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Fue la mano de Sorrentino

Fue la mano de Sorrentino

Diciembre 21, 2021 / Por Francisco González Quijano

Si eres futbolero y cinéfilo te sentirás en la obligación de ver el nuevo estreno de Netflix: Fue la mano de Dios, un título que advierte presencia retro de futbol y familias. No es una película sobre Maradona ni algo que tenga que ver con religión, sino la historia autobiográfica de un director italiano que tiene el ego más hinchado que El Diego, el Papa y cuanta deidad se asome: Paolo Sorrentino.

Trata de un chico que crece en Nápoles en los años ochenta. Sí, la época en la que Diego Armando consiguió títulos y volvió loca a una ciudad que estaba muy alejada de la gloria futbolera. Fabio Schisa, un tierno muchacho que está por convertirse en adulto, va por todos lados con su walkman, vive sus primeras fantasías sexuales y tiene sueños de llegar a ser cineasta, mientras su vida deviene un sube-y-baja de tragedias, emociones, alegrías y tristezas, aderezadas con algo de comicidad.

La primera secuencia exhibe a la sensual tía Patrizia (Luisa Ranieri) en un plano que resalta sus curvas, mientras permanece en la parada del autobús. De pronto es abordada por un millonario que le ofrece un milagro de maternidad: un inicio que engancha y sorprende, pero que se diluye al pasar de los minutos, cuando notamos que todo fue un capricho inserto con calzador, de esos que solo pueden permitirse ciertos directores consagrados.

En la cinta se menciona varias veces a Federico Fellini, faltaba menos. Quien tuvo la oportunidad de ver Amarcord o Roma (la italiana) se dará cuenta que lo de Sorrentino es un intento neo-mileniero-pandémico por hacer algo parecido a lo del genio de Rimini. Pasa que Fellini hizo esas películas en los setenta y, por lo tanto, los primeros planos de gordas o pechugonas grotescas resultaban más graciosos antes que ahora. El despertar sexual de Fabio, interpretado por Filippo Scotti, resulta tardío comparado con las andanzas de los adolescentes fellinianos que besaban bocas y pechos por igual, cincuenta años atrás.

Menos mal que el personaje de Maradona no luce demasiado en el filme, pues es representado a lo lejos por un flaco greñudo de pie plano que aparece para cobrar algunos tiros libres con la zurda. En la escena, un Fabietto emocionado en las gradas obvia el hecho de que su ídolo no se perfila como profesional para hacer tirar a gol. Quienes hemos visto futbol sabríamos que quien encarna a Maradona no es ni la sombra de un jugador de primera división, Sorrentino está seguro de que así es el futbol que él vivió. “Recuerdo que vi a Diego en el mundial de… creo que era 1986”, duda el director italiano en un corto conmemorativo del estreno en Netflix. Increíble que Paolo no sepa de memoria en qué mundial fue el mejor gol de la historia o la llamada “mano de Dios” y después se atreva a hacer una película con ese título. Cosas de su ego.

Las secuencias que muestran ese Nápoles ochentero, efervescente por la gloria futbolera, apenas enseñan unos cuantos aficionados que salen de un estadio San Paoli casi siempre vacío, como si se tratara de una plaza de tercera división. En fin, es una película que cojea en verosimilitud, pero que también goza de virtudes.

Lo mejor de Fue la mano de Dios es la genial fotografía (obra de Daria D’Antonio), la puntada de incluir a un personaje que solo puede hablar con la ayuda de un micrófono y la relación del protagonista con su familia que, si bien se ciñe a los roles estereotípicos de la sociedad italiana, es retratada con soltura, bromas y amor, sin la necesidad de hablar de mafia y violencia. Los Schisa, sus alegrías y tristezas, nos hacen recordar a cualquiera de nosotros en esos años ochenta y logran el objetivo de Sorrentino de evocar con fuerza una época en que la fama era alcanzada a través del cine, el futbol y una tele que necesitaba de un bastón para poder cambiarle de canal sin moverse del sillón.

Ya son casi diez años de que se estrenó La gran belleza, la fantástica película que puso a este director italiano en el olimpo de la cinematografía y del que, para mí, bajó como gorda de Fellini en tobogán, luego de sus siguientes estrenos. Pese a todo, me gustó más Fue la mano de Dios que otras de sus obras recientes. Puedes darle una oportunidad, aunque no seas futbolero o cinéfilo, pero sigo sin entender que Sorrentino se sienta el Maradona del cine… y que tenga tantos fans.

Francisco González Quijano

Comunicólogo, periodista, director y productor audiovisual, futbolero y melómano. Ha escrito en diarios, revistas y medios de comunicación desde hace más de veinte años. Estudia la Maestría en Literatura aplicada. Está trabajando en un proyecto de crónica sobre rock y cine.

Francisco González Quijano
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