Ubú
Marzo 03, 2023 / Por Ismael Ledesma Mateos
El problema de la protesta social tiene múltiples matices, desde las revueltas escolares elementares hasta los grandes movimientos estudiantiles como los que se dieron en todo el mundo en los años sesenta y posteriores, como la gran huelga de la UNAM en1999. Para mí, desde los 12 años, encabezar la protesta fue algo estimulante. Cuestionar y criticar lo establecido era fundamental. Eso inició en la secundaria, pero en la preparatoria fue excepcional. Se trata de una protesta intrínseca, cuasi natural, no inducida. Por eso irrita ver protestas sin sentido, como las de la derecha mexicana actual.
El tomar las calles, ha sido una expresión popular, algo vinculado con la libertad y la izquierda, sobre todo en América Latina, aunque también los fascistas tomaron las calles antes de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un fenómeno importante que permite aglutinar a la gente y generalizar valores compartidos y un sentido de pertenencia de grupo. Hay manifestaciones espontáneas y otras organizadas, pero el resultado siempre se verá en el número de asistentes.
A veces hay que movilizar a los participantes, el acarreo, pero en otras ocasiones eso no es posible. Yo recuerdo, cuando se dio la toma de El Carolino en 1976, que organizamos una manifestación en apoyo al rector, el Ing. Luis Rivera Terrazas, y le dije a un amigo: “no va a funcionar, no tenemos capacidad de acarreo”, y sin embargo las calles se desbordaron en nuestro apoyo. Me trepé a un poste y vi la cantidad de gente, era impresionante y eso hizo que el gobierno sacara a los agresores que había enviado.
Aquí, frente al escritorio donde preparo esta columna, tengo en la pared la foto de una marcha que organicé cuando era director de la Escuela de Biología de la UAP en protesta contra la rectoría. Fue pequeña, pues la escuela era chica, pero políticamente contundente, lo que era el objetivo. Mi ámbito es el universitario, por lo que es obvio que mis ejemplos se refieran a universidades, sobre todo a Puebla, donde por muchos años, a partir de la reforma universitaria de los años sesenta, existió una politización extraordinaria que se ha perdido por la derechización impuesta por los rectorados a partir de 1993.
La protesta política es digna de estudios sociológicos y antropológicos profundos, y a este respecto rescato un texto de Gabriela Rodríguez Hernández, que aborda el tema “De la participación política a la protesta política”, donde escribe:
“En un intento por explicar la auténtica génesis del proceso de movilización y acción política se retoma a Sabucedo (1996), quien señala que no se trata de afirmar que el descontento y las injusticias son las responsables de este tipo de acontecimientos ni de asumir un tanto a la ligera que, dado que están tan extendidas en la sociedad, no merecen una atención especial; todo lo contrario, los movimientos colectivos contemporáneos ya no pueden definirse y explicarse con esquemas de carácter reactivo, de tipo estímulo-respuesta, sino como contestación a una crisis con el intento de reconstrucción del sistema, donde ya no es posible seguir explicando y entendiendo este tipo de movimientos en términos de estructura, ya que esta línea no aporta casi nada a su entendimiento y no explica cambios de comportamiento, actitudes, acciones y motivaciones (Sader, 1990), interés trascendental de la psicología social. Por eso se propone que su análisis sea enfocado en los actores sociales, con la finalidad de mostrarlos, describirlos, explicarlos e interpretarlos, al considerar sus subjetividades, sus intereses y afectos para dar cuenta, así, de la complejidad de una sociedad que no se reduce a dinámicas y lógicas estructurales, inmersa en tensiones que sólo da como saldo conflictos.
”De lo anterior, este tipo de comportamientos colectivos se vislumbran como negociaciones y no sólo como conflictos, cuyo fin no es únicamente reaccionar a problemas concretos en espacios sociopolíticos específicos, sino también conseguir cambios en las estructuras sociales, crear espacios de práctica social donde el poder político no es tan fundamental como el ubicarse a modo de precursores y custodios de sus propias ideas y propuestas; de lo que destaca un carácter colectivo organizado, pluriclasista, cuyo objetivo es configurar una opción alterna creada a partir de su identidad cultural y su diario devenir, donde el sujeto social se humaniza y, por lo tanto, tiene voz, identidad y participación. Seoane, Godas, Arce y Sabucedo (1987) ya señalaban tres formas de participación política: la convencional, la no convencional y la protesta política; esta última aparece cuando los ciudadanos reclaman y exigen y, por ende, no asisten o colaboran con las instituciones existentes, lo que los orienta a considerar otro tipo de propuestas y conductas con la intención de tener injerencia en el ámbito de lo público.
”Lo reseñado en párrafos precedentes sustenta la idea de que las movilizaciones, las marchas así como el surgimiento de un sinfín de agrupaciones y asociaciones en la esfera pública son reflejo de la protesta política. La cual debe ser entendida como todas aquellas acciones colectivas que se llevan a cabo con el objetivo de cuestionar cualquiera de los elementos que configuran la esfera pública, producto de una transformación de la conciencia colectiva de los actores implicados. Por eso la intención de este trabajo es avizorar y hacer inteligibles los cruces básicos para explicar la protesta política como un comportamiento colectivo, el cual es un fenómeno universal e histórico, ya que en todas las épocas y latitudes ha existido. Partiendo del hecho de que la manifestación más importante de todo ser humano y grupo social se presenta relacionada con su propia identidad, el reconocimiento de su lenguaje, sus prácticas sociales, sus hábitos y aficiones, así como con la producción de nuevas actividades y tareas, lo que le permite encontrar y construir un sentido coherente de lo que hace, de lo que tiene y de lo que dice.
”En definitiva, la protesta política no es algo que se encuentra en cuestiones de índole individual o social de manera aislada, sino en la combinación y conjugación de ambas, ya que tiene como objetivo resaltar los problemas sociales producto de definiciones colectivas y no sólo de realidades externas y objetivas. Es lo que se encuentra en la vida diaria, en los encuentros con los otros, en la calle, en el devenir del día a día, en los cotidianos itinerarios ciudadanos. Las protestas son un asunto de relaciones entre seres humanos, de esferas de sentido, de ámbitos de intercambio, de discursos, de dinámicas y tensiones entre lo público y lo privado; por lo que no puede concebirse fuera de la realidad psíquica ni independiente de lo social donde ésta se imprime. Lo que sin duda remite a procesos de significación, interpretación y construcción de significados, puesto que tiene lugar en la interacción entre los individuos (Klandermans, 1992). Tales significados surgen de los procesos en los que los actores sociales desarrollan nuevas concepciones sobre lo real y lo imaginario, lo justo y lo injusto, etcétera, es así como los significados se convierten en un tema central que remite a la experiencia subjetiva de las personas, a la forma en que se perciben e interpretan los elementos sociales, por eso el tema es mucho más complejo de como en un inicio se había planteado y la primera maraña se encuentra en su propia conceptualización”.
En el momento político actual de México, donde la lucha política, expresión de la lucha de clases, se ha agudizado, la derecha ha recurrido a salir a las calles, a marchar o hacer mítines en contra de la transformación del país, con gente que ignora a qué acude. Envuelta en la confusión y el odio a un gobierno popular han recurrido al recurso de manifestarse, ridículos vestidos de rosa, no se dan cuenta que lo que apoyan es a un grupo oligárquico, pero no tienen idea de lo que hacen y sí, son digno objeto de análisis sociológico y antropológico.
El padre Ubú en su minúsculo reino no enfrentó marchas ni movilizaciones, pero con seguridad le hubieran irritado las protestas y hubiera enviado al capitán Bordura a reprimirlas. Esto ocurre en todo el mundo, en distintos momentos y dependiendo de los gobiernos en turno, pero sin duda la protesta social es un motor de la democracia.
¡Vamos a interrumpir aquí!
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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