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Salarios y claroscuros en la UNAM

Salarios y claroscuros en la UNAM

Enero 28, 2022 / Por Ismael Ledesma Mateos

A partir del comentario del Presidente acerca de la derechización de la UNAM y la incorporación de la ideología neoliberal se generaron controversias y debates al respecto. He leído y visto en televisión varios abordajes del tema, y algunos han puesto énfasis en el asunto de los salarios en la institución. Me parece que en mucho los enfoques de los analistas y comentaristas es incorrecto y carente de una perspectiva real de la situación universitaria, de por sí muy compleja. De entrada, se trata de un ámbito desigual y heterogéneo, lo que tiene sus raíces en su historia.

En un reportaje que leí, se enumeraban los salarios de los directivos y funcionarios, desde el Rector y los directores de escuelas, facultades e institutos hasta los profesores e investigadores de las más altas categorías, contrastándolos con los bajos salarios —por no decir miserables— de los profesores de asignatura que trabajan por horas de clase. Se trata de una estructura estamental que supuestamente obedece a los méritos académicos, lo cual no es del todo cierto. No obstante, un sistema de valoración de los méritos si es necesario. El problema es que en múltiples ocasiones imperan criterios no académicos, influyentismo, burocracia, recompensas a la incondicionalidad y cosas así.

Es absurdo invocar la “austeridad republicana” para disminuir los salarios, como es aberrante que existan salarios elevadísimos como ocurre con los altos funcionarios de la UNAM, pero el debate acerca de la situación de la institución no debe centrarse en ello. De ninguna manera es aceptable que se cuestionen los salarios de profesores e investigadores de los más altos niveles, la importancia de su trabajo y sus contribuciones lo ameritan, pero creo que los funcionarios de ninguna manera deberían ganar más que ellos. Por el contrario, debería considerarse que sus cargos son un honor y ganar el salario correspondiente a la más alta categoría académica, además de los estímulos y recompensas establecidos estatutariamente.

Lo importante sería diseñar un procedimiento para compensar la situación salarial de los profesores de asignatura. En la UAP, durante el rectorado de Alfonso Vélez Pliego, teníamos el proyecto —algo utópico— de que todos los profesores tuvieran plaza de tiempo completo y al momento de la reforma al bachillerato, cuando lo pasamos de 2 a 3 años debido a las presiones de la SEP, la manera de concertar el cambio fue ofrecer que los profesores que tenían horas en una preparatoria y medio tiempo en otra se fusionaran para tener tiempos completos. La resistencia del profesorado era muy fuerte, pero con esa medida pudimos convencerlos. Yo estuve al frente de esa operación y le dije al Director General de Educación Superior de la SEP, Antonio Gago Huguet, que esa transformación tenía un consto político, un costo académico y un costo económico. El costo político y el costo académico los asumíamos nosotros, la UAP, pero el costo económico lo tenía que asumir la SEP. Y lo logramos.

Un segundo momento del proyecto fue la creación de la Escuela de Biología, donde desde su inicio sostuve el principio de que no debía haber profesores de hora-clase, solo de tiempo completo. Era una escuela pequeña, recién fundada, con pocos profesores, pero todos con plaza de tiempo completo; luego conseguí, antes de dejar de ser director, que fueran definitivos. Eso implica una concepción de la vida académica que busca la cobertura integral de la docencia, la investigación, la formación de recursos humanos y la difusión y divulgación del conocimiento. No solo dar clases.

La UNAM debería iniciar un proceso tendiente a remontar esa desigualdad inhumana, pero no disminuyendo salarios de las altas categorías sino buscando el incremento en plazas en los casos que se ameriten. Sería sin duda algo muy costoso, pero de gran valor para la nación; dinero sí hay y con la nueva reforma energética habrá más, a pesar de lo que digan los comentócratas y opinócratas de la derecha. Pero la discusión acerca de la UNAM no debe centrarse en los altos salarios de una élite, sino en un problema estructural y funcional que implica una renovación de fondo que implicaría una nueva Ley Orgánica y la desaparición de la Junta de Gobierno, pasando a una elección directa del rector y los directores.

Se olvida que la UNAM surgió como una institución ligada a la derecha. La autonomía no era una demanda libertaria, sino una forma de alejamiento de los gobiernos revolucionarios y un punto crucial se dio con la llegada al poder del general Lázaro Cárdenas, donde el rector era el reaccionario ultraderechista Fernando Ocaranza —el enemigo y detractor de Alfonso L. Herrera—, que llevó a pensar a Cárdenas en cerrarla, pero sus asesores le plantaron una mejor alternativa: crear otra universidad, que fue el Instituto Politécnico Nacional, tal como ocurrió en Francia cuando la universidad se negaba a cooperar con el gobierno populista de Napoleón Bonaparte y entonces se consolidó el sistema de las grandes escuelas, principalmente la École polytechnique.

En la historia de la UNAM hay grandes claroscuros. De hecho, momentos brillantes en términos democráticos y de izquierda se dieron en el rectorado de Javier Barros Sierra y luego el efímero pero grandioso periodo de Pablo González Casanova. Pero, en efecto, con Guillermo Soberón la universidad comenzó su derechización, en una fluctuación compleja con rectores de centro, como Carpizo y Sarukhán, de derecha como Barnés y de centro izquierda como Juan Ramón de la Fuente y con una cúspide neoliberal con José Narro Robles, un priista irredento.

No obstante, la UNAM está a debate y debemos cuidarla y protegerla de los embates de ultrosos trasnochados, de derecha y ultra izquierda.

 

En el reino de Ubú no había universidades, no era algo trascendente para él. Quizá le hubiera gustado tener una escuela de phinanzas, pero de ello era mejor que se encargara la madre Ubú y el orden le correspondía al capitán Bordura. Eso era para él un mundo feliz, lo que lo condujo a ser derrocado. Sin intelectuales a su favor, sin educación, sin universidades, su reino estaba condenado al fracaso, como pasa a todos los autócratas —como Franco en España—, que solo piensan en acabar con la ciencia y el intelecto.

 

¡Vamos a interrumpir aquí ¡

 

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Ismael Ledesma Mateos

Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.

Ismael Ledesma Mateos
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