Káos

Sigmund Freud y el cuerpo

Sigmund Freud y el cuerpo

Julio 02, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

Es porque el cuerpo tiene algunos orificios de los que el más importante es el oído, que no puede cerrarse.

Jacques Lacan.

 

Sigmund Freud, el mayor escrutador del alma humana, con su invención, el psicoanálisis, ha cimbrado a la sociedad occidental desde el inicio del siglo XX. Con sus trabajos movió de manera radical las coordenadas desde donde se piensa la condición humana en su totalidad.

La noción de una “naturaleza” humana o las ideas que sostienen que la razón gobierna los actos humanos son sin duda una antigualla sólo sostenida por quienes han ignorado lo planteado por el maestro vienés.

En aspectos puntuales, como la sexualidad o el amor o la muerte, sin duda, podemos decir que hay otra mirada antes y después de Freud. Sólo para dar un ejemplo, en 1910 (casi 50 años antes de los estudios de género) Freud ya se interesaba en los conflictos entre los sexos a partir de la diferencia. Incluso llegaba a predecir que cuando la ciencia inventara la masificación de la anticoncepción las relaciones entre los sexos habrían de complejizarse en grado importante, y ahora podemos ver en qué medida tenía razón.

Pero si en algo, sin duda, ha incidido (insisto, más allá de que nos demos o no cuenta de ello) es en la forma en que se vive la sexualidad y, esencialmente, en la relación que mantenemos con el cuerpo. Nuevamente, no es una exageración si decimos que hay una forma de leer el vínculo con el cuerpo antes y después del psicoanálisis. Más aún, el psicoanálisis, con Freud, inaugura un cuerpo. Inventar el psicoanálisis equivale a decir que se inventa un cuerpo. Un cuerpo que va más allá de lo biológico, un cuerpo que no se reduce a lo anatómico o lo fisiológico.

Freud escuchó a esas sufrientes de amor que son las histéricas, esas mujeres que hablaban con el cuerpo de aquello que se les imponía callar en la época victoriana: la sexualidad. Se inventa el psicoanálisis porque Freud se detiene a escuchar un cuerpo que grita. Escuchó un cuerpo que habla de las desgarraduras del ser. Se inventa el psicoanálisis y con ello inventa un cuerpo hecho de palabras. El psicoanálisis modifica la realidad del cuerpo.

Es cierto, cada época “lee” el cuerpo de manera distinta. En la Edad Media, por ejemplo, no solamente hay malestares, dolencias, padecimientos que no se conocían, sino que tampoco existían los instrumentos para descubrirles y tratarles. El cáncer, por ejemplo, no existía en el Imperio Romano. Hubo que esperar hasta que la teoría celular se constituyera para que se le pudiera nombrar y con ello hacerle existir. Cada época tiene sus dolencias del cuerpo. Los padecimientos con los que se encuentra Freud se presentan en el cuerpo, pero no en el cuerpo biológico sino en un nuevo cuerpo, el cuerpo erógeno, ese que fue hecho de palabras. Sí, Freud nos muestra un nuevo cuerpo, no hecho de carne sino de palabras.

Pero Freud, con su intervención con las histéricas, con su escucha del cuerpo que habla en ellas, nos muestra algo mucho más trascendente. Nos dice que el símbolo, la palabra, es más importante que lo real (la carne, lo biológico) en tanto que es capaz de modificarle. Así entonces, habría, por ejemplo, dos anatomías: una, la biológica, la anatomía de la carne, de la que da cuenta la medicina y la ciencia de cada época; y dos, la anatomía psíquica, la que se forma en la percepción interna del sujeto. Sí, Freud nos enseña que tenemos una anatomía interna, psíquica. Freud nos inventa un mundo, el mundo de la fantasía.

El cuerpo que se forma en el psiquismo obedece a otras leyes que las biológicas (fisiológicas, anatómicas, genéticas, etc.), en principio, esta entidad singular para cada sujeto no se percibe como una totalidad sino sólo de manera parcial. Se constituye por medio de la imagen, la representación, que opera como intermediario con el cuerpo biológico. Es en ese cuerpo representado psíquicamente donde habita el sufrimiento subjetivo, ahí se anida el dolor de existir. Sin ese cuerpo representado, como ocurre con todos los demás seres vivos, habría dolor, sin duda, pero no sufrimiento.

Es mediante ese cuerpo hablante, interior, subjetivo, psíquico, erógeno, que se hace posible ir más allá en la relación con el Otro, más allá de los ciclos biológicos, naturales, que se cierran en la conservación y la reproducción. El cuerpo psíquico no puede ser constituido sin el Otro.

Freud, leído desde la lectura del psicoanalista francés Jacques Lacan (aprovecho para señalar que es un tanto romántico e ingenuo, incluso bobo, pretender hacer una lectura “pura” de lo planteado por Freud desde nuestros días), inventa un universo psíquico centrado en el cuerpo hasta antes inexistente. Freud y el psicoanálisis, entierran el dualismo cuerpo y alma cartesiano.

Para el psicoanálisis, el cuerpo no está hecho simplemente de carne. Se trata de un cuerpo que pasea, deambula, es puesto en palabras. Somos un cuero que sueña y habla. Es con ese cuerpo que se juega en la relación con el otro, en el “entre dos” que se constituye el dispositivo clínico. Hay que ser claro, se trata de un cuerpo inconsciente que se “construye” en el entre dos, ahí donde uno habla y otro escucha.

El cuerpo erógeno es el shibboleth del psicoanálisis, su santo y seña. Para Jacques Lacan, el ser viviente es un cuerpo, sí, pero un cuerpo que goza. Distinto al cuerpo cartesiano, el de la ciencia, que se caracteriza por ser una sustancia extensa, para el psicoanálisis se trata de un cuerpo gozante: un cuerpo que paradójicamente disfruta sufriendo.

Pero más aún: no nacemos con un cuerpo, hay que apropiarse de él y se trata de un trabajo que se realiza día con día. Se trata además de un cuerpo habitado de muerte. Desde el Renacimiento, el cuerpo ha devenido en un campo de batalla, primero con la muerte (Andreas Vasalius buscando la causa de la muerte no ya en el cielo sino en los cadáveres humanos), después con la sexualidad, fundamentalmente después de Freud. El cuerpo es un campo de batalla entre la sexualidad y la muerte. Con la modernidad, además de la sexualidad y la muerte, se suma la vejez. El cuerpo cansado de la vejez, junto con la enfermedad y la muerte, es lo que el padre de Sidartha Gautama (Buda) no quería que viera el joven príncipe y así preservar la idea de una vida armoniosa. La ilusión de una vida armoniosa se ve rota con la visión que Freud nos deja sobre el cuerpo que, junto con las fuerzas del exterior y el vínculo con las demás personas, es una de las tres fuentes de sufrimiento de los seres humanos.

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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