Ubú
Febrero 17, 2023 / Por Ismael Ledesma Mateos
Hace muchos años, recién salido de la preparatoria, pude tomar un magnífico curso de verano de Antropología Social en la Escuela de Filosofía y Letras de la UAP. Si no me falla la memoria, el profesor se llamaba Fernando Antonio Lavín Martínez. Fue una experiencia académica muy enriquecedora. Leímos importantes textos que fueron trascendentales en mi futuro. Ahí conocí El pensamiento salvaje, de Claude Lévi-Strauss, y, entre muchos otros, Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis. Leyendo hace poco algunas cosas de culturas urbanas en la Ciudad de México, recordé esa obra, tanto el libro como la película, e incluso me puse a escuchar el tema de ésta, interpretado por Chuck Mangione. La película Los hijos de Sánchez se estrenó en 1978, con Anhony Quinn como actor principal, que la vio en compañía de presidente James Carter y su esposa, lo que da idea del valor cultural que se le dio a la temática.
“Publicado originalmente en 1961, al igual que Antropología de la pobreza, se trata de un libro emblemático para el entendimiento de la cultura mexicana. Fue editado en su primera versión española por el Fondo de Cultura Económica, en octubre de 1964; la segunda edición apareció en diciembre del mismo año. El día 9 de febrero de 1965, el licenciado Luis Cataño Morlet, en una conferencia leída en la sede de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, condenó la obra como obscena y denigrante para nuestro país. Una parte de los asistentes a la conferencia apoyaron las críticas formuladas por el licenciado Cataño Morlet y, basándose en los párrafos del libro leídos por éste, resolvieron por votación que la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística debía consignar ante las autoridades respectivas al autor, a la obra y a la editorial. La denuncia fue formalmente presentada dos días después ante la Procuraduría General de la República, que de inmediato inició una averiguación previa, tomando constancia de las declaraciones tanto de los denunciantes como del doctor Arnaldo Orfila Reynal, director del Fondo de Cultura Económica, y auscultando, a través de los comentarios con que la prensa se ocupó activamente del asunto, la expresión del sentir público. Con fecha 6 de abril de 1965, la Procuraduría dio a conocer su resolución, manifestando que el Ministerio Público se abstenía de ejercitar acción penal alguna por no haber delito que perseguir. Se trata de una anécdota interesante que da cuenta del nivel de prejuicios e ignorancia de la sociedad mexicana de esa época”.
Este libro trata de una familia pobre de la ciudad de México: Jesús Sánchez, el padre, de cincuenta años, y sus cuatro hijos: Manuel, de treinta y dos años; Roberto, de veintinueve; Consuelo, de veintisiete; y Marta, de veinticinco. El autor se propuso ofrecer al lector una visión desde adentro de la vida familiar y de lo que significa crecer en un hogar de una sola habitación, en uno de los barrios bajos ubicados en el centro de una gran ciudad latinoamericana que atraviesa por un proceso de rápido cambio social y económico.
Escribe Lewis: “Otro factor más en el caso de México ha sido la preocupación, tanto de escritores como de antropólogos, con su problema indígena, en detrimento de los habitantes pobres de las ciudades. Esta situación presenta una oportunidad única para las ciencias sociales y particularmente para la antropología de salvar la brecha y desarrollar una literatura propia. Los sociólogos, que han sido los primeros en estudiar los barrios bajos urbanos, ahora concentran su atención en los suburbios, pero descuidando relativamente a los pobres. En la actualidad, aun la mayor parte de los novelistas están tan ocupados sondeando el alma de la clase media que han perdido el contacto con los problemas de la pobreza y con las realidades de un mundo que cambia. Como ha dicho recientemente C. P. Snow: ‘A veces temo que la gente de los países ricos haya olvidado a tal punto lo que quiere decir ser pobre que ya no podemos sentir o conversar con los menos afortunados. Debemos aprender a hacerlo’... Para los que piensan que los pobres no tienen cultura, el concepto de una cultura de la pobreza puede parecer una contradicción. Ello parecería dar a la pobreza una cierta dignidad y posición. Mi intención no es ésa. En el uso antropológico el término cultura supone, esencialmente, un patrón de vida que pasa de generación en generación. Al aplicar este concepto de cultura a la comprensión de la pobreza, quiero atraer la atención hacia el hecho de que la pobreza en las naciones modernas no es sólo un estado de privación económica, de desorganización, o de ausencia de algo. Es también algo positivo en el sentido de que tiene una estructura, una disposición razonada y mecanismos de defensa sin los cuales los pobres difícilmente podrían seguir adelante.”
Y Lewis nos dice más adelante:” Me gustaría distinguir claramente entre el empobrecimiento y la cultura de la pobreza. No todos los pobres viven ni desarrollan necesariamente una cultura de la pobreza. Por ejemplo, las gentes de clase media que empobrecen no se convierten automáticamente en miembros de la cultura de la pobreza, aunque tengan que vivir en los barrios bajos por algún tiempo. Igualmente, los judíos que vivían en la pobreza en la Europa oriental no desarrollaron una cultura de la pobreza porque su tradición de cultura y su religión les daba el sentido de la identificación con los judíos del mundo entero. Les daba la impresión de pertenecer a una comunidad unida por una herencia común y por creencias religiosas comunes. He citado alrededor de cincuenta rasgos que constituyen la configuración de lo que yo llamo la cultura de la pobreza. Aunque la pobreza es sólo uno de los numerosos rasgos que, de acuerdo con mi hipótesis, aparecen, he utilizado el termino para designar la configuración total porque lo considero muy importante. No obstante, los demás rasgos, y especialmente los psicológicos e ideológicos, son también importantes y vale la pena reflexionar sobre esto”.
En resumen, para Lewis “se trata de un sistema de vida, notablemente estable y persistente, que ha pasado de generación a generación a lo largo de líneas familiares. La cultura de la pobreza tiene sus modalidades propias y consecuencias distintivas de orden social y psicológico para sus miembros. Es un factor dinámico que afecta la participación en la cultura nacional más amplia y se convierte en una subcultura por sí misma”.
El Padre Ubú no perteneció a la cultura de la pobreza, pero sí a la del resentimiento social que lo llevó al golpe de Estado que le permitió tomar el control del reino, donde su principal preocupación siempre fue ser el señor de las phinanzas, tal como en México pasó con los gobernantes corruptos.
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Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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