Ubú
Octubre 08, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos
Me sorprende la vehemencia y virulencia de las reacciones de muchos miembros de la comunidad científica ante la acusación de la Fiscalía General de la República contra 31 integrantes del Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Se habla de una persecución, de una “purga”, queriendo con ese término rememorar el stalinismo soviético. La derecha no tiene mesura y sus comparaciones carecen de racionalidad alguna. Parten de la tesis de que México va hacia el comunismo —planteamiento absolutamente absurdo— y toman como pretexto argumentativo cualquier cosa, incluyendo la invitación al presidente de Cuba para que estuviera presente en la conmemoración del inicio de la Independencia. Se ha hecho de esta acusación todo un acontecimiento mediático, donde la comentocracia se ha dado vuelo para atacar a un gobierno “enemigo de la ciencia”, que ha puesto en marcha una embestida en contra de ella.
El excomunista y hoy intelectual orgánico de la derecha, Jorge Castañeda, escribió tres reflexiones al respecto en Nexos (27 septiembre de 2021). La primera: “no tengo la menor duda de que se trata de un ataque decidido e impulsado por López Obrador. Es inconcebible que Alejandro Gertz o la directora del Conacyt hayan emprendido una campaña de esta resonancia interna e internacional por su cuenta. El origen puede yacer en las elucubraciones de la doctora María Elena Álvarez-Buylla, o en las supuestas venganzas del fiscal, pero nadie se avienta un tiro así sin la venia de Palacio Nacional. Si se quisiera una prueba, basta con el llamado ‘efecto corruptor’ que provocarán las declaraciones de López Obrador a propósito de los científicos neoliberales si se llega a juicio. Ni siquiera el juez más morenista, vendido o temeroso podría pasar por alto las declaraciones presidenciales al respecto”.
Aquí resulta más que evidente el encono en contra del Presidente y la intención de culparlo de esta asonada autoritaria, buscando atacar al gobierno y no precisamente la defensa de los acusados; haciendo ver lo que ocurre como una acción contra “los científicos” y la ciencia, cuando en realidad lo que está en cuestión no tiene nada que ver con la ciencia, ni siquiera con política científica, sino con la administración y manejo de recursos económicos, donde la ciencia, la tecnología y la innovación están presentes solo en el discurso. En ningún momento los implicados han sido cuestionados por su trabajo científico, sino por acciones como funcionarios y miembros de una asociación civil, una instancia privada que manejaba recursos públicos para la promoción de la ciencia sin que su impacto se haya visto.
La segunda reflexión de Castañeda es que no cabe la menor duda de “que Gertz le agregó ingredientes de su propia cosecha a las acusaciones. Delincuencia organizada y lavado de dinero, así como forzar un tercer intento de conseguir una orden de aprehensión, son acusaciones o acciones que no pueden provenir de una dependencia menor como el Conacyt”.
La tercera reflexión del excanciller es que: “La cruzada inaceptable contra los científicos en cuestión no se gesta ni se produce en un vacío. Se da en el contexto de una interminable serie de afirmaciones, entrevistas, escritos, medidas y posturas de la directora del Conacyt sobre los horrores de la ‘ciencia neoliberal u occidental’ y las virtudes de la ‘ciencia popular’. No discuto, ni conozco, los méritos académicos de la doctora Álvarez-Buylla. Tampoco tengo idea si sepa quien fue Trofim Lysenko, aunque puedo suponer que en algún momento su abuelo, traductor de la edición del Fondo de Cultura Económica de El Capital, subsecretario de Educación de la República en España, miembro del Partido Comunista Español casi hasta el final de su vida y, según Ricardo Rafael, presidente de la Asociación de Amistad de México y la URSS, se lo contó”.
Invocar a Lysenko, en lo que toca a este conflicto, es un despropósito carente de rigor histórico. No hay punto alguno de comparación. En el caso soviético se dio la imposición de una ideología que, bajo el disfraz de una nueva ciencia, buscaba el control político no solo de sectores académicos sino del ámbito agrario, del campesinado. Con el apoyo de Stalin, Lysenko tomó el control de la Academia de Ciencias de la URSS y, en una sesión de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, enarboló su tesis de la ciencia proletaria y forzó el acuerdo que proscribía la genética mendeliana por el hecho de ser burguesa. Como consecuencia de ello, numerosos científicos, sobre todo genetistas, fueron encarcelados o enviados a Siberia, además de que la instrumentación de sus técnicas llevaron a la pérdida de las cosechas, sobre todo de trigo y papa, al extremo que tuvieron que recurrir a importaciones.
Pero el trasfondo era político, no científico, y como escribió Dominique Lecourt (Lysenko, historia real de una ciencia proletaria, Anagrama,1974), “el problema no era en absoluto académico”.
Castañeda llega al extremo del ridículo al decir que: “La tesis actual de que los 31 científicos acusados se la pasaban despilfarrando el presupuesto del Conacyt entre viajes, celulares, choferes, banquetes y congresos espurios, debido a que se trataba de científicos neoliberales, le viene como anillo al dedo a las tesis de Lysenko” ¿Qué? ¡Habráse visto semejante desatino! Como si hubiera existido el neoliberalismo en tiempos de Lysenko. Y en esa línea de excesos, escribe: “La idea de que el dinero público debe gastarse en ciencia pública, de que la ciencia debe estar al servicio del pueblo, de que los científicos deben estar cerca del pueblo y no estudiando en el extranjero, es una idea profundamente estalinista”.
¡Que barbaridad, hasta dónde llega el fanatismo de la derecha! En primer lugar, el dinero publico sí debe utilizarse en ciencia pública, pero los investigadores en cuestión no utilizaban los recursos para hacer ciencia, ni siguiera privada; lo usaban para onerosas labores de gestión, no generaron publicaciones de investigación ni dirigieron tesis con ellos. Seguramente lo hacen con los recursos de las instituciones en las que trabajan, pero la actividad del Foro no tuvo que ver nada con eso. De manera que hablar de una escalada en contra de la ciencia y los científicos es pura ideología y demagogia. ¿Hubo cuestionamientos a su pensamiento científico y tecnológico, a sus investigaciones? Claro que no, por ello invocar a Lysenko es una tontería.
Claro que los científicos deben estar cerca del pueblo y de la sociedad en su conjunto, eso no tiene por qué ser criticado, es su misión, principalmente en una sociedad con desarrollo incipiente. Claro que se requieren alianzas con la industria, con las empresas, con todos los sectores gubernamentales, pero en condiciones de equidad, donde la ciencia sea beneficiada y se ponga al servicio de un proyecto democrático de nación. Decir que los científicos no deben estar estudiando en el extranjero es parte de la campaña de ataque y desprestigio en contra de la dirección del Conacyt; y concluir que son ideas “profundamente estalinistas” ¡es el colmo!, por decir lo menos.
El cuestionamiento que la Dra. Elena Álvarez Buylla hace a la ciencia neoliberal se enmarca en el contexto de la llamada 4T, en el siglo XXI, y no tiene relación alguna con lo acontecido entre los años treinta y sesenta en la Unión Soviética, particularmente en la sesión de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas del 31 de julio al 7 de agosto de 1948, titulada “La Situación de las Ciencias Biológicas”, donde se impone definitivamente la tesis de la ciencia proletaria.[1] Nada que ver en lo absoluto con la ciencia mexicana. Tal como en el caso Lysenko, lo académico no es lo central, sino el desarrollo de formas de dominación y control basadas en ideología. En el caso de los 31 científicos acusados, no por su trabajo en la ciencia y la investigación, sino por cuestiones administrativas, se trata también de un conflicto derivado de la pérdida de espacios de poder, de su imposibilidad de continuar como un grupo capaz de dominar y controlar la ciencia desde una instancia privada, como es el Foro Consultivo, lo cual tiene como base la ideología neoliberal.
Lo interesante es cómo los comentócratas, los medios adversos al gobierno de López Obrador y varios sectores de la comunidad científica se han volcado en defensa de los acusados, mostrándolos como víctimas, como perseguidos por acciones inauditas, cuando en realidad lo que puede verse es un anclaje en vicios del pasado que produjeron élites aisladas, cerradas, impenetrables por la gran mayoría de los investigadores, que —pienso— es lo que la Dra. Álvarez Buylla ha cuestionado: esa ciencia neoliberal que no se define intrínsecamente, conceptualmente, como la ciencia burguesa y la ciencia proletaria del lysenkismo, sino por sus intereses económicos y los usos que se le da al servicio del sector empresarial.
El Padre Ubú tenía un reino sin ciencia, tecnología e innovación. No estaría al tanto de estas problemáticas, aunque era un autoritario como Stalin y Lysenko, porque su ámbito no era el científico, ni el del conocimiento, sino el del poder absoluto y, sobre todo, su obsesión por ser el Señor de las Phinanzas. Pero curiosamente, los 31acusados quisieran mantener ese papel de señoras y señores de las Phinanzas, y al ver esto en riesgo se han victimizado buscando el apoyo de una comunidad por la que, hasta donde sé, no hicieron nada, aunque paradójicamente han conseguido fuerte apoyo.
¡Vamos a interrumpir aquí! [email protected]
[1] A este respecto ver: Ledesma, Ismael, “La cuestión de Lysenko”, Ciencias, No. 9, pp. 54-61, 1986
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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