Gorilas en Trova

Entre Pessoa y Nandino, la infancia recobrada

Entre Pessoa y Nandino, la infancia recobrada

Abril 30, 2024 / Por Maritza Flores Hernández

Las infancias de todos los tiempos son distintas entre sí, enfrentan problemas diversos, cada vez más complejos. Ahora, los niños y sus padres se preguntan, ¿se debe usar el Smartphone en la escuela?, ¿se celebra igual el triunfo de una niña que de un niño?, ¿se privilegia al que se cree distinto imponiendo su código de conducta a los demás? ¿Se puede opinar o es mejor callar? En un mundo tan polarizado, de guerras y de odios, de imposiciones, de si no piensas como yo pienso, en tal caso, estás fuera, ¿queda algo de la infancia o para la infancia?

Querido Lector, Usted lo sabe mejor que nadie: las respuestas nunca son fáciles y menos cuando se trata de la infancia, de los niños exploradores de esta vida que aún no conocen, de aquellos que todavía habitan las dimensiones ampliamente olvidadas por la mayor parte de los adultos. Si no, ¿de qué otra manera nos explicaríamos tantas diferencias e indiferencias?

Mucha gente, actualmente, no comprende o se niega a comprender los gustos y humor de otros. Se cobijan dentro de un casco de inmunidad ante los sentimientos y necesidades de los demás: qué hay de malo en que alguien comparta su gusto por el béisbol y por la escultura, las dos son igualmente plásticas; o por la lucha libre y por la ópera, las dos son dramáticas; o por la poesía y la infancia, las dos son la misma cosa.

Separamos los poemas de los niños como si los primeros fueran la anti-vacuna a la seriedad exigida; y como si los segundos fueran incapaces de comprender el símbolo y la metáfora.

El olvido cae sobre las mentes y sentidos de los mayores con la misma rapidez con la que la inocencia se escapa de sus corazones, probablemente porque han hecho a un lado a la imaginación, puente inagotable que une a la inteligencia y al cuerpo.

Fernando Pessoa, en su personalidad de Álvaro de Campos, dice:

 

…Todos tenemos dos vidas:

La verdadera, que es la que soñamos en la infancia

Y que seguimos soñando, ya adultos, en un sustrato de niebla,

Y la falsa, que es la que vivimos en convivencia con los demás,

La práctica, la útil,

Esa en la que acaban por meternos en un cajón.

 

Pessoa, poeta portugués, se inventó varios heterónimos para abrirse a la oportunidad de vivir más experiencias.

No obstante, igual que cualquier otro simple mortal, estaba sometido a los estándares o cánones sociales, así que, por un lado, era un respetable traductor —por cierto, de gran destreza— y por otro, estaba comprometido con lo sagrado, es decir, con su espíritu y el cosmos volcado en los versos que escribía, por ejemplo, el fragmento arriba citado de su poema “Dactilografía”.

Porque el poeta tiene la gracia de conservar la suficiente inocencia para vislumbrar aquellos instantes del misterio que todavía nos habita.

El infante, por sí mismo, aún anda en ese misterio y por ello le es fácil aceptar las múltiples realidades e, incluso, al modo del poeta, originarlas sin necesidad de estudios profundos o de sofisticadas reflexiones.

Porque un niño puede ver cosas que un adulto no entiende o ya olvidó:

 

Una gota de rocío

y dos pétalos de rosa:

¡hacen una mariposa!

 

Y los niños notarán la mariposa del color que ellos seleccionen, podría haber asegurado el poeta Elías Nandino, autor de estos versos.

El reconocido poeta mexicano, Nandino, contagiado de su propio regocijo al redescubrir la magia de la infancia —por supuesto no sólo la de los niños, sino de también de la suya— no tuvo más remedio que compartirlo en dos verdades distintas: una sólida como la rosa, otra líquida como el rocío, insufladas por la libertad del pensamiento y del espíritu; y luego contempla el surgimiento de un nuevo ser: la mariposa.

Ser volador por naturaleza, de gran belleza por su autonomía y su ánima prolífera y engendradora, pero ¿qué más se podría esperar de la unión de la pureza en dos formas distintas?

Un niño lo intuye, lo percibe, lo siente, lo dice jugando y explorando, porque él mismo es libertad y espíritu fecundo. Por eso la infancia es poesía.

Igualmente acontece con el adulto cuando acude a su pequeño niño interior y entra al espacio reservado al ser humano apenas nacido, caminando y queriendo conocer este lado del cosmos. Entonces, también es poesía o, cuando menos, poeta.

Compartir este Día del Niño, que en México se celebra cada 30 de abril, un poema con su niño interior —sí, con el suyo también, Querido lector—, o con los niños que están a su cargo podría volvernos la vista a todas las realidades disfrutables de las que habla el ilustre Fernando Pessoa; en consecuencia, no tendremos reparo en celebrar igual a niñas y a niños porque la belleza está en el juego de la creación, como lo enunció Elías Nandino.

Como siempre, querido lector, Usted tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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