Cine
Enero 31, 2025 / Por Julio César Pazos Quitero
Corría el año 1953 cuando Robert McKimson presentaba la primera versión de Speedy Gonzales, el afamado ratón de Warner Bros., que, a pesar de los estereotipos étnicos sumamente marcados, se volvería un ícono cultural en nuestro país, a tal grado que cuando se detuvieron las emisiones de sus cortometrajes, en 1999, un grupo de fanáticos intentó convencer a Cartoon Network de regresar al ratón, lográndolo en el año 2002. Speedy es el primero de los muchos personajes basados en estereotipos mexicanos que existen en la cultura popular, pasando desde ¡Mucha Lucha!, Nacho Libre, La mexicana, Coco hasta Fate/Grand Order, donde actualmente están saliendo los dioses prehispánicos, haciendo de Quetzalcóatl una diosa apasionada por la lucha libre. Estos son ejemplos, algunos mejor logrados que otros, de cómo se le ve a la cultura mexicana en el extranjero (además del filtro sepia, por supuesto).
Así llegamos a la actualidad, donde los franceses se atrevieron a darnos la “joyita” (nótese el sarcasmo, por favor) de Emilia Pérez, película del afamado director Jacques Audiard, a quien podemos recordar por un peliculón llamado Un profeta (2009), pero aquí sí se le chispoteó bien feo. Y es que Audiard usa absolutamente todos los estereotipos que se tienen del México actual en su nuevo musical u “ópera” (como él mismo la llamó), llena de malos acentos, diálogos espantosos que ni en La rosa de Guadalupe veríamos y canciones que muy probablemente fueron escritas en francés y traducidas por el mismísimo “Siñor Chang” (el tigre chino), haciendo de su película una completa ridiculez.
Como era de esperarse, la peli generó muchísima polémica en nuestro país. Incluso antes de estrenarse ya existía una enorme campaña en su contra, llegando hasta el mismo Audiard, quien pidió disculpas y se defendió diciendo que “no se trataba de una película realista”. Como diría el buen Cantinflas: “Ahí está el detalle”.
Primero que nada, debemos aclarar (y creo pertinente hacerlo de una vez, ya que nos servirá en futuras entregas de “La choza de los cinéfilos”) que el realismo en el cine de ficción no existe. No importa si se trata de una película biográfica o basada en hechos reales, todas son dramatizaciones. Lo que se debe buscar es ser verosímil.
¿Es la verosimilitud algo tan importante en el cine? La respuesta es un contundente sí. ¿Incluso en géneros como el terror, la fantasía o la ciencia ficción? Por supuesto.
En el caso específico de estos géneros, donde se crea un mundo irreal o fantástico, esto no los exenta de ser verosímiles. Me explico rápido: el autor crea un mundo fantástico con diferentes reglas, y este debe seguirlas a cabalidad para que sigamos creyendo en dicho mundo, sin problemas ni cuestionamientos. Por ejemplo: Si creo un mundo de brujas malvadas y mi personaje principal es un cazador, la regla es simple: las brujas solo mueren con agua bendita. En este caso, mi cazador no puede matar a ninguna bruja con otra cosa. Si en algún momento de la trama hago lo contrario, estoy cayendo en una inverosimilitud o, mejor dicho, en un “no mames” (con todo respeto).
En el caso de Emilia Pérez, sabemos desde un principio que se trata de una fantasía:
El problema está en lo que ya se ha dicho muchas veces: los diálogos, los acentos y las canciones son completamente absurdos e inverosímiles, haciendo que nunca creas nada de lo que está pasando, llegando al ridículo e incluso provocando risa. Pero bueno, incluso si quitáramos todo eso, la película seguiría siendo igual de mala, ya que es imposible empatizar o simpatizar con los personajes. Esto se debe a que no están bien construidos desde un inicio.
Si la planteamos como una película sobre la redención (la cual creo que es su intención), tampoco funciona porque el personaje principal nunca demuestra un verdadero anhelo de redimirse. Simplemente pasa para justificar el resto de la película. La historia termina siendo plana y bastante aburrida.
Por supuesto, también está la banalización de un tema tan complejo como el narcotráfico y las desapariciones en nuestro país, que lamentablemente aquí funcionan solo como un recurso narrativo sin darle la profundidad debida a temas tan delicados.
Ahora, ¿por qué rayos está triunfando con los críticos de otros países? Esto es muy simple: esas personas seguramente piensan que estos estereotipos son verdaderos, que el acento de Selena Gómez es perfecto, que es una historia de redención ejemplar y que las canciones tienen sentido (porque muy probablemente no hablan nada de español). También pueden decir que es una película con coreografías interesantes y sumamente bien hechas... excepto por el final, que parece sacado de un capítulo de Decisiones extremas.
Siendo honesto, lo único que puedo rescatar de la peli son las coreografías y, quizá, la actuación de Zoé Saldaña, quien logra ciertos matices a pesar de su mal acento y los terribles diálogos. De ahí en fuera, estamos ante un auténtico bodrio.
Algunos ya se la saben, y si son nuevos, les decimos: “No hay peor película que la que no ves”, así que échenle un ojo a Emilia Pérez, aunque sea para ver lo que no se debe hacer. Eso sí, aguántense hasta que salga en formato digital y se ahorran unos pesitos, porque está cariñoso el cine y esta madre... ¡ay, perdón! Este filme no vale para nada la pena.
Se despide su amigo, compadre y estimado Dr. Profesor Muffin.
Emilia Pérez (2024)
Dirección: Jacques Audiard
País: Francia
Duración: 130 minutos
Elenco: Zoé Saldaña, Karla Sofía Gascón, Selena Gómez, Adriana Paz y Edgar Ramírez.
Calificación: Un pobrecito muffin de sabrosura
(1991) Puebla, Puebla. Escritor, fotógrafo, lector empedernido, el chico de los plumones y habitante del planeta Tierra. Fanático de la Ciencia Ficción y la Fantasía. Estudió Cine en la UPAEP y Periodismo en UNARTE. Actualmente tiene publicada una novela: La vida inédita de Juan, por Los No Letrados. Participó en el fanzine Castellanízate y en el blog “la greguería”.
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