Káos

El duelo interrumpido: abandono y desaparición

El duelo interrumpido: abandono y desaparición

Junio 27, 2023 / Por Antonio Bello Quiroz

Portada: Escena de la adaptación teatral de Pedro Páramo realizada por Pau Miró y Mario Gas (2020).

 

Para el psicólogo, empero, el duelo es un gran enigma, uno de aquellos fenómenos que uno no se explica en sí mismos, pero que reconducen otras cosas oscuras .

Sigmund Freud

 

El amor es alma contra alma

Pascal Quignard

 

Si la experiencia analítica es una experiencia donde podrá se habla de amor, sin duda, ahí también se habrán de escuchar frecuentemente relatos de pérdidas, ya sean recientes o remotas, vividas con dolor o resignación. Pérdidas amorosas o mortales.

El motivo del duelo puede ser tanto una separación como la pérdida mortal de un ser querido o, como dice Freud, “de una abstracción que haga sus veces, como la patria, un ideal, etc.” Hay, sin embargo, dos figuras de la pérdida que complican la elaboración del duelo: el abandono, del lado del amor, y estatus de desaparecido, del lado de la muerte.

La necesidad de realizar un duelo es algo que reclama nuestra atención como analistas. En análisis se habla de lo que hay que duelar. Desde el psicoanálisis, atraviesa un duelo implica un saber hacer con la pérdida, por lo que el proceso no está desligado de la castración y de los modos en que ese drama se haya subjetivo. En el duelo, propone Freud con respecto a las pérdidas en la guerra, “Lo construiremos todo de nuevo, todo lo que la guerra ha destruido, y quizás sobre un fundamento más sólido y más duradero que antes”.

Aunque Freud no se refiera específicamente al duelo en un breve texto llamado “La transitoriedad” (1916), ahí se pregunta sobre si el carácter perentorio, efímero, de las cosas bellas, ya sean producto de la naturaleza o la cultura, implicaría restaurarle valor a su belleza o por el contrario dicha característica las tornaría aún más apreciables.

En 1916 Freud está atravesado por la Guerra, está dolido, en duelo. Ha perdido a familiares, un hijo incluido, pese a ello, ante la pregunta anterior, se inclina por la segunda opción y resulta muy llamativo el tono optimista del texto: apuesta al valor de la belleza a partir de ser perentoria, finita, mortal. Así, ante el horror de la guerra, toma una posición ética que apela al deseo y no al goce.

Sin duda, el optimismo es un recurso frente al horror de la muerte, es uno de los modos que encuentra el ser humano para tramitar el avasallamiento subjetivo que produce la pérdida de los objetos del mundo que constituyen su realidad. Sin embargo, creo que el optimismo opera como recurso sólo cuando es producto del deseo del sujeto y no una imposición de la moral en turno. El optimismo prestado, incluso, opera como lastre, intensifica el dolor, porque al dolor se le quiere imponer la felicidad. Frases como “¡Ya lo superarás!” devienen un mandato moral que, al no realizarse, introduzca mayor frustración, creo.

El psicoanalista francés Jacques Lacan dirá que solamente se hace duelo de quien nos sabemos en falta. Ante la pérdida amorosa o mortal, lo que se instaura en el sujeto es una falta, una hiancia, con el objeto amado.

Freud, también en Duelo y melancolía, aborda la cuestión del duelo como la de alguien que ha logrado asumir una pérdida, saber hacer con la pérdida y, como toda pérdida, remite a la castración. En el duelo se asiste a la imposición de una falta, a quien está de duelo se le ha impuesto una falta de manera irremediable. Así lo escribe Freud en el mismo texto: “La realidad ha dado su veredicto y es inapelable”, y con ello se inaugura en el sujeto el tiempo de una nueva realidad, los tiempos del duelo. Llegar a esa posición requiere un proceso, un trabajo de economía libidinal que llamamos “duelo”.

En este texto, escrito apenas un año antes de Duelo y melancolía , Freud menciona que “Para el psicólogo, empero, el duelo es un gran enigma, uno de aquellos fenómenos que uno no se explica en sí mismos, pero que reconducen otras cosas oscuras ”, eventualmente ante la pérdida, en lugar del duelo se responde desde la melancolía, relacionado con la bilis negra, con lo oscuro.

¿Qué puede ocurrir entonces cuando el duelo como trabajo simbólico —lo que implica un desasimiento libidinal del objeto— no se produce o, como vimos que ocurría con la pandemia, queda imposibilitado? Esta imposibilidad se presenta por dos vías, como ya dijimos, por la vivencia del abandono en el amor(acto sin palabra, acto violento), y en la condición de desaparecido (acto sin palabra, acto violento) del lado de la muerte.

En la muerte no hay la certeza ante la falta de un cuerpo, literalmente la falta falta, y es así, justamente como Lacan define a la angustia. Dirá que la angustia emerge cuando la falta falta . En el amor, quien es abandonado mantiene la esperanza del retorno del otro amado, guarda luto pero no hace duelo. Para hacer duelo es necesario asumir lo irremediable de la falta. ¡Para hacer un duelo hace falta un muerto!

En la terrible vivencia de encontrarse con la desaparición del amado, aun en ese estado de desolación, se tiene la esperanza de que esté con vida, pero al mismo tiempo se demanda un cuerpo, o bien una evidencia confiable de su muerte que permita hacer el duelo y recomponerse en la realidad. Con un cuerpo es posible hacer ritos fúnebres y así darle un lugar al dolor, quizás arropados por la idea de que ya descansa. El cuerpo le pone límites a la incertidumbre que alberga consuelo, el cuerpo le pone límites a la angustia, el duelo le arranca a la angustia su certeza. ¡Ya no está, pero yo sí!

Puedo narrarles que en cierto seminario en Zacatecas una alumna me hizo una pregunta que cruzó todas las lecturas y elaboraciones teóricas, literarias, científicas, existenciales: ¿Cómo sabemos que alguien ya ha superado el duelo o es ya un “duelo patológico”? Mi respuesta es la respuesta pivote de un psicoanalista: desde el no saber , le dije, no lo sé, pero tenemos tiempo de pensarlo. Lo cierto es que en el duelo está implicado el tiempo, los tiempos, sí, pero el tiempo lógico, y no creo que sea cuestión de tiempo cronológico, ¿tres meses, seis, 7, tres cuartos? Desde el psicoanálisis podemos pensarlo en dos tiempos: en el primer tiempo se llora lo perdido; en el segundo, se llora la perdida. En este segundo tiempo se llora con un ojo y con el otro se vislumbra la vida.

Ante esa compleja pregunta, y con la iluminación que en ocasiones acompaña al insomnio, recordé un pasaje de La muerte de Ivan Ilich , de Tolstoi, el narrador se pregunta por qué en los velorios o funerales, en algún momento, los amigos se reúnen y ríen, y se pregunta ¿de qué se alegran? Y se responde: se alegran de no ser ellos los muertos, celebran la vida, su vida.

Pero volviendo a la imposibilidad de transitar el duelo en el abandono y con el desaparecido, vale recordar que Lacan, en su lectura de Antígona (quien es enterrada viva) en el Seminario sobre la Ética , ha ubicado la relación de lo bello con la muerte . Lo bello de Antígona es el brillo que emana de su acto ante la muerte de su amado hermano Polínices. Ella desacata la prohibición de Creonte y le da sepultura a su hermano, reclama su tiempo del duelo. Es castigada dejándola muerta en vida; enterrada, arriba al entre dos muertes como le llama Lacan.

Antígona es quien, en completa soledad, no cuenta siquiera con la ayuda de su hermana Ismene, asume su destino trágico atravesando todas las barreras, tanto la barrera del “bien” como la de lo “bello”, en su empeño de otorgarle sagrada sepultura a su hermano, lo que implica evitar su deshumanización.

La condición de sujeto humano implica la subjetivación simbólica de lo real, si bien muerte y sexualidad constituyen un límite real, muestran lo imposible de simbolizar. Por esa misma razón los “ritos” o “ceremonias”, las despedidas sin lugar para el retorno, en el campo de lo amoroso, permitan bordear ese imposible, permitan volver a amar. He ahí el valor ético de concederle un lugar y un trabajo al duelo.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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