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Entomología forense: un interés temprano, entre Thomas Harris y Bernard Greenberg

Entomología forense: un interés temprano, entre Thomas Harris y Bernard Greenberg

Junio 18, 2021 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: Cartel promocional de la película El Silencio de los inocentes (1991) / Bernard Greenberg mostrando un estuche con moscas de muestra en la Universidad de Illinois, Chicago (1991), tomada por Eduardo Contreras del del Chicago Tribune y publicada el 12 de mayo de 2017. El cartel de la película fue diseñado por la agencia Dazu, ya desaparecida. El cráneo en el tórax de la polilla fue sugerencia del director de la película Jonathan Demme. Edición de imagen: Daniel Hernández González.

 

En estos últimos meses me resulta inquietante el aumento tan visible de hechos relacionados con la delincuencia organizada a lo largo y ancho del estado de Puebla, pero sobretodo en el municipio de San Pedro Cholula, donde actualmente resido, que van desde los robos de autopartes, pasando por el narcomenudeo, hasta llegar a los homicidios.

Curiosamente, hace un par de días tuvo lugar una entrevista que Rodolfo Ruiz hizo al politólogo y doctor en criminalística Mauricio Saldaña Rodríguez, con el propósito de preguntarle acerca de un hecho por demás lamentable y alarmante: el registro por parte de la prensa poblana del aumento de ejecuciones durante el pasado mes de mayo, relacionados con la disputa por el poder e influencia entre diferentes cárteles dedicados al narcotráfico, siendo los más representativos el Cartel Jalisco Nueva Generación, Los Zetas y el Cártel de los Beltrán Leyva (véase: E-Consulta, Ante la Corte, Rodolfo Ruiz entrevista a Mauricio Saldaña, especialista en Ciencias Penales https://www.youtube.com/watch?v=eYqNC9oFPG8)

Es en este contexto que recordé un viejo interés que tuve en mis primeros años de estudiante universitario de Biología, hace más de diez años atrás: la Entomología Forense, que es el estudio científico de la invasión de un cadáver en descomposición por parte de diferentes especies de insectos o artrópodos que toma en cuenta sus ciclos de vida, reproducción, desarrollo, así como la identificación precisa de las diferentes especies, para investigar y dilucidar casos con implicaciones médico-legales, como por ejemplo, la estimación del tiempo de muerte.

Una de las lecturas que despertaron mi curiosidad hacia esta especialidad, fue sin duda la novela El silencio de los corderos,[1] escrita por el periodista estadounidense Thomas Harris, conocida popularmente en México por su adaptación cinematográfica El silencio de los inocentes, protagonizada por el actor galés Anthony Hopkins en su icónico papel del carismático y siniestro doctor Hannibal Lecter, junto con la actriz Jodie Foster representando a la estudiante del FBI Clarice Starling que busca la ayuda de Lecter para atrapar al asesino en serie conocido como Buffalo Bill, interpretado por el actor Frank Theodor Levine.

La parte más memorable de la película es la entrevista entre el doctor Lecter y Clarice Starling, inspirada parcialmente en el encuentro que Thomas Harris, corresponsal de la revista popular Argosy, sostuvo en la década de los años sesenta con el médico mexicano Alfredo Ballí Treviño, recluido en el penal (ya cerrado) de Topo Chico, Nuevo León, por el homicidio de su amante, el estudiante de medicina Jesús Castillo Rangel. Pero para mí hubo un par de escenas que tuvieron un impacto considerable. Primero, la extracción del capullo o crisálida de una polilla del interior de la boca de una víctima de Buffalo Bill. Y segundo, cuando Clarice Starling acude al Museo de Historia Natural de Filadelfia para buscar ayuda de dos científicos especializados en entomología para la identificación del insecto.

Encontrar en ese momento vínculos entre literatura, cine y ciencia similares, por ejemplo, a aquellos como el del escritor ruso nacionalizado estadounidense Vladimir Nabokov, conocido por su novela Lolita,[2] quien llegó a ser encargado de la colección de mariposas de la Universidad de Harvard. O el caso de la única obra de Edgar Allan Poe que tuvo una segunda edición mientras él vivió: un manual de conchas de moluscos que está ligado a un caso de “fusilarse la obra de alguien más”.[3] Leía cualquier artículo sobre entomología forense que cayera en mis manos, como uno que sugería que era posible analizar con ciertos métodos —como la cromatografía de líquidos (que se utiliza para separar de una muestra diferentes sustancias para después identificarlas)— el contenido ingerido por los insectos hallados en un cuerpo para buscar rastros toxicológicos, como drogas o venenos, en los cadáveres u obtener información genética de una víctima. Y no menos importante, que tuvieran auge este tipo de estudios en criminalística y criminología en un momento tan infame, sangriento y con un exceso de contradicciones, cuando la Secretaría de Seguridad Pública a nivel federal tenía a la cabeza al ahora preso Genaro García Luna, en el sexenio de Felipe Calderón. Todo lo anterior, representó un caldo de cultivo en su momento para que quisiera adentrarme más en la Entomología Forense.

Sin embargo, decidí ya no seguir ese camino debido principalmente a que, en el entorno local, no había lugares ni materiales adecuados para continuar mis intereses, pues una cosa es leer bibliografía disponible y otra muy distinta es encontrar a algún profesor o investigador que pudiera orientar mi trabajo o tener disponible el instrumental y las técnicas requeridas. A pesar de todo aquello, pude hacerme de un libro que parecía ser un referente a nivel internacional en entomología forense al menos en aquellos años, y que recién volví a desempolvar, pues ahora me dedico a indagar sobre otro tipo de moscas.[4] Se trata de Entomology and the Law. Flies as Forensic Indicators,[5] que se centra en el estudio de otro grupo diferente de insectos a las polillas mencionadas en la novela de Thomas Harris: las moscas. En ese libro se presenta a las moscas como indicadores forenses, pues son de los primeros insectos en arribar a un cadáver y poner los huevos de los que saldrán sus larvas para alimentarse en cuestión de unas pocas horas, lo que las convierte en un tipo de reloj biológico para estimar el tiempo de la muerte.

Uno de los dos coautores del aquel título fue el estadounidense Bernard Greenberg, fallecido en 2017. Se había desempeñado por varios años como profesor en la Universidad de Illinois, en el estado de Chicago.

Greenberg se graduó del Colegio de Brooklyn en 1944 y sirvió en las Fuerzas Armadas Aéreas de su país como operador de radio, movilizado en la isla de Guam en el frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Al volver, se casó y se mudó de Nueva York al estado de Kansas, donde se doctoró, especializándose en Entomología en 1953. En 1954 ocupó una posición como profesor asistente en el Centro Médico de la Universidad de Illinois, en Chicago, donde se convertiría en profesor de tiempo completo en Ciencias Biológicas en 1966 y hasta su retiro en 1990.

El trabajo e investigación inicial del doctor Greenberg no se centraba originalmente en Entomología Forense, pues en el prefacio de Entomology and the Law explica que durante los cincuenta años que dedicó a la entomología, y en específico en estudiar el rol de las moscas como vectores de microorganismos patógenos como salmonela o shigella, no llegó a plantearse que estos insectos pudieran estar asociados con algún homicidio.

Durante su carrera dedicada a la entomología, logró obtener varias becas de investigación, entre ellas la que patrocina la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado de Estados Unidos, conocida como Fulbright, probablemente durante la década de los años sesenta del siglo pasado, lo que le permitió, tanto a él como a su familia, estudiar, trabajar y recolectar diferentes especímenes de moscas y las enfermedades que transmitían por un tiempo en países como Brasil, Italia, México o Perú. El resultado de esos años de trabajo fue publicado en 1971: el libro Flies and Disease. Ecology, Classification and Biotic Associations.[6]

No fue hasta el año de 1976 que se le consultó como profesional, por parte de un abogado de Chicago, sobre un caso que involucraba un doble asesinato. Se le pidió, a partir de unas fotografías tomadas en una morgue dos años antes, estimar el tiempo de muerte basándose en el tamaño de las larvas de mosca presentes. Greenberg pudo calcular que el fallecimiento había ocurrido dos días antes de la toma de las fotografías e incluso identificó a qué especie de mosca pertenecían las larvas. Así se inició como un pionero en el campo, al menos en los Estados Unidos, y comenzó a crecer su trabajo, investigación y especialización en esta área, estudiando los ciclos de vida de diferentes especies de moscas que suelen colonizar restos animales y humanos. De acuerdo con una publicación fechada el 9 de septiembre de 1989 del diario Los Angeles Times,[7] el doctor Greenberg ya “había testificado en once casos criminales y había sido consultado para dar su opinión en treinta y ocho casos más”.

Algo que Greenberg resaltó fue que a pesar de todo el conocimiento que alguien dedicado a la entomología pudiera tener, siempre existe la posibilidad de cometer algún error en las estimaciones, y que usualmente, al menos en su experiencia en las cortes de su país, es saludable un ambiente de escepticismo y no dejarse llevar ciegamente por cualquier argumento aparentemente científico. Por otro lado, menciona que en estos lugares tienen lugar auténticas batallas en aquellas ocasiones donde los defensores de alguien sometido a un preceso penal llegan a poner en duda, descalificar o desprestigiar el trabajo de un especialista al enterarse que se trata de un experto en Entomología Forense, argumentando que lo presentado no es una verdadera evidencia científica.

Un aspecto que verdaderamente aprecio del texto de Entomology and the Law de Greenberg, es el primer capítulo, “A History of Flies” (Una historia de las moscas), donde escribe sobre cómo se le representaba a las moscas en diferentes civilizaciones antiguas como la griega, egipcia o china, pasando por el renacimiento y algunos trabajos de los siglo XIX dignos de tenerse en cuenta, como el de Jean-Pierre Mégnin, quien en su libro La faune des cadavres application de l'entomologie à la médecine légale (1894), describía ocho estados de descomposición de un cadáver y afirmó que las moscas de la carne son los primeros insectos en llegar a un cadáver.

Por último, quisiera agregar que la polilla de la muerte o calavera, identificada como Acherontia styx y que también se volvió una parte representativa de la película de El silencio, existe realmente y se distribuye por el continente asiático, pudiendo encontrarse desde Japón hasta la India, aunque el equipo de producción de la cinta no logró importar ejemplares para ser utilizados en el rodaje, por lo que fue reemplazada por una especie local a las que se le montó unas uñas postizas en la parte dorsal tórax, pintadas por el equipo de trabajo de Raymond Méndez, un criador de insectos profesional que trabajó en el Museo de Historia Natural de Nueva York, con una imagen que hacía alusión al retrato conocido como In Voluptas Mor (La voluptuosa muerte) del pintor español Salvador Dalí, en colaboración con el fotógrafo de origen letón Philippe Halsman, realizado en 1951, probablemente a sugerencia del director del filme Jonathan Demme.

 

 

[1] Thomas Harris, El Silencio de los Corderos, editorial DeBolsillo, 2008.

[2] Vladimir Nabokov, Lolita, Anagrama, 2009.

[3] Véase Stephen Jay Gould, Érase una vez el zorro y el erizo. Las humanidades y la ciencia en el tercer milenio, Crítica, 2010.

[4] En las diferentes disciplinas que integran a la Biología se utilizan o se trabaja con diferentes modelos animales como ratas, ranas, moscas, peces, etcétera, y sobre los que se usan distintas técnicas, herramientas y metodologías de investigación y experimentación para responder a distintas preguntas e intereses. En la Entomología Forense, en la que se distinguió el doctor Greenberg, él estaba familiarizado en trabajar con los ciclos biológicos de distintas moscas de la carne. Sin embargo, en otras disciplinas como Biología del Desarrollo, que es uno de mis intereses actuales, se estudian otras moscas, como las de la fruta, para buscar respuestas a cómo es que aparecen ejemplares que en lugar de poseer un par de alas tienen dos, que involucran procesos genéticos y del desarrollo. Un artículo que puede resultar interesante para reflexionar sobre la importancia de la elección de distintos modelos animales en experimentación biológica es: “How the Choice of Experimental Organism Matters: Epistemological Reflections on an Aspect of Biological Practice” de Richard Burian, Journal of the History of Biology, vol. 26, no. 2, 1993.

[5] Bernard Greenberg y Charles Kunich, Entomology and the Law. Flies as Forensic Indicators, Cambridge University Press, 2002.

[6] Bernard Greenberg, Flies and Disease. Ecology, Classification and Biotic Associations, Princeton Legacy Library, 1971.

[7] J. Michael Kennedy, “Maggots Solve Murders: Entomologists Help Police to Really Bug Criminals” en Los Angeles Times, 9 de septiembre de 1989.

Alejandro Hernández Daniel

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