Káos

La familia: el amoroso conflicto

La familia: el amoroso conflicto

Enero 22, 2025 / Por Antonio Bello Quiroz

Familias, criaderos de alacranes: como a los perros dan la pitanza. Vidrio molido, nos alimentan con sus odios.

Octavio Paz

 

Sigmund Freud, el inventor del psicoanálisis, escribió en 1930 un trabajo que no ha perdido un ápice de actualidad. Creo que nadie que estudie o trabaje en el ámbito de lo social y humano (psicología, sociología, antropología, etc.) tendría que dejar de leerlo, se trata de El malestar en la cultura. Ahí Freud señala que los seres humanos sufrimos a causa de tres condiciones a las que estamos expuestos irremediblemente: los factores o eventos externos (terremotos, calor, frío, tsunamis, etc. “fuerzas destructoras omnipotentes e implacables”). Frente a esta amenaza la cultura desarrolla tecnología de advertencia. La segunda fuente de sufrimiento es el cuerpo, “condenado a la decadencia y la aniquilación”. Además, el cuerpo es fuente de sufrimiento en dos dimensiones: como organismo y como construcción imaginaria (la imagen de nuestro cuerpo también nos duele). En tercer término, son fuente de irremediable sufrimiento las relaciones con los otros seres humanos.

Son tres fuentes de sufrimiento sobre las cuales la cultura se construye como respuesta. La cultura se erige como respuesta contra la muerte, enseña Freud. Por ejemplo, con respecto al cuerpo, se construyen y desarrollan medicamentos que logren mitigar los dolores del cuerpo, la medicina es analgésica. Por otro lado, las terapéuticas del cuerpo se multiplican: dietas, ejercicios, cuerpos fit que logren mitigar el desasosiego del “cuerpo propio”. En ambos flancos del cuerpo, la biológica y la imaginaria, las acciones son evidentemente insuficientes. El sufrimiento del cuerpo persiste.

Con respecto a la tercera fuente, Freud se detiene un poco más. Escribe: “El sufrimiento que emana de esta última fuente quizá nos sea el más doloroso que cualquier otro”. Frente al sufrimiento que conlleva la relación con los demás, se producen diversas respuestas. En principio se recurre al aislamiento voluntario, dice Freud: “El aislamiento voluntario, el alejamiento de los demás, es el método de protección más inmediato contra el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas”. También se responde al conflicto con los otros por vía de la intoxicación: “Los hombres saben que con ese ‘quitapenas’ siempre podrán escapar al peso de la realidad”. Pero aún menciona una respuesta más radical para mitigar las tensiones que se juegan en la relación con los demás: las civilizaciones han inventado, dice Freud, nada más y nada menos que el amor. Sin embargo, señala el doctor vienés, ocurre que cuanto más se aplica el “remedio” más sufrimiento se vive: “Jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido al objeto amado, a su amor”.

Es en la familia donde se vive con mayor intensidad el sufrimiento que produce la relación con los otros seres humanos. La familia es una institución en crisis, siempre ha estado en crisis, bien podríamos decir que la crisis es la esencia de la familia. La familia es una institución que no puede sostenerse sino en crisis. Decir que la familia está en crisis, y que por ello se ha perdido la “unidad familiar”, no es preciso. Las familias siempre han estado en crisis. Pese a ello, su función es imprescindible para sostener el lazo social y así preservar la sociedad. Sin familias no hay sociedad.

Las crisis o tensiones familiares se presentan en muchos sentidos e intensidades, en todas las latitudes y épocas, en todas las religiones y en todas las culturas. Ante este panorama transversal, vale preguntar sobre ¿cuál es la causa de estas tensiones?

En las familias se vive una permanente y particular tensión, en tanto que la familia es el escenario donde se ponen en juego las dos potencias que, como dice el poeta Schiller, “hacen girar coherentemente al mundo”: Hambre y Amor. En la familia se conjugan la necesidad y la sexualidad.

Hay que señalar que la configuración de las familias, desde la modernidad, viven una acelerada transformación, lo que se conoció como familia nuclear vive una profunda recomposición. Hay dos factores que configuran las crisis y tensiones en las familias contemporáneas: una es la separación entre la sexualidad y la reproducción, y también el declive de la figura paterna, la vaporización del padre, como dice el psicoanalista italiano Massimo Recalcati.

Un hecho fundamental para esta aceleración opera como una predicción freudiana: con la anticoncepción masiva las relaciones entre los sexos iniciaron un cambio radical a partir de una separación entre sexualidad y reproducción. Con ello, las formas de constituirnos en familia se diversificaron. De un ideal de familia registrado como “familia nuclear” o “familia conyugal” (papá, mamá e hijos) se pasó a una diversidad de formas de familias.

La Organización Mundial de la Salud define a la familia como un “conjunto de personas que conviven bajo el mismo techo, organizadas con roles fijos (padre, madre, hermanos, etc.) con vínculos consanguíneos o no, con un modo de existencia económico y social comunes, con sentimientos afectivos que los unen y aglutinan”. Bajo esta definición, ahora tenemos, entre muchas otras, familias biparentales sin hijos o con hijos, familias homoparentales, familias reconstituidas, familias monoparentales, familias de acogida, adoptivas o extensas, etc. Sin embargo, según puedo constatar en mi espacio de escucha clínica, esta diversidad no evita el sufrimiento que le es propio a las relaciones entre los que se aman.

El otro factor relevante en las formas en que se ha venido constituyendo la institución familiar es el lugar y relevancia que el padre ha ejercido en la historia de la familia moderna. El lugar del padre había sido un lugar central de autoridad en la familia. El padre era el embajador del discurso del patriarcado y garante del orden en la familia. El padre era representante del discurso del Amo. Esto empezó a cambiar con las nuevas formas de relacionarnos entre los sexos a partir de los años sesenta del siglo pasado. Durante mucho tiempo, la familia se constituía esencialmente a partir de un convenio matrimonial entre familias, mejor aún, entre padres de familia. La finalidad era conservar los bienes y el “buen” nombre, el amor contaba poco o simplemente no existía. Parece que las crisis de la familia contemporánea se deben a la aparición del amor como opción en la constitución de la pareja-familia y el declive de la imagen paterna.

Los encuentros familiares ponen en tensión a sus miembros. La llamada “reunión familiar” se organiza, en el mejor de los casos, como un acto de amor, una celebración del amor. Sin embargo, con frecuencia, la reunión familiar deviene escenario de conflicto. El encuentro se vuelve tensión y viejas rencillas se actualizan. Vale preguntarse si aún con esa crisis que acompaña a las familias, si por ser fuente de sufrimiento, ¿tendríamos que prescindir de la familia? La respuesta es no. No podemos, como sociedades, prescindir de la función de la familia.

Para el psicoanálisis, la familia es un lugar, el lugar del Otro para todo sujeto, en ella se realiza y regula el lazo que incluye al sujeto naciente en una sociedad ya establecida. Es el primer lugar de transmisión de la palabra. La familia es una institución simbólica donde no hay nada natural. Más allá de los llamados roles, el padre y la madre para el niño son funciones que posibilitan (o no) un proceso de adopción.

El padre y la madre representan, para el sujeto, la proporción de una relación que da forma a la familia como ese lugar donde se despliega y trasmite la palabra, el lugar de la cultura, del Otro.

El psicoanalista francés Jacques Lacan dice, en Los complejos familiares, de 1938, que se vive un desplazamiento de la familia al matrimonio, los modos de hacer pareja, las formas de gozar en pareja. Para Claude Levy-Straus, la familia es un grupo social que tiene su origen en el matrimonio y se sostiene en las prohibiciones sexuales. Es por las prohibiciones sexuales y por ser constituida como un hecho del lenguaje, que la familia se instaura a partir de un malentendido y un misterio, y es de donde derivan esos desencuentros.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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