Ubú
Abril 21, 2023 / Por Ismael Ledesma Mateos
Luego del movimiento estudiantil de 1968 y del papel trascendental del Ing. Javier Barros Sierra al frente de la rectoría de la UNAM, la institución se encontró en una coyuntura compleja: quedaban los ecos de la efervescencia del conflicto y se requería que el nuevo rector tuviera la sensibilidad política para dar continuidad al impulso democrático alcanzado por la máxima casa de estudios, con una visión académica de avanzada, acorde a los nuevos tiempos. Afortunadamente la Junta de Gobierno nombró al Dr. Pablo González Casanova, quien ocupó el cargo del 30 de abril de 1970 al 7 de diciembre de 1972, un periodo corto de menos de dos años debido a que fue derrocado en un golpe inmundo impulsado por el gobierno federal.
Cuando asumió la Rectoría, yo tenía tan solo nueve años, pero mi obsesión por la vida universitaria me hizo estar al tanto de lo que acontecía. Evidentemente no seguí las acciones de su rectorado, pero en 1972, ya con 12 años, me impactó la noticia de que dejaba la rectoría. Era el pleno echeverrismo es claro que se trataba de contar con un rector incondicional al régimen y alejado del pensamiento crítico, lo cual contrasta con el discurso ambivalente del presidente, una de sus grandes paradojas.
González Casanova tomó posesión de su cargo como rector con un fuerte compromiso hacia la reforma universitaria, y abordó de forma explícita los problemas de la universidad. En su discurso en ese momento, resumió su proyecto de transformación con las siguientes líneas de acción:
1) La democratización de la educación, entendida como “la apertura de los estudios superiores a un número cada vez mayor de estudiantes” y como el hecho de permitir “una participación más amplia de los académicos y estudiantes en las decisiones y responsabilidades de la Universidad”.
2) La formación de nuevos profesores e investigadores, aunada con la actualización de los académicos en los nuevos desarrollos del conocimiento científico y humanístico.
3) La integración de docencia e investigación, así como el fomento de programas académicos interdisciplinarios a todos los niveles, con el fin de mejorar la calidad educativa, motivar a los estudiantes y renovar los conocimientos.
Como ya se ha escrito, prevaleció, en primer lugar, una política populista, de apertura y que el proyecto de democratización de González Casanova fue tolerado por el gobierno. Pero en una segunda fase, la actitud del gobierno hacia la universidad se endureció. El gobierno contribuyó a la renuncia de González Casanova y la reacción conservadora encabezada por Guillermo Soberón recibió instrucciones, protección y apoyo por parte de altos personajes del sistema político.
En una columna de El Universal Querétaro (20/04/2023), sin autor, se señala: “Auspiciados por el senador priista Rubén Figueroa y algunos líderes sindicales del partido, la Torre de Rectoría de la UNAM fue tomada por Mario Falcón y Miguel Castro Bustos, apoyados por unos diez seguidores y armas de alto poder, con el pretexto del ingreso a la UNAM de alumnos normalistas.
Uno de los extinguidores fue pintado de negro y sobre su arnés de ruedas decían que era un cañón para repeler a quienes quisieran retomar la Rectoría. Incluso Mario Falcón recibió a reporteros metralleta en mano.
Durante 60 días resultó imposible desalojarlos. El rector despachó en el edificio de la Escuela Nacional Preparatoria. El trabajo docente se paralizó. Finalmente salieron los delincuentes de CU, uno de ellos para el exilio en Panamá, mientras que el otro permaneció oculto. Se vivió un extraño episodio de locura y provocación, en el que no faltaron los actos violentos y la irracionalidad. Pero entonces, como en 1966, la aparente radicalidad del movimiento ocultaba sus verdaderos objetivos: desprestigiar la Universidad Nacional, a la universidad pública, y presentarla como ingobernable y asestar otro golpe a la izquierda proveniente del movimiento popular y estudiantil de 1968, que se recuperaba de la era diazordacista”. Fue así que se le obligó a renunciar.
Todo ello se buscó enmarcar en el contexto de un conflicto con el movimiento sindicalista universitario naciente, aunque en realidad la intencionalidad era desmantelar el proyecto democrático de González Casanova que comenzaba a dar frutos, como fue la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) y el proyecto de creación de las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (ENEPs), que ya no pudo poner en marcha. Esta vertiente de política universitaria debe ser reivindicada en una etapa donde pareciera que se ha perdido en la UNAM.
Ya años después fundó, el 20 de enero de 1986, el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades (CIIH) de la UNAM, que más tarde se transformaría (en 1995) en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH). Fue su director hasta febrero del 2000, cuando renunció alegando su repudio a la entrada de la Policía Federal Preventiva para terminar la huelga de 1999-2000.
Sobre sus contribuciones académicas habría muchísimo que decir, su trabajo más reconocido, La democracia en México, se volvió un clásico de las Ciencias Sociales y se usa frecuentemente en las universidades, especialmente en clases de Historia, Teoría Política, Ciencias Políticas, Sociología, Sociedad y Economía. Con esta obra, González Casanova se perfiló como pionero en la investigación sobre los procesos democráticos en México, constituyendo el primer estudio sistemático sobre la estructura del poder, basado en la investigación empírica y animado por una teoría crítica.
González Casanova puso por primera vez en práctica las preocupaciones metodológicas que fundamentaría su obra posterior: la constante construcción de conceptos con los cuales explicar de manera rigurosa, metódica y convincente los más diversos fenómenos de la realidad, recurriendo a diferentes enfoques metodológicos que abarcan tanto las interpretaciones históricas como el uso del marxismo en procedimientos estadísticos y empíricos. Su último libro: Las Nuevas Ciencias y las Humanidades: De la Academia a la Política (Ed. Anthropos, 2004), es una lectura indispensable para el entendimiento del mundo contemporáneo. Ahora, a su muerte a los 101 años, debemos retomarlo.
En el reino de Ubú no había universidades, pero de haberlas tenido, un personaje como Don Pablo hubiera sido molesto para un régimen oligárquico, lo que él siempre combatió.
¡Vamos a interrumpir aquí!
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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