Ubú

Electra, Orestes, la libertad y las moscas

Electra, Orestes, la libertad y las moscas

Agosto 13, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos

Portada: Puesta en escena de Las moscas, de Jean Paul Sartre, por Dullin en 1943, Imagen tomada de http://www.maremurex.net/lesmouches.html

 

La mitología griega (asimilada por los romanos) es un referente fundamental para la cultura occidental. En ella encontramos elementos que van más allá de lo literario y estético, incluyendo aspectos históricos, sociales y políticos, psicológicos y filosóficos, particularmente en lo que concierne a la ética y la antropología filosófica, y en lo que toca a la existencia humana. La posición de Jean Paul Sartre es trascendental: utilizar la literatura como un medio para dar a conocer su pensamiento filosófico. El escribió obras de gran rigor teórico, tales como El Ser y la Nada, La imaginación, Lo imaginario, El existencialismo es un humanismo o la Crítica de la razón dialéctica, pero la novela, el cuento y las obras de teatro, junto con sus artículos periodísticos, tuvieron un enorme impacto para el entendimiento de la filosofía existencialista.

Las moscas es una obra de teatro escrita por Jean-Paul Sartre en 1943 que recrea el mito de Electra y su hermano Orestes, quienes buscan vengar a Agamenón, su padre muerto a manos de Clitemnestra y Egisto. La obra se presentó en plena ocupación de Francia por los nazis, los cuales paradójicamente fueron tolerantes hacia ella, aunque se trataba de una obra rebelde, que constituía un acto de resistencia intelectual, un ejercicio de la clandestinidad hecho de manera pública, un teatro de y para la resistencia, con esperanza en el futuro basada en la libertad. Sartre ubica el drama en Argos, como si Argos fuera la Francia de la Ocupación. Electra es un símbolo de integridad moral, pues rechaza negociar sus principios, asumiendo una existencia auténtica, poniendo por delante su deseo de justicia, felicidad y libertad. Se trata de una síntesis del existencialismo ateo, que enfrenta al absurdo, estando presente en todo momento el arrepentimiento, la angustia, la desesperación y el desamparo, como categorías inherentes a la libertad.

Argos es un pueblo en luto permanente, consecuencia del remordimiento impuesto por la pareja real que asesinó al rey Agamenón, crimen impune que condujo al imperio de la culpa y el engaño al pueblo. El rey Egisto, amante de la reina Clitemnestra, se apodera del trono del padre de Electra y Orestes, lo que condujo a una maldición por parte de los dioses que consiste en una plaga de moscas que envuelve a la ciudad y a cada uno de sus habitantes. Clitemnestra y Egisto obligan al pueblo a guardar luto y celebrar la fiesta de los muertos como un medio de expiación y de control: todos temen el regreso, por una noche, de sus difuntos agraviados. Solo Electra, bella y joven princesa, se niega a aceptar la situación e incita a su hermano Orestes a la venganza:

Cuando Orestes está dispuesto a matar a Egisto, Júpiter se lo impide y, posteriormente, el dios se presenta ante el rey Egisto para prevenirle del atentado y solicitarle que lo impida llamando a los guardias. Sabiendo que finalmente morirá, Egisto no obedece. Él y su amante, la reina Clitemnestra, son muertos por Orestes. Finalmente Júpiter confronta a Orestes, buscando que muestre arrepentimiento por asesinar a Clitemnestra y Egisto, y, con ello, lograr otra forma de sumisión, conformismo, luto y sobre todo culpa. El príncipe se niega a asumirla y decide reivindicar su acto, entendiendo que lo liberó y le dio sentido a su existencia, aunque se siente abandonado por Electra, quedando en una completa soledad.

Orestes confronta a Júpiter en uno de los mejores textos de la pieza teatral:

 

“JÚPITER.- ¡Orestes! Te he creado y he creado toda cosa: mira. (Los muros del templo se abren. Aparece el cielo, constelado de estrellas que giran. Júpiter está en el fondo de la escena. Su voz se ha hecho enorme -micrófono- pero apenas se lo distingue). Mira esos planetas que ruedan en orden, sin chocar nunca: soy yo quien ha reglado su curso, según la justicia. Escucha la armonía de las esferas, ese enorme canto mineral de gracia que repercute en los cuatro rincones del cielo. (Melodrama.) por mí las especies se perpetúan, he ordenado que un hombre engendre siempre un hombre, y que el cachorro de perro sea un perro; por mí la dulce lengua de las mareas viene a lamer la arena y se retira ahora fija, hago crecer las plantas, y mi aliento guía alrededor de la tierra a las nubes amarillas del polen. No estás en tu casa, intruso; estás en el mundo como la astilla en la carne, como el cazador furtivo en el bosque señorial, pues el mundo es bueno; lo he creado según mi voluntad, y yo soy el bien. Pero tú, has hecho el mal, y las cosas te acusan con sus voces petrificadas; el bien está en todas partes, es la médula del sauco, la frescura de la fuente, el grano de sílex, la pesadez de la piedra; lo encontrarás hasta en la naturaleza del fuego y de la luz; tu cuerpo mismo te traiciona, pues se acomoda a mis prescripciones. El bien está en ti, fuera de ti: te penetra como una hoz, te aplasta como una montaña, te lleva y te arrastra como un mar; él es el que permite el éxito de tu mala empresa, pues fue la claridad de las antorchas, la dureza de tu espalda, la fuerza de tu brazo.

”Y ese Mal del que estás tan orgulloso, cuyo autor te consideras, ¿qué es sino un reflejo del ser, una senda extraviada, una imagen engañosa cuya misma existencia está sostenida por el Bien? Reconcéntrate, Orestes; el universo te prueba que estás equivocado, y eres un gusanito en el universo. Vuelve a la naturaleza, hijo desnaturalizado: mira tu falta, aborrécela, arráncala como un diente cariado y maloliente. O teme que le mar se retire delante de ti, que las fuentes se sequen en tu camino, que las piedras y las rocas rueden fuera de tu senda y que la tierra se desmorone bajo tus pasos.

”ORESTES.- ¡Que se desmorone! Que las rocas me condenen y las plantas se marchiten a mi paso: todo tu universo no bastará para probarme que estoy equivocado. Eres el rey de los dioses, Júpiter, el rey de las piedras y las estrellas, el rey de las olas del mar. Pero no eres el rey de los hombres.

”(Los muros se juntan. JÚPITER reaparece, cansado y agobiado; ha recobrado su voz natural).

”JÚPITER.– No soy tu rey, larva desvergonzada. Entonces, ¿quién te ha creado?

”ORESTES.– Tú. Pero no debías haberme creado libre.”

(Les Mouches, Gallimard, 1947, Las Moscas, Editorial Losada, 1948)

 

Aquí nos encontramos con la presencia de la libertad, de una manera clara y distinta, que se presenta a la sola luz de la razón, siendo un texto existencialista por demás trascendental.

El Padre Ubú tomo el poder derrocando al Rey legítimo Wenceslao, y masacrando a su familia, menos al hijo Pelelao, que finalmente recupera el trono. Al pensar en la historia de Electra y Orestes, me viene a la mente la similitud de ambas situaciones que nos dan cuenta de constantes en la existencia humana. La lectura de Ubú Rey, de Alfred Jarry, y de Las Moscas, de Jean Paul Sartre, son un referente de gran valor para reflexionar acerca de la condición humana, la existencia y la libertad.

 

¡Vamos a interrumpir aquí!

 

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Ismael Ledesma Mateos

Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.

Ismael Ledesma Mateos
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