Ubú
Noviembre 04, 2022 / Por Ismael Ledesma Mateos
Hace años envié un artículo acerca de este tema a una revista internacional arbitrada dedicada a la historia de la ciencia, que se edita en España. La respuesta que recibí me pareció indignante: decía que lo enviara a una revista mexicana y que cualquier país o ciudad del mundo tuvo un primer bacteriólogo, lo cual me pareció una estupidez y una majadería, carente de una idea de la historicidad y de rigor metodológico. Con antelación le había enviado el artículo a un amigo que había publicado en la revista y le había parecido correcto e interesante. El resultado me decepcionó y por exceso de trabajo abandoné el tema. Pero años después, bajo otra perspectiva, me parece apasionante y digno de ser retomado.
Un aspecto crucial para la comprensión de la historia de las ciencias es la distinción entre centros y periferias —o incluso semiperiferias— y, en el caso que nos ocupa, se trata de la introducción de una disciplina emergente en una importante ciudad de un país emergente, lo cual no es en absoluto trivial. Resulta de gran trascendencia el conocimiento del desplazamiento espacial y temporal de los conocimientos y la manera como se adecuan a la realidad a la que llegan, lo que he llamado “asimilación y domesticación social” (Ledesma-Mateos, Ismael, Manguinhnos ,2008) ¿Cómo se supo de la microbiología en México y particularmente en Puebla? ¿Cómo surgió la palabra “microbio” y su diferencia con bacteria? Bacteria era un término de origen alemán y por el odio de Pasteur contra ese país —no toleraba a Alemania—, buscó otra palabra. No ver eso, es no entender la historia. Y aquí entra en juego la dimensión espacial y temporal, la geohistoria de la ciencia y el pensamiento, donde la política siempre está presente.
En México, la presencia de Francia fue muy importante en la intención de europeizar y modernizar la educación; y eso fue algo que México incorporó luego de derrotar a los franceses, acabar con el Imperio de Maximiliano y restaurar la república. El modelo académico fue fundamentalmente francés. Y el modelo científico proveniente de ese país tenía entre sus principales pilares a la microbiología. Una de las instituciones más importantes del país fue el Colegio del Estado de Puebla, con un modelo educativo innovador, donde la historia natural y la microbiología no podían estar ausentes.
La aparición del micromundo fue un acontecimiento determinante en la historia del pensamiento y aunque comenzó a ser estudiado durante muchos años, fue hasta el siglo XIX, en su segunda mitad particularmente, cuando tuvo un impacto determinante. La aparición de esos seres que causaban la enfermedad y que podían ser controlados para permitir y preservar la salud no era solo una cuestión científica, sino algo político de gran trascendencia. Como analizó Bruno Latour en su extraordinaria obra Microbes, guerre et paix, traducida al inglés por Alan Sheridan y John Law como The pasteurization of France, la aparición del microbio como actor social produjo enormes transformaciones sociales y políticas que, en el caso de Francia, fueron cruciales para la caída del imperio de Napoleón III y el establecimiento de la III República. Pero eso también impactó a otros países como México.
El microbio no es solo un bicho, es un actor político y social con una incidencia determinante en la historia como un “actor no humano”, que incidirá de diferentes maneras en la relación entre la ciencia y la sociedad. El microbio, la vacuna y la inmunización se convirtieron en actores políticos para la derrota del imperio, a pesar de que Pasteur era un fundamentalista católico, admirador de Napoleón III y enemigo de la República. Antievolucionista radical, adversario del darwinismo, combatió a la generación espontánea para apoyar el creacionismo. Pero paradójicamente sus ideas fueron de utilidad para la III República, pues el higienismo fue de utilidad para vincular a las clases populares con el nuevo Estado.
En México, con seguridad, esas cuestiones no se conocían, pero sí el impacto de la microbiología y su importancia para la salud. Y el Colegio del Estado en Puebla, fue trascendental para la historia del conocimiento en la entidad. Luego de la supresión de los cultos religiosos, el que fuera Colegio del Espíritu Santo se convirtió en la vanguardia de la educación y con la restauración de la república se buscó hacer que fuera la institución impulsora de los grandes cambios necesarios para el desarrollo nacional; y aquí, la microbiología, la fisiología, la historia natural y la astronomía eran cruciales. El edificio Carolino se convirtió en un espacio emblemático del desarrollo científico y a ello contribuyeron Pedro J. Senties, fundador del Gabinete de Historia Natural, y Manuel Vergara Romero, que en 1896 creó formalmente el Gabinete de Histología Normal y Bacteriología.
El 23 de mayo de 1894 el Dr. Francisco Sánchez, presidente del Colegio del Estado (de Puebla), participó al gobierno que en dicho establecimiento se practicaban varios trabajos de bacteriología que requerían la creación del correspondiente laboratorio y propuso que para elaborar el proyecto, que había de someterse a la aprobación superior, se comisionase al Dr. Manuel Vergara, profesor de Histología normal y patológica y de Bacteriología, para estudiar en el Instituto Médico de la capital de la república los aparatos y utensilios que se usaban y habían producido mejores resultados e informar al colegio de sus observaciones.
Vergara fue a México y sin limitarse a ver el Instituto Médico Nacional, estudio también la Sección de Bacteriología del Consejo de Salubridad y el Laboratorio Especial de la Escuela Nacional de Medicina. Sus observaciones personales y las que con mucha deferencia le sugirieron los profesores de aquellos establecimientos, le determinaron a efectuar la elección de los aparatos, de las sustancias y de las fábricas en que cada cosa habría de comprarse (Ledesma-Mateos, 1990, p. 107).
Luego de ello se procedió a la instalación del gabinete, mismo que “... se ubicó en la parte más alta del edificio del Colegio; dado que mientras más se alejase de la superficie del suelo mayor sería la pureza del aire y éste circularía sin dificultad, siendo el lugar elegido el ángulo que mira al norte y al este” (Ledesma-Mateos, 1990, p. 107). El gabinete se construyó con cuatro departamentos: sala de aparatos de óptica y microtomía, sala de cultivos, sala de esterilización y sala de experimentos.
Manuel Vergara señaló en su discurso inaugural del gabinete que el establecimiento del laboratorio de bacteriología era una necesidad no sólo para la enseñanza de la ciencia, sino para brindar servicio de salubridad pública y para el desarrollo industrial. En efecto, el impacto del conocimiento más profundo y de la posibilidad de manipulación de la vida microbiana producida al final del siglo XIX, generó la preocupación por el estudio de dicha disciplina.
Hablar de Vergara y la bacteriología en Puebla se trata de un estudio de caso de los que son necesarios realizar para la comprender el proceso de construcción de las ciencias en centros y periferias, una temática a la que vale la pena prestar atención, dejando de pensar solo en la ciencia centralizada en el occidente colonial, sin pensar en los procesos que dieron lugar a la movilización del conocimiento en el mundo, cosa que se ha buscado dejar de resaltar y que actualmente se ha fortalecido con la ideología de la globalización, la cual no ve los fenómenos reales de movilización de los saberes.
Para el Padre Ubú, lo único que debe movilizarse son las phinanzas y no conocimiento y la cultura. Sin embargo en una localidad como Puebla, en un país del continente americano como México, el conocimiento estaba al nivel de los centros de occidente, aun siendo perifereria —o semi periferia—, y esto en el siglo XIX y los inicios del XX.
¡Vamos a interrumpir aquí!
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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