en México, y un sábado de ese 1999, en compañía de mi pareja, encontré una revista Mundo científico, donde aparecía un artículo de Latour que traía su correo electrónico.

Animado por mi compañera, le escribí en la noche, obviamente en francés, planteándole si sería posible realizar un posdoctorado con él. Yo estaba seguro de que no me respondería o me diría que no, pero el jueves —por cierto, jueves santo— recibí su contestación, donde me decía que “todo es posible en la vida”, que le mandara un currículum vitae y un proyecto que no excediera 10 páginas para someterlo al colegio de profesores del CSI. Días después recibí la respuesta favorable e inicié el trámite con el CONACyT para obtener la beca y comenzar en enero del año 2000. Así fue como llegué a ese espacio académico extraordinario que era el CSI, y tuve la posibilidad de ser alumno de Bruno, a cuyo seminario de los jueves asistí, además de discutir aspectos de mi investigación, primero todo el 2000 y luego la segunda mitad del 2001. Una de las etapas más ricas y fructíferas de mi vida. Sin duda siempre recordaré a este gran pensador, a este sabio que por desgracia ha dejado nuestro mundo.

A este respecto, a pesar de su insensibilidad, codicia y maledicencia, el Padre Ubú siente, aunque no comprende, la admiración que otros pueden sentir por los demás y el dolor de una pérdida, como un niño ensimismado. Ve algo que le parece ajeno, aunque en el fondo sabe que significa algo.

 

¡Vamos a interrumpir aquí!

 

                                                                                              [email protected]

Ismael Ledesma Mateos

Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.

Ismael Ledesma Mateos
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