De color humano
Octubre 14, 2022 / Por Eliana Soza Martínez
La confluencia en octubre del Día Nacional de la Mujer en Bolivia y la conmemoración del Día Mundial de las Escritoras me conminó a hablar, en este artículo, sobre las mujeres que escriben a pesar de todo. Digo a pesar de todo porque además de tener que seguir luchando para ser visibles en el ámbito literario general, estas mujeres tienen un reto mayor al hacerlo siendo madres, esposas y profesionistas.
Repasando la invisibilización de las mujeres en la literatura mundial, los números nos dibujan esta realidad: El premio más importante de literatura en lengua castellana: el Premio Cervantes, instituido en 1976, solo ha sido concedido a cuatro mujeres frente a 37 hombres. El Nobel de Literatura, desde su creación en 1901 hasta 2022, ha premiado a 16 mujeres en contraposición con 102 hombres. En Bolivia pasa algo muy parecido. Solo hablaremos del Premio Nacional de Novela, que entre 1999 (año de su creación) y 2020 ha sido entregado a 6 mujeres y 17 hombres.
Este es apenas un vistazo de lo que todavía sucede en el ámbito literario a nivel nacional e internacional. Si bien es cierto que en el último siglo son muchas más las mujeres que escriben, aún no existe la equidad necesaria. Es decir que en las Ferias del Libro, por ejemplo, se pueden ver mesas de discusión con más participación de escritores que de escritoras, de igual forma los expositores. Aunque cabe reconocer que existen organizadores que sí buscan un equilibrio entre participantes de ambos géneros.
Lo que sí es cierto, y lo he podido comprobar en Sucre, donde vivo —no sé si pasa en otras ciudades—, es que en las lecturas tanto de poesía como narrativa son más las mujeres que participan que los varones. Las razones las desconozco. Quisiera pensar que es porque hay un mayor número de escritoras en formación y que hemos perdido el miedo de mostrar lo que hacemos y nos animamos a ser escuchadas.
No obstante, no es fácil dar este paso. Tal vez sí para las más jóvenes, que todavía no tienen un compromiso familiar y que pueden participar de talleres, lecturas, ferias, reuniones y actividades literarias en general. Pero no pasa lo mismo con alguien que ya es madre, esposa y también trabaja. El tiempo que puede dedicar a la escritura en sí, con todas esas responsabilidades, se reduce demasiado.
Imaginemos la jornada de cualquiera de ellas. Por la mañana, alistar a los niños para que vayan a la escuela, arreglarse una misma, ir a trabajar, (algunas madrugan con el fin de dejar preparado el almuerzo y a medio día terminar de cocinar); entrar a una oficina desde las 8 hasta las 12. Si tiene la suerte que el esposo vaya a recoger a los hijos, puede ir directo a concluir la comida y si es más afortunada ir a un restaurante a comer. Por la tarde, de nuevo de 2 a 6, volver a casa, servir el té o una merienda que comerán los pequeños, revisar tareas, preparar la cena, limpiar todo, acostar a los chicos y por fin algo de tiempo. Pensando que fue un día pesado de trabajo más las actividades del hogar, queda muy poca energía para dedicarla a la novela, cuento o poesía que esté escribiendo.
Tal vez sea una exageración la descripción que acabo de dar. Es posible que tenga hijos más grandes, que el esposo comparta los quehaceres, si la familia tiene un buen ingreso, cuente con una persona que le ayude. De todas formas, las responsabilidades no se desvanecen y, por tanto, no es completamente libre, y la posibilidad de encerrarse por horas en su escritorio para concentrase y escribir su obra maestra está muy alejada de la realidad. Menos aún que pueda participar de talleres, ferias en otras ciudades, etcétera, incluso si solo se queda en casa realizando las labores del hogar.
A pesar de estas circunstancias sigue aumentando el número de mujeres que escriben, que ganan premios, que son reconocidas, que se constituyen en referentes en los géneros que practican y por eso es necesaria una celebración mundial, ya que todas ellas enseñan con su tesón y esfuerzo a sus hijos e hijas, esposos, padres, hermanos y hermanas que los sueños se pueden hacer realidad, que el límite solo es el infinito.
Eliana Soza Martínez (Potosí, Bolivia) Autora de Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020) Ed. Electrodependiente, Bolivia. Junto a Ramiro Jordán libro de microficción y poesía: Encuentros/Desencuentros (2019). Antología Iberoamericana de Microcuento (2017), compilador Carvalho; Escritoras bolivianas contemporáneas (2019) compiladoras: Caballero, Decker y Batista, Ed. Kipus. Bestiarios (2019), Ed. Sherezade, Chile. El día que regresamos: Reportes futuros después de la pandemia (2020), Ed. Pandemonium, Perú. Brevirus, (2020), Brevilla, Chile. Pequeficciones: piñata de historias mínimas (2020) Parafernalia, Nicaragua. Historias Mínimas (2020), Dendro Editorial, Perú. Microbios, antología de los Minificcionistas Pandémicos (2020), Dendro Editorial, Perú. Caspa de Ángel: cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Carvalho y Batista. Umbrales, Antología de ciencia ficción Latinoamericana (2020), Ediciones FUNDAJAU, Venezuela. https://www.facebook.com/letrasenrojo Instagram: @Eliana.Soza https://www.youtube.com/channel/UCJC8RtYxDvq0JVrb2ZIioeg
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