Ubú
Marzo 05, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos
El sociólogo de la ciencia Robert K. Merton postuló, en 1968, el efecto de San Mateo, o efecto Mateo, para explicar los sistemas de estímulos y recompensas en el ámbito de la investigación científica, entendido como un fenómeno de acumulación de bienes, riqueza o fama, simplificado por la frase de Percy Bysshe Shelley: “el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre” y el refrán castellano “dinero llama a dinero”. Fue planteado por primera vez por Merton en un artículo publicado en Science: “The Matthew Effect in Science”, que tiene su origen en la parábola de los talentos del Evangelio de Mateo (también en el Evangelio de Lucas 19, 11-27), que sostiene que “al que todo tiene, todo se le dará y en demasía, y al que nada tiene todo se le negará e incluso se le quitará lo poco que tenga”, lo cual es un hecho ineludible en todos los órdenes de la vida académica, haciendo referencia tanto a bienes materiales, como el dinero o los valores inmateriales, como la confianza o el prestigio social.
Esto se da en todos los países del mundo, y tiene consecuencias que implican la dinámica de trabajo de los investigadores, incluso con efectos psicológicos perversos, pues se llega a situaciones donde lo crucial es la acumulación de logros, para poder tener más, lo que se puede ejemplificar como un ciclo de credibilidad (Latour y Woolgar, La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos,1979) donde el que más publica, más estudiantes tendrá y eso generará más datos que repercutirán en publicaciones —los estudiantes son la mano de obra en la investigación, entendida como una manufactura— y eso permitirá la obtención de más recursos económicos, que atraerá a más estudiantes, que producirán más, lo que generará un mayor reconocimiento con un mayor numero de publicaciones y así sucesivamente en forma cíclica.
Así, un investigador que estudió en el extranjero, cuando regresa a su país, por ejemplo, a México, tendrá que instalarse y comenzar a trabajar consiguiendo estudiantes para su laboratorio, que tendrá poco equipo y pocas publicaciones; por lo tanto no será tan atractivo como un investigador ya con tiempo establecido, que aparece como más atractivo por el prestigio que ofrece. Se trata de un escenario desigual, donde el joven tendrá que afrontar estos obstáculos hasta que consiga remontarlos, de acuerdo con el prinincipio “publicas o pereces”. Por eso la ciencia no es como la pintan. Es algo crudo y desgarrador, contrario a la imagen cursi e idílica que muchos tienen de ella.
En todo el mundo existen aparatos que se basan en este fundamento y que constituyen el sistema de estímulos y recompensas, como en México es el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que existe desde el 26 de julio de1984, que surgió como una alternativa para evitar, entre otras cosas, la migración de científicos al extranjero (fuga de cerebros) y proporcionar mejores condiciones salariales para los investigadores, que se convirtió en un sistema de sobresueldos que en los hechos no contribuyó a la elevación de la calidad académica, y sí condujo a “efectos perversos” como la obsesión por los puntajes y la valoración exacerbada de cifras de producción científica, dejando de lado los aspectos cualitativos, poniendo énfasis en lo cuantitativo.
Estatutariamente, para el ingreso al SNI se consideran fundamentalmente las aportaciones al conocimiento científico, tecnológico, social y cultural, mediante la investigación científica o tecnológica, la formación de recursos humanos especializados, la divulgación de la ciencia y la tecnología, la creación de grupos de investigación, el desarrollo de infraestructura científica y tecnológica, así como las labores para vincular la actividad de investigación con los sectores público, social y privado. Las distinciones que confiere el SNI se clasifican en tres categorías, de acuerdo con los requisitos fundamentales que se establecen en este reglamento:
Candidato a Investigador Nacional;
Investigador Nacional, con tres niveles;
Investigador Nacional Emérito.
El SNI cuenta con un Consejo de Aprobación, un Comité Consultivo, siete Comisiones Dictaminadoras, siete Comisiones Dictaminadoras Revisoras, una Junta de Honor, un secretario ejecutivo y un director de área.
En la realidad la posibilidad de transitar de un nivel a otro es algo muy complicado, donde claramente se ve el efecto Mateo, pues hay investigadores con sobrados méritos que no consiguen, por ejemplo, pasar de nivel I a II, o de II a III, existiendo casos sorprendentes y paradójicos, que han llevado a muchos a tomar la decisión de abandonar el sistema, cuya operación es muchas veces frustrante.
El SNI ha pasado por varias etapas. Originalmente surgió como dependencia directa de la SEP, para luego integrarse al CONACyT y, en el momento actual, se encuentra en una etapa de reforma que ha generado fuertes controversias, sobre todo en un sector de investigadores que ven con recelo la política científica y tecnológica del gobierno actual. Cabe mencionar que existe, a mi juicio, una incomprensión y hostilidad acerca de todas las propuestas de la actual dirección general del citado consejo, en una forma de prurito ideológico donde pareciera añorarse una condición anterior, que no era de ninguna forma mejor que la actual, lo cual es desconcertante.
Según un comunicado oficial, en el nuevo Reglamento “se fortalece e impulsa la ciencia básica y la investigación de frontera; permanecen todas las categorías y niveles del SNI: Candidato/a, SNI 1, SNI 2, SNI 3 y Emérito/a; se reconoce la labor docente, así como las actividades de difusión de la ciencia y de estímulo a las vocaciones científicas que realicen las y los miembros del SNI; se mantiene la evaluación por pares. Las Comisiones Dictaminadoras son las únicas autorizadas para evaluar solicitudes y el nuevo Reglamento incorpora mejoras en el uso del lenguaje inclusivo, bajo los principios de igualdad y no discriminación.
Entre las reformas destaca el respeto e impulso a la libertad de investigación en todos los campos del conocimiento, sin exclusiones, de manera tal que se favorece la pluralidad y equidad epistémica en el quehacer académico y científico. Cabe recordar que en la anterior reforma al Reglamento ya había sido incorporada una nueva Comisión Dictaminadora, encargada de evaluar el trabajo de las y los investigadores que desarrollan temáticas inter, multi y transdisciplinarias, las cuales habían sido ignoradas por el Sistema.
El nuevo Reglamento del SNI enfatiza en la necesidad de poner a la ciencia y a la tecnología al servicio del bienestar del pueblo, de la salud y del cuidado del ambiente. Por lo mismo, la reforma valora el trabajo de las y los miembros del SNI que contribuyan a la solución de los grandes retos nacionales, prioritarios para México, como son los señalados en los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces) del Conacyt. Además, en el nuevo articulado se menciona de manera frecuente la importancia e impulso a la ciencia básica y a la investigación de frontera, ambas valiosas e imprescindibles para el desarrollo y liderazgo científico del país.
También se destaca el valor de la labor docente que llevan a cabo muchas de las y los investigadores que forman parte del SNI, la cual había sido minimizada históricamente en los procesos de evaluación, a pesar de tratarse de una actividad integral y fundamental para la formación de nuevas y nuevos científicos. Asimismo, en congruencia con el principio constitucional que mandata, como derecho humano, el acceso a la ciencia y al conocimiento, el nuevo Reglamento del SNI reconoce las actividades de creación y/o difusión de contenidos científicos, así como aquellas acciones que estimulen las vocaciones científicas entre la población”.
Sin embargo, los detractores miembros de la RedProcienciaMx, sostienen que: “con estos cambios ‘desaparecen criterios de calidad para la evaluación de expedientes sustituyéndolos por mérito’, habrá una “designación directa de integrantes de comisiones evaluadoras por el Consejo General en lugar de selección por pares” y una “alineación de criterios de evaluación a los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces)”,
A través de un comunicado, los científicos señalaron que también habrá “sectores estratégicos sujetos a la agenda de Estado” y una “renuncia a la vinculación investigación-docencia”. Asimismo “van a desaparecer “menciones a ciencia básica y biotecnología”, la “vinculación con empresas, gobierno y organizaciones sociales” y “las menciones a cátedras Conacyt. En varios artículos se establece la necesidad de cumplir con una serie de requisitos para pertenecer al Sistema, sin embargo, la redacción abre la posibilidad de que todos estos sean sustituidos por solamente participar en los Pronaces, privilegiando a un pequeño grupo de la Comunidad Académica”.
En este jaloneo retórico puede pensarse que hay una confrontación entre un sector que fue privilegiado por muchos años y que teme perder su condición, en contra de cambios que no parecen nocivos para el sistema, en el juego de la comentocracia-opinocracia y las “fake news”, sin embargo, las cosas se presentan de otra manera.
No obstante, debe quedar claro que con nuevo Reglamento o sin él, el “efecto Mateo” seguirá sin duda imperando en los sistemas de estímulos y recompensas, en México y en todo el mundo.
Al Padre Ubú todo esto le parecería extraño y confuso. Para él la ciencia no existía y en todo caso el recompensaría a quienes le sean leales e incondicionales, aunque esto también pasa en nuestra realidad.
¡Vamos a interrumpir aquí!
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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