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Versiones de la historia

Versiones de la historia

Septiembre 03, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos

Yo apoyo a nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador prácticamente de manera incondicional, pero eso no excluye tener discrepancias y una de ellas se refiere a su visión de la historia de México, que me recuerda la “historia oficial” de los años sesenta, la que se estudiaba en los libros de texto gratuitos de primaria en los que estudié. Una versión que enaltece a los héroes como Cuauhtémoc, Benito Juárez o Francisco I. Madero, y desprecia a Hernán Cortés, a Agustín de Iturbide o Porfirio Diaz, presentados como villanos monstruosos. Una historia sesgada, ideologizada, plagada de un nacionalismo ingenuo y ramplón. Yo de niño me formé con esa visión, pero por fortuna mi contacto con el marxismo y el materialismo histórico en la preparatoria diurna Benito Juárez y en la Escuela de Filosofía y Letras de la UAP, y luego en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, me permitió ver las cosas de otra manera. Esa historia oficial no es de izquierda, obedece a lo que se conformó como “nacionalismo revolucionario”. Una manera de consolidar al país con una ideología articuladora, que pudiera combatir a la derecha conservadora.

Pero los tiempos han cambiado. Los procesos históricos deben abordarse desde distintas perspectivas y no sólo la de las “clases presidenciales” en las conferencias mañaneras. Aquí me incomoda la manera en que el mandatario denosta a los que llama “intelectuales orgánicos”, poniendo en el mismo nivel a Héctor Aguilar Camín y a Enrique Krauze, como si fueran lo mismo. En efecto ambos lideran dos grupos intelectuales que tuvieron apoyos y prebendas gubernamentales, pero con diferentes posturas. Cuando Krauze estaba en la revista Vuelta, fundada por Octavio Paz, mantenía posturas muy distintas a las de los miembros del grupo de la revista Nexos, controlada por Aguilar Camín —incluso apodados los “anexos”, por su subordinación al régimen de Carlos Salinas de Gortari.

En esos años se realizó un evento de gran trascendencia, como escribe Cristopher Domínguez Michael: “La experiencia de la libertad”, el encuentro organizado por la revista Vuelta del 27 de agosto al 2 de septiembre de 1990, fue un momento insólito en la historia intelectual de México. Octavio Paz y Enrique Krauze, lograron que varios de los protagonistas de las transiciones democráticas que conmovían al mundo interrumpieran por unos días la gran historia que protagonizaban y cruzaran el Atlántico para rendir testimonio entre nosotros, llegaron con puntualidad a una cita histórica de aquellas que pocas veces se cumplen. A menos de un año de la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 y antes de la disolución de la Unión Soviética a fines de 1991, durante ese verdadero interregno que fue 1990 se juntaron en la ciudad de México, en aquella fiesta de lucidez, los veteranos (algunos aún jóvenes) de las batallas cuyo fragor estaba desmoronando el edificio del eufemísticamente llamado “socialismo real”.

En ese encuentro, con una clara orientación anticomunista se plantearon cuestiones trascendentales para ese momento histórico, sobre las que valía la pena reflexionar. Recuerdo que en ese contexto en un programa de televisión Krauze se confrontó con Aguilar Camín y planteó un argumento que yo reproduje en varios textos: “Que el principal problema de México era el amasiato entre la política y los negocios”. Así es, un componente determinante de la corrupción gubernamental no es el robo directo de los recursos del erario público sino el dinero mal habido gracias al uso del poder para hacer “negocios” que no son registrados en las operaciones formales hacendarias del ejercicio público. Contratos, concesiones, obras otorgadas sin licitación son la base de ese enriquecimiento ilícito, origen de las grandes fortunas de los gobernantes.

Sin embargo, a pesar de haber pensado así, Krauze cambió y, como escribí en esta columna “Ubú” el 1 de junio de 2019 (“Linchamiento mediático y chayote”): “Me llena de pena enterarme de que un intelectual se haya prestado a lo que él mismo genialmente describió y cuestionó, y saber que para su Editorial Clío y su revista Letras Libres recibió durante el sexenio de Enrique Peña Nieto 144 millones 80 mil 995 pesos. ¿A cuenta de qué? Es inconcebible que un intelectual, considerado crítico del poder, alguien del más alto nivel, recibiera dinero del Estado, lo que podría presuponer para los mal pensantes, una ‘compra’ de opinión o posicionamiento político. ¿Cómo puede ser posible que un historiador de esa jerarquía se preste a semejantes aberraciones? Cierto, puede ser publicidad contratada, pero ¿hasta dónde eso no implica un compromiso? Autor lúcido, con planteamientos profundos, de pronto escribe textos en contra del más evidente contendiente por la presidencia (que finalmente triunfó) y aún lo ha seguido cuestionando. Podríamos pensar que es una posición política, algo muy válido; pero la presencia del dinero enturbia todo.”

A pesar de ello, el valor de Krauze como historiador no debe ser despreciado. Alumno formado con Luis González y González y Daniel Cosío Villegas, tiene una producción impactante que merece ser estudiada, con una visión seria y objetiva de la historia. Como se lo dije un día personalmente, en El Colegio Nacional, hable usted como historiador y es mejor que no hable de política. Pero no puedo dejar de reconocer su influencia, con sus obras como Biografía del Poder (1987), indispensable para el entendimiento de la historia de México a partir del porfiriato y la revolución, o uno de sus primeros libros Caras de la historia (1983), donde entendí cuestiones cruciales como la diferencia entre la historia whig y non whig, que da la perspectiva de la historia tendenciosa —la whig—, la historia preferida de los poderosos, la que Luis González y González llamo “la historia de bronce”, —por el material para hacer estatuas— y la otra, que busca dar cuenta de la realidad con rigor y frialdad. Autor de Caudillos culturales de la Revolución mexicana —su tesis doctoral—, Daniel Cosío Villegas, una biografía intelectual. Por esas y más obras, debe considerarse un historiador imprescindible, a pesar de sus opiniones políticas actuales, que son expresiones ideológicas alejadas de la ciencia de la historia que ha cultivado por años.

La historia es fundamental para entender el presente, conociendo el pasado y pensando en el futuro, para orientar la toma de decisiones en política, cosa que el Padre Ubú ignoraba y que por ello al final perdió el reino que había usurpado solo con base en su ambición y el amor por las phinanzas, sin entender que finalmente el rey legítimo tomaría el poder del que fue despojado, una lección de que la política sin la compresión de la historia conduce a la debacle y la derrota.

¡Vamos a interrumpir aquí!            

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Ismael Ledesma Mateos

Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.

Ismael Ledesma Mateos
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