Gorilas en Trova

Homero predica con el ejemplo

Homero predica con el ejemplo

Junio 16, 2023 / Por Maritza Flores Hernández

Homero Simpson es un tipo promedio: cree ser guapo, capaz de realizar todas las actividades y deportes con éxito; en cambio, en su trabajo elude la eficacia y la eficiencia; adora la hora del lunch y pasarla bien con sus amigos en la cantina, sin ser un borracho. Querido lector, para Usted, ¿cuál es el legado de Homero Simpson como padre?

Claro que no todos los padres son “perfectos” al modo de Homero Simpson. Algunos pueden ser verdaderamente atractivos, cultos, capacitados y aptos para desempeñar la alta misión de educar a jóvenes universitarios, como Charlie, el profesor de literatura inglesa a quien da vida el guapo actor Brendan Fraser en la película La ballena, estrenada en diciembre de 2022.

Un padre es fundamentalmente un ser humano como cualquier otro, tratando de sobrevivir al viaje de la vida. Desde luego, no entran en estos rubros aquellos que reniegan de los hijos, que los abandonan sin causa justificada, quienes huyen con otra persona bajo el pretexto de “estoy enamorado”, porque de estos hay muchos casos, incluso el cine muestra a algunos que, si bien no son célebres, sí son tristes.

Charlie, protagonista de la película La ballena —dirigida por Darren Aronofsky—, alienta a su esposa Mary para que, en unión de la hija de ambos, Ellie, pasen un fin de semana fuera de casa.

Mientras tanto, invita a su domicilio a Allan, uno de sus jóvenes estudiantes; prepara la cena para los dos, estando esos días juntos.

Al poco tiempo, Charlie abandona a su hija y cónyuge para establecerse con su amante. A la postre, se torna en un hombre que se desatiende de sí mismo debido a que su compañero ha muerto. Se transforma en un ser amargado, triste y con una terrible obesidad que él mismo se ha provocado.

Cuando su hija adolescente, Ellie, y él se reencuentran, ya han transcurrido un poco más de ocho años. Ella le reprocha su desamparo. Charlie trata de justificarse argumentando que lo hizo por amor, porque estaba enamorado de Allan.

Obvio, Charlie es excesivamente egoísta: no le interesó la suerte de su hija, apenas una niña pequeña.

Si bien proporcionó una pensión, es insoslayable que en tanto vivieron juntos jamás preparó una cena para ella ni le dedicó tiempo; eso lo hizo únicamente por el “amor de su vida”.

Estos personajes de ficción: Charlie, interpretado por Brendan Fraser; Ellie, por Sadie Sink; y Mary, por Samantha Morton, exponen cómo el egoísmo extremo de Charlie le hace creer que su rol de padre consiste en pagar una pensión (que es rechazada por la hija) y que “hacer su vida” está por encima de la vida y crianza de su descendiente.

Si realmente existieran personajes como Charlie, seguramente eso es lo que habría propiciado que los festejos por el día del padre —que en México se celebra el tercer domingo de junio; o sea, el 18 de este mes y año—, sean menores en cantidad y calidad en relación con los del día de la madre. Comentario que cabe debido a la cantidad de “memes” y reclamos que han circulado por todas las redes.

Al respecto, merece apuntar dos cosas: una, Charlie busca la redención. ¿Hasta qué punto el amor de su hija podría ayudarlo? Para saberlo, querido Lector, tendrá que ver la película.

Dos, es una pena que no se festeje debidamente al padre porque siempre han habido padres distintos a Charlie, por ejemplo, Homero Simpson.

La paternidad de Homero Jay Simpson u Homero J. Simpson, mejor conocido como Homero Simpson —protagonista de la serie animada Los Simpson, estrenada por primera vez en abril de 1987—, debe ser comprendida a partir no sólo de quién es él, sino de cuál es su actitud en cuanto sabe que será padre por tercera vez, por segunda vez y por primera vez.

En el capítulo “El nacimiento de Maggie” se desvelan parte de los sueños y del carácter pendenciero del personaje.

Homero trabaja como inspector de seguridad en la planta de energía nuclear de Springfield, propiedad del señor Burns, millonario avaro y ruin.

Llegó al cargo por un golpe de suerte y sin estar preparado, ya que además de haber cursado escasamente la secundaria, es especialmente holgazán, desordenado, desaseado y es esto último lo que provoca su mal olor.

Sus compañeros le piden que deje de emanar malos olores. Él, disgustado, presenta su renuncia, no sin antes mofarse, de todos los modos posibles, del propietario y bajo la idea de que sería libre; esto es, podría hacer lo que el quisiera, ser grosero con el señor Burns, por ejemplo.

Solicita trabajo en el boliche, sitio donde considera que estará muy bien porque se tienen pocas responsabilidades, se bebe cerveza y se trabaja poco; pese a que, en concordancia, se gana poco.

En consecuencia, reduce el presupuesto familiar y advierte que sólo uno de sus dos hijos —Bart o Lisa— irá a la universidad.

Asegura que no tenía la menor idea de que Marge, su esposa y madre de sus dos hijos, estuviera embarazada por tercera ocasión.

Marge sabía de la dificultad de dar la noticia a Homero, quien se encontraba concentrado en sus “quehaceres” en el trabajo y en los largos ratos que pasaba en la cantina con sus compinches.

Las hermanas de Marge participan de la buena nueva a todos los amigos y vecinos: muchos lo felicitan sin que entienda o inquiete el motivo de ello y tampoco le mueve para indagarlo.

A Homero muchas cosas le dan igual, no le importan, entre ellas lo que la gente hace, por más que se trate de la propia Marge, cuyos notorios síntomas externos y vientre abultado delataban a los ojos de cualquiera su embarazo, mas no para él.

Su indiferencia es exagerada. Un día, llega a casa en medio del baby shower que las hermanas y amigas de Marge han organizado.

Aunque Usted lo crea, querido lector, Homero aun así no se da cuenta de que él será padre por tercera vez.

¿Qué es lo que lo hace reaccionar? Simple, su mujer le dice: “Homero felicidades por tu nuevo trabajo”.

Entonces, se percata no de la maravilla de ser padre sino —de vuelta con sus quejas— de que tendrá que alimentar una boca más, que habrá de buscar un trabajo mejor pagado, que ha perdido su libertad; es decir, el “hacer lo que yo quiera”.

Se arranca dos cabellos de los que le quedan en la cabeza, porque además de barrigón, padece de alopecia, igual que sus antepasados. Se siente arruinado, especialmente en sus “planes financieros” que, ya se sabe, estribaban en “hacer lo que yo quiera”.

El propietario del boliche le explica que no hay suficientes ingresos para obsequiar el aumento solicitado. Ante lo cual, Homero consulta un diccionario de marketing y aplica una medida publicitaria: echa balazos con una escopeta afuera del negocio; propiciando que lo despidan.

Así que hace lo impensable, renuncia a lo que más anhelaba: su libertad.

Regresa a la planta nuclear del Sr Burns, quien lo recibe con la vileza acostumbrada, imponiéndole una sanción por ser “suplicante” —así se denomina a los fracasados, pues habiendo dimitido, vuelven, suplicando los recontraten porque esa planta es el único empleo bien pagado en Springfield.

La sanción consiste en trabajar con una placa frente a sí —con el propósito de que pierda el ánimo— que reza: “No lo olvide. Usted está aquí para siempre”.

El desánimo hace presa de Homero, quien demuestra su egoísmo a la manera de siempre: no escucha a nadie, no le importan los demás, echa la culpa a los otros de lo que ocurre y se duele de todo y de todos.

Llega a sostener que no soporta ese trabajo, que todo le ha sido adverso y que la mala suerte lo persigue, especialmente desde que supo lo del bebé.

Marge, receptora de sus querellas, lo escucha y le comenta: las contracciones comenzaron hace una hora.

Simpson no responde, sino que amplía sus reproches, según su habitual impertinencia, doliéndose por la falta de empatía de su compañera: “te entra por un oído y te sale por el otro”.

Finalmente, en la labor de parto, continúa con sus lamentos, su sarcasmo aflora. Al nacer el bebé, atina a decir: otra boca para alimentar.

Pero su desgano, desaliento, insolencia, carencia de educación y modales se vienen abajo cuando el bebé recién nacido, con su manita, le aprieta el dedo pulgar. Homero, entonces, pregunta si es un niño; el médico le informa que se trata de una niña. Ella lo mira con alegría.

Ocurre el milagro: Homero toma en brazos a su hija, corre al lado de Marge: “Marge tenemos una preciosa bebita. No, no es una preciosa bebita. Es la bebita más hermosa de todo el mundo. Marge muestra un poco de entusiasmo”.

En su trabajo, encima del letrero de castigo, colocó fotografías de su bebita, Maggie, con el lema: “Hazlo por Ella”.

Esta actitud y comportamiento de Homero frente al conocimiento del embarazo y nacimiento de la más pequeña de sus tres hijos, parecería novedosa; sin embargo, no es así.

Tuvo las mismas reacciones cuando se enteró del embarazo, y luego, del nacimiento de su primogénito Bartholomew, mejor conocido como Bart, y posteriormente de Lisa.

Esto delataría que Homero es más bien estúpido, porque las dos experiencias anteriores aparentemente no le enseñaron nada; casi como si no las hubiese vivido.

A lo largo de la serie, se conocerá que Homero tiene el “gen Simpson”, que es un gen de estupidez; al mismo tiempo, es un tonto brillante, pues consigue en su viaje por esta vida hacer toda clase de actividades: entablar amistad con celebridades y científicos, orbitar la Tierra igual que un astronauta, ganar todo género de premios y mantener a raya la seguridad de una planta nuclear.

No está mal para un chico tonto que tan sólo estudió secundaria, ¿no lo cree, querido lector?

En esto se parece a otro padre poco convencional: Forrest Gump —personaje que, da título a la película del mismo nombre, dirigida por Robert Zemeckis—, representado por Tom Hanks, quien, siendo un tonto de primera, sólo sabe hacer cosas geniales, inspirando a mucha gente a crear música y ciencia, ganando muchos premios y dinero y teniendo, casi por casualidad, un hijo.

Forrest llevó una vida extraña: la gente lo tachaba de disparatado y de bobo porque era buena persona. Él afirmaba que cumplir con el deber y hacer lo correcto no era una tontería; no le afectaba lo que las personas dijeran o que se burlaran de él; aun cuando, sí estaba consciente de que no era en absoluto como los demás.

Su preocupación sería su hijo, quien heredó de él, precisamente su inteligencia superdotada, sumada a la emocional de su madre.

Continuando con Homero Simpson, su mayor éxito estriba en ser el hombre capaz de comprender a su hijo Bart, un niño problemático a quien heredó el déficit de atención, que lo saca de sus casillas, poniéndose ambos mutuamente en ridículo; y de tratar de compensar a su hija Lisa, a quien transmitió su genialidad, y cuya ética irreprochable provoca que sea tratada como una persona excéntrica, rara o pintoresca.

Homero no es un padre modelo, porque es egoísta y tonto; también, perezoso, comodino y dado a las cervezas. En su favor, habría que reconocer: dedica los fines de semana a sus hijos y no se le ocurre tener una pareja distinta a Marge.

Posiblemente, el sacrificio que hizo de perder su “libertad” para preservar a su familia sea la mejor enseñanza de un padre a un hijo: Homero predica con el ejemplo.

Y eso quizá lo coloque a la altura del mítico Darth Vader, quien para salvar a su hijo, Luke Skywalker, renuncia al mal, destruyendo al horrible emperador Palpatine, lo cual se puede constatar en la película El retorno del jedi, dirigida por Richard Marquand, estrenada en mayo de 1983, de la saga de Star Wars.

Ser un padre o tener un padre merece un momento de reflexión, de amor, de perdón, de reconocimiento; muchas veces, para lograr todo esto es necesario encontrar los límites propios y ajenos, y aceptarlos; y siempre quedarse únicamente con lo mejor de ese hombre que, con toda certeza, algo hermoso heredó a sus hijos.

Desde aquí, deseo un Feliz Día del Padre a los hombres que aceptan su protagonismo en la vida de todos sus hijos.

Como siempre querido lector, Usted tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

Maritza Flores Hernández
En pocas palabras

Mayo 03, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Entre Pessoa y Nandino, la infancia recobrada

Abril 30, 2024 / Por Maritza Flores Hernández

Para Cristina Botelho (hilandera de utopías)

Abril 30, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

La niñez abandonada

Abril 30, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

En pocas palabras

Abril 26, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

La joven homosexual: amar a una mujer

Abril 24, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

Palabras al límite del tiempo

Abril 24, 2024 / Por Márcia Batista Ramos