Desde el Sur

Titubeos

Titubeos

Mayo 21, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Pudo llamarse Antonia, como su abuela paterna, pero la bautizaron Alina, sin saber que el nombre trae consigo un sino. No sé si lo sublime y frágil que pudo ser Alina se relacionaría con su nombre, pero su manera de ser sí se relaciona con su genética, ya que cuando nació, en su ADN estaban impresos los recuerdos del miedo que su abuela Antonia tenía de cuando era niña y sobrevivió a las cenizas del Holocausto, antes que unos tíos abuelos lograsen traerla a este lado del mundo.

Tal vez porque el amor estaba muerto en la vida de Antonia desde aquellos días de exterminio, ella no manifestó afecto por nadie, ni por los suyos, que no aprendieron a manifestar amor por los siglos de los siglos. Posiblemente Antonia dejó olvidada su calidad redentora en algún rincón donde pasó la noche acurrucada, con hambre, frío y miedo, en su niñez desamparada.

El padre de Alina nació de heridas abiertas en el alma de Antonia, heridas que no se cerraron tampoco después de su muerte. Es un poco complicado de entender para aquellos que no sufrieron una guerra, ni sus abuelos ni los abuelos de ellos… La verdad es que después de la guerra, eso me decía mi abuelo, uno sólo quiere olvidar y olvidar. Por eso, los que vinieron para este lado del planeta se olvidaron hasta del idioma que hablaban, nunca más pronunciaron ninguna palabra en el idioma del verdugo y algunas veces, en sueños, hablaban y rezaban en su idioma materno. Entonces despertaban malhumorados y solían decir que tuvieron un mal sueño.

Con el volumen de la radio siempre alto para no escuchar las voces internas, nuestros abuelos, los de Alina y los míos, pasaron la vida atorados por las injusticias de la guerra y, de muchas maneras, nosotras heredamos sus sentimientos de sinsentido de la vida, desesperanza, impotencia, soledad y otros fantasmas intransigentes que insisten en permanecer.

La madre de Alina también es rescoldo de guerra en un menjunje con abuelos esclavos, esos dolores de nunca acabar que uno hereda sólo porque nació… Llanto, rabia, impotencia, al punto de olvidar la dulzura. Todos sin esperanza, sin capacidad de amar, viviendo como espectadores de un mundo caótico que huele a sangre.

Posiblemente, si el mundo fuera un lugar mejor para vivir o si Alina no fuera tan sensible, las cosas hubieran sido distintas y nadie estaría aquí para interrogarme, porque compartimos el mismo departamento y ella apareció ahorcada en su dormitorio.

 

Márcia Batista Ramos

Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).

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