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Stephen Jay Gould y la falsa medida del hombre

Stephen Jay Gould y la falsa medida del hombre

Febrero 12, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos

Indudablemente uno de los más grandes evolucionistas contemporáneos fue Stephen Jay Gould (1941-2002), un paleontólogo estadounidense, geólogo, biólogo evolutivo, historiador de la ciencia y uno de los más influyentes y leídos divulgadores científicos de nuestra época, que dejó una huella imperecedera por su enorme habilidad comunicativa y explicativa. Su principal contribución a la biología evolutiva fue la “teoría del equilibrio puntuado”, que desarrolló con Niles Eldredge en 1972. La teoría sostiene que la mayoría de los procesos evolutivos están compuestos por largos períodos de estabilidad, interrumpidos por episodios cortos y poco frecuentes de bifurcación evolutiva. La teoría contrasta con el gradualismo filogenético, la idea generalizada de que el cambio evolutivo se caracteriza por un patrón homogéneo y continuo.

            Gould ejerció la docencia en la Universidad de Harvard y trabajó en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, además de impartir clases de biología y evolución en la Universidad de Nueva York. La mayor parte de su investigación empírica se basó en los géneros de caracoles terrestres Poecilozonites y Cerion, y además contribuyó a la biología evolutiva del desarrollo, siendo por demás remarcable su obra Ontogeny an phylogeny (1977), que es un extenso tratado donde plantea la necesidad de que la biología evolutiva vuelva retomar el estudio de la biología del desarrollo, como ocurrió en los orígenes del pensamiento evolucionista darwiniano, antes de ser dominado por la genética y la genética de poblaciones, que llevó al abandono de la embriología con la que al inicio estaba aparejada, gracias al gran promotor del evolucionismo darwiniano Ernest Haeckel.

Como divulgador y difusor de la ciencia, Gould publicaba periódicamente extraordinarios ensayos en la revista Natural History que fueron reimpresos en libros, entre los que sobresalen Desde Darwin, El pulgar del panda, Dientes de gallina y dedos de caballo, La sonrisa del flamingo, Brontosaurus y la nalga del ministro, ocho cerditos, La vida maravillosa y La grandeza de la vida, entre varios más. Poco tiempo antes de su muerte, Gould publicó un largo tratado recapitulando su versión de la teoría evolutiva moderna llamado La estructura de la teoría de la evolución (2002).

En su teoría evolutiva se opuso al seleccionismo en sentido estricto y dogmático, a la sociobiología aplicada a seres humanos y la psicología evolucionista. Hizo campaña contra el creacionismo y propuso que la ciencia y la religión sean consideradas dos ámbitos distintos, cuyas autoridades no se superponen.

Sin embargo una de sus obras más trascendentales por la manera como conjugan la ciencia de la biología con aspectos sociales es La falsa medida del hombre (1981), que motivó la escritura de este texto. El autor aborda el tema de la psicometría y los tests de inteligencia —aquí recuerdo el libro Los psicofarsantes de Maurice de Montmollin—. Gould hace un estudio de los métodos de la craneometría del siglo XIX y de la historia de los tests psicológicos. El paleontólogo de Harvard afirmaba que estas dos teorías se desarrollaron sobre la base de una infundada creencia en el determinismo biológico, en el punto de vista por el cual “las diferencias económicas y sociales entre los grupos humanos (razas, clases sociales y sexos) se dan por distinciones heredadas e innatas y la sociedad, en ese sentido, es una exacta réplica de la biología”, lo que es una muestra de la ideología del biologismo. La falsa medida del hombre se considera el libro más controvertido de Gould, que ha recibido elogios y una gran cantidad de críticas negativas por parte de psicólogos, e incluso varios reclamos de malinterpretación.

A este respecto he leído un artículo de Gerardo Herrera Corral titulado “El racismo y la falsa medida del hombre” (Milenio, 7-05-2016), donde el autor critica a Gould diciendo que publicó en la prestigiosa revista Science (1978) un artículo que debatía los resultados y los métodos de Samuel George Morton (1799-1851), acerca de características raciales. “Posteriormente, en La falsa medida del hombre, Gould revisaría el afán humano por determinar la inteligencia de las personas con pruebas psicológicas, craneometría, estudios anatómicos del cerebro y con el socorrido IQ de nuestros días.

”La crítica de Gould a la manipulación de datos que condujo a Morton al diagnóstico de las capacidades e incapacidades de las razas humanas se convirtió en un icono del manejo tendencioso de la información. Su libro era una lectura obligada para los estudiantes involucrados en el análisis de datos y significó el descrédito de Morton, en tanto mostraba que éste había manipulado los datos, cometido errores de análisis y falseado algunas de las medidas de su amplia colección de cráneos. ‘Morton no hizo distinción de cráneos por sexo’, aseguraba Gould, lo cual era importante porque la estatura cuenta mucho en todas las estructuras óseas. Asimismo, Gould denunciaba que, en el caso de los caucásicos, Morton había retirado cráneos que hubieran bajado el valor de la media y mezcló cráneos de Sudamérica con otros de indígenas norteamericanos para conservar la jerarquía que probablemente tenía en mente con antelación.

Treinta años después de la publicación del libro, un equipo de especialistas revisó el trabajo de ambos: Samuel Morton y Stephen Jay Gould. Concluyó que efectivamente hubo un sesgo en el análisis de los datos pero que éste no fue de Morton para apoyar sus prejuicios racistas sino de Gould para defender su integracionismo. Quien manipuló los datos no fue el científico racista, sino el antirracista.

Estudios recientes indican que la variación de la capacidad craneana en las poblaciones humanas depende fuertemente del clima. Los grupos nativos de América ocuparon todo el continente y, no obstante, muestran una gran variación en la capacidad craneana. Las mediciones parecen revelar una dependencia de esta última con la latitud.”

Resulta difícil creer que Gould manipulara los datos, habría que valorar la autoridad académica y moral de los especialistas mencionados, que a mi juicio parece sesgada en favor de Morton, lo cual podría pensarse obedece a razones ideológicas. El analiza de forma completa los datos originales de Morton respecto al volumen endocraneal y afirma que los resultados originales fueron claramente sesgados y manipulados, errores que van desde la selección de los datos hasta la manipulación directa de los resultados numéricos. Según Gould, cualquiera de las conclusiones de estos primeros estudios, que llevaron a ordenar según el tamaño los cerebros y, por lo tanto, la inteligencia esperada, de diversos grupos étnicos, desde los negros a los blancos, pasando por los mongoles, no está basada en ningún dato científico. Esta afirmación ha sido criticada por otros estudios, como el realizado por John Michael en 1988 a partir de las notas de Morton, en el que se afirma que “contrariamente a la interpretación de Gould, la investigación de Morton fue realizada con integridad”, si bien el mismo autor encuentra algunas discrepancias en los cálculos de Morton. No existen hasta el momento respuestas definitivas a esta controversia.

En su artículo “La construcción del otro asimétrico: mitos científicos entre los siglos XIX y XX, en la Revista argentina de sociología (2004), Dora Barrancos señala al respecto de Morton: “Al rellenar los cráneos con las semillas de mostaza, un acuerdo invisible pero no menos eficaz hacía que retaceara material cuando un cráneo no caucásico parecía demandar más de lo conveniente. La operación, entonces, mezquinaba semillas. Cuando se trataba de cavernas dignas de una generosa ofrenda, la mano de Morton no trepidaba. Y lo mismo ocurrió con el plomo: la corrección tecnológica no superó la tecnología de los ideogramas. Gould experimentó nuevamente con el juego de las mediciones en la misma colección de Morton y casi no encontró diferencias entre los grupos raciales. Sus valores se ubicaron entre las 83 y 87 pulgadas cúbicas y hasta pudo establecer alguna superioridad en grupos no caucásicos. Sobre estas evidencias, Gould describió algunas cuestiones que condicionaron severamente la tarea de Morton y que coadyuvaron para que arribara a falsas conclusiones, a saber:

”a) Las actividades de Morton no pudieron sortear sus involucramientos sociales, así como sus tendencias incongruentes y sus criterios axiales sobre la desigualdad humana. Eso lo predispuso a aceptar tipos de muestras que, de una parte, redujeron la presencia de algunos grupos, como ocurrió con los descendientes de incas, de quienes poseía muy bajo número de unidades, o a prescindir de otros (notadamente de origen indio) para no alterar lo que esperaba de la raza caucásica.

”b) Cientistas como Morton no revisaban las relaciones epistémicas con los preceptos de sentido común, relaciones éstas impregnadas de una subjetividad acrítica que no se permitía dudar de la base argumental en que se apoyaban las secuencias deductivas.

”c) Morton y buena parte de sus seguidores ignoraban la elemental relación entre volumen craneano y medida física general. Esto resultaba crucial en el caso de los cráneos femeninos. Pero, a menudo, se ignoraba el sexo correspondiente al cráneo bajo estudio, de modo tal que buena parte de los cráneos no caucásicos medidos por Morton eran de mujeres y, por lo tanto, inevitablemente más pequeños.

”d) Finalmente, Gould encontró evidencias de redondeos tendenciosos, que subían o bajaban según del grupo a que pertenecían los cráneos y significaron una acumulación insalvable de errores.

”Una evaluación general del obsesivo estadio de medir calaveras con el fin de construir científicamente la supremacía blanca muestra que no hay fisuras, y que la otredad es siempre un término asimétrico. Gould nos advierte sobre el ascenso racialista del siglo XIX”.

Gerardo Herrera termina su texto afirmando: “Si Morton vio solo lo que quería ver y Gould sesgó los datos para justificar su integracionismo no es lo más relevante de la historia. El filósofo Eric Hoffer decía: ‘Normalmente solo vemos lo que queremos ver; tanto es así que a veces lo vemos donde no está’.

”No podremos evitar a los científicos parciales pero sí podemos evitar el sesgo de los datos y al final no mediremos la grandeza de los hombres por su honestidad sino por la profundidad de su mirada”.

No creo de ninguna manera que Gould haya sesgado nada y sí lo creo de Morton. Se trata de una controversia y de un debate trascendental que no debe dejarse de lado y definitivamente yo coincido con los planteamientos de Gould y su combate a las ideologías racistas, que algunos buscan reivindicar. Gould fue un científico e intelectual comprometido con la sociedad y La falsa medida del hombre fue una gran muestra de ello.

Al Padre Ubú le desconcertaría este tema de la craneometría. ¿Qué pensaría de sí mismo con su cabeza cónica en un cuerpo regordete. ¿Cómo habrá medido Morton ese cráneo y dónde lo ubicaría? Pero esa extraña cabeza tenía como característica estar llena de ideas obtusas, que le permitieron dar un golpe de Estado y gobernar autoritariamente su reino imaginario. ¿La medición del cráneo nos daría una respuesta?, ¡ yo creo que NO!

 

¡Vamos a interrumpir aquí!

 

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Ismael Ledesma Mateos

Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.

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