De color humano
Septiembre 30, 2022 / Por Eliana Soza Martínez
Esta semana tuve dos experiencias que me obligaron a pensar cuánto puede marcar a los pequeños la manera en cómo les hablamos y tratamos los padres, profesores y personas mayores en general. Me explico: mientras me encontraba en un vehículo de transporte público, vi como una madre golpeaba e insultaba con todo tipo de palabras soeces a un niño de no más de tres años, muchos podrán reprochar estas acciones. Siendo mamá, me cuido de juzgar, porque sé que existen varias razones por las que una pierde la paciencia. Por ejemplo, es bastante común que todo el peso de la educación de los hijos se cargue únicamente a la mujer y no así al varón, o que la personalidad y carácter de un niño o niña se caracterice por la rebeldía y la hiperactividad, esto tampoco excusa ser violenta con los chicos.
En este artículo mi propuesta no es juzgar los actos de esa persona, sino analizar por qué algunas madres a veces perdemos el control y cuáles pueden ser las consecuencias a largo plazo para los niños.
Estaremos de acuerdo en que este no es un caso aislado y que, más bien, es parte de la cotidianeidad de muchas familias en Latinoamérica. Sin ir más lejos, recuerdo que en la puerta del colegio de mi hijo mayor también fuimos testigos obligados de una reprimenda que le hacía una madre a su pequeña de no más de ocho años. En esta ocasión, no hubo violencia física, pero me animo a decir que sí psicológica, puesto que la mujer repetía a la niña que dejara de ser “tan tonta” y que por su culpa la iban a tachar de una mala madre. Aquello me dolió, no por juzgarla, sino porque también me pasa con los míos. Tal vez yo no les digo abiertamente que son tontos, pienso que se los doy a entender con mis acciones y eso me hizo reflexionar hasta el punto de la depresión.
Al convertimos en progenitores no llegamos a estar completamente conscientes de la gran responsabilidad que nos regala la vida al quedar en nuestras manos la formación de otro ser humano. Y si bien es cierto que nadie es perfecto y que siempre estamos propensos a cometer miles de errores como padres, es importante que seamos conscientes que esto puede marcar a los hijos para toda la vida.
Les confieso que viendo a estas mamás me imaginaba el futuro de los niños, quizás equivocada, puesto que al final pueden intervenir diversas variables para que la vida de alguien sea de una forma u otra. Sin embargo, si una persona es víctima de este tipo de trato durante un tiempo largo, lo asimilará de diferentes maneras, una de las más comunes es repetir el círculo de violencia.
Es probable que el primer niño se convierta en un hombre que busque solucionar sus problemas a través de los golpes y los insultos, en especial hacia sus allegados, la esposa y los hijos. Por tanto, se puede inferir que la madre fue víctima, en su momento, del mismo trato de sus padres o parientes. Por su parte, la niña quizás siga igual futuro o internalizará los insultos de ser tonta y no creerá en ella misma, por lo que se convertirá en presa fácil de hombres abusivos que la traten mal y le sigan hablando de esta manera despectiva.
Pero no solo de estas formas podemos afectar la autoestima de los más pequeños, también con silencios, falta de atención, acciones más sutiles como no demostrar cariño, decirles que no tienen la capacidad de hacer algo y tantas formas más. Pensando específicamente en estas madres y en mi experiencia, quisiera reflexionar sobre las causas de este comportamiento. Decía, puede ser por cansancio, estrés, sentirse agobiadas. Algo fundamental, es la importancia que le damos a lo que opinen los demás de nosotras, pensamos que todo lo equivocado que hagan los hijos es el fracaso de los padres y nos da vergüenza que otros lo sepan. Entonces cuando nos sentimos observadas por los demás, ya sea por un berrinche, por un mal comportamiento, nos enojamos el doble si es en público y debido a esto podemos ser más duras con los pequeñitos. Sin darnos cuenta de que aquello solo demuestra nuestra falta de autoestima y peor aún la falta de consciencia que con estas acciones y palabras estamos determinando, en forma negativa, la vida de nuestros hijos.
No obstante, el cambio no es sencillo, debemos empezar buscando ser más coherentes en cuanto a nuestras reacciones, buscar estrategias para calmarnos cuando nos enojamos. Por ejemplo, contar o respirar profundo, mentalizarnos que no por gritar más fuerte, golpear o zarandearlos, ellos harán más caso. Finalmente, somos los padres, los adultos y depende de nosotros la formación de los hijos, pues harán y serán como seamos, porque la educación se la da primordialmente con el ejemplo.
Eliana Soza Martínez (Potosí, Bolivia) Autora de Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020) Ed. Electrodependiente, Bolivia. Junto a Ramiro Jordán libro de microficción y poesía: Encuentros/Desencuentros (2019). Antología Iberoamericana de Microcuento (2017), compilador Carvalho; Escritoras bolivianas contemporáneas (2019) compiladoras: Caballero, Decker y Batista, Ed. Kipus. Bestiarios (2019), Ed. Sherezade, Chile. El día que regresamos: Reportes futuros después de la pandemia (2020), Ed. Pandemonium, Perú. Brevirus, (2020), Brevilla, Chile. Pequeficciones: piñata de historias mínimas (2020) Parafernalia, Nicaragua. Historias Mínimas (2020), Dendro Editorial, Perú. Microbios, antología de los Minificcionistas Pandémicos (2020), Dendro Editorial, Perú. Caspa de Ángel: cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Carvalho y Batista. Umbrales, Antología de ciencia ficción Latinoamericana (2020), Ediciones FUNDAJAU, Venezuela. https://www.facebook.com/letrasenrojo Instagram: @Eliana.Soza https://www.youtube.com/channel/UCJC8RtYxDvq0JVrb2ZIioeg
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