Gorilas en Trova

Hormigas blancas en el mundo

Hormigas blancas en el mundo

Noviembre 25, 2022 / Por Maritza Flores Hernández

El mundo disfruta de Catar, sede de la Copa Mundial de Futbol de la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación) 2022, remontándose a la fantasía de los cuentos de Las mil y una noches. Por cierto, ¿en el desierto habrá hormigas?

Si un niño tuviera que responder a esta pregunta, se escucharía un enfático “¡sí!”, e imaginaría un hormiguero tan espectacular como cualquiera de los estadios donde se disputa el Campeonato Mundial de Futbol.

Si quien responde es la poeta argentina María Cristina Ramos, narraría “Historia de una Hormiga”:

 

Una hormiga nació blanca

en medio de un hormigal

donde todas eran negras

o morenas por demás.

 

La madre le dio aceitunas

de las negras nada más,

para ver si oscurecía

más lueguito de almorzar.

 

Pero, de blanca, la hormiga

no dejaba de brillar;

blanca su espalda de luna

blancas patas de coral.

 

La protagonista de este poema es una hormiga excepcional: nace blanca en vez de negra. Lo que, además de asombroso, es muy extraño porque si todas sus congéneres son de color negro y ni siquiera hay rojas o castañas; una blanca, por lo tanto, resulta ajena al linaje, a la costumbre y a la tradición. Cuanto más que, es bien sabido, no existen las hormigas blancas. No obstante, se dio el primer caso de una hormiga de esta gama. ¿Acaso el único?

La madre trató de curarla de su inexplicable mal dándole a comer aceitunas negras para que emparejara su tono con el del resto del grupo; sin embargo, ningún cambio aconteció.

La hormiga siguió tan blanca como cuando nació; destacando del resto, ya que mientras las otras lucían una hermosa espalda negra, ella mostraba “una espalda de luna” y “blancas patas de coral”.

Querido lector: la hormiga no era fea sino distinta, pues de otro modo sería imposible compararla con la deslumbrante belleza de la Luna o con la singular textura de un romántico habitante del mar, el coral.

Nadie ha mencionado que la hormiga blanca sufriera el menosprecio de la comunidad, que no fuera bien aceptada o que se cometieran actos de discriminación en su contra. Con todo, es fácil convenir en que para ella coincidir con una pareja para bailar o para formar una familia sería complicado. Máxime que esa sociedad exige a todos sus miembros integrarse completamente, al punto de comprender, fomentar, y custodiar sus características esenciales: orden, solidaridad, metas comunes, anteponiéndolas a cualquier singularidad para construir y preservar el hormiguero, y para acarrear un terrón de azúcar, a fin de alimentar a todos los moradores.

Tampoco nadie ha dicho que la hormiga blanca exigiera un trato preferencial; por ejemplo, en atención a que ella es blanca, todas las demás deberían conferirle los privilegios propios de una reina, dejarla hacer su voluntad o someterse a sus ideas, porque de otro modo y de manera inmediata habría argumentado que la estarían tratando con violencia en razón de su especie.

No, nada de eso ocurría. Tanto las hormigas negras como la hormiga blanca aceptaron mutuamente sus diferencias, manteniéndose juntas bajo las mismas reglas; aunque… siempre hay un pero: la hormiga blanca no hallaba su propio espacio, así que:

 

Cuando la hormiga fue grande

decidió peregrinar;

saludó con un pañuelo

con orillitas de sal.

 

Recorrió caminos negros

y otros, de piedra real,

donde todos los colores

se ponían a jugar.

 

Según la poeta María Cristina Ramos, la hormiga blanca fue en busca de su destino. Al despedirse, derramó lágrimas; por eso, “saludó con un pañuelo / con orillitas de sal”.

Mas el camino no le fue fácil, hubo de transitar etapas muy oscuras, ámbitos muy duros para ella, porque en otros hormigueros no la conocían ni la aceptaban.

Igualmente, topó con otros en los que congeniaban hormigas de todos los colores; conociéndose que:

 

Y encontró una ciudad llena

de hormiguitas sin pintar,

blancas, del blanco que queda

cuando se pone a nevar.

 

Y después, la ciudadela

donde viven, sin pelear,

hormigas de cien colores,

diferentes por igual.

 

Es decir, halló un hormiguero de habitantes blancas como ella.

La dificultad sobrevino rápidamente: lo que en un principio era espléndido, más tarde se transfiguró en la otra cara de la moneda: aquí sólo cabían hormigas blancas.

Continuó con su exploración, dio con una ciudadela poblada por hormigas de todos los colores. Para aquel tiempo, la heroína ya había aprendido, entre otras cosas, a disfrutar de la individualidad de cada ser, las diferencias entre las colectividades y a entender el “sabor de la vida”. Si bien, la historia no termina ahí:

 

Entonces, subió a una piedra

para ponerse a pensar

en qué lugar armaría

su casita de cristal.

 

Nadie sabe dónde ha ido,

petalito de azahar.

Pregunten cuando la vean

dónde hizo su solar.

 

En otras palabras, la hormiga —ante estas revelaciones— se pregunta: ¿dónde quiero estar? ¿Qué posición elijo para mí dentro de este universo? En seguida, como coloquialmente se dice, “se hizo ojo de hormiga”.

Desde ese tiempo hasta la fecha, nada se sabe de la hormiguita de su paso por la Tierra, salvo los hormigueros erigidos que deja como huella de sus experiencias, emociones y búsquedas personales.

Si Usted fuera la hormiguita blanca, ¿qué hormiguero escogería?, ¿dónde construiría su casa de cristal? Antes habría de considerar, la casa de cristal es endeble, transparente, entran el sol y las miradas de los otros.

Si Usted se encontrará con la hormiguita blanca, ¿daría aviso de ella?

Para responder a todos estos cuestionamientos, probablemente tendría que adoptar la postura del niño que no duda en sorprenderse con la historia de Catar y sus jugadores de futbol; que tampoco niega la veracidad de las historias de hormigueros por toda la Tierra con su multiplicidad de colores, uniformes, travesías y que, definitivamente, no tiene miedo de abandonarse por unos instantes a la magnificencia de los improbables y de los imposibles alrededor de los relatos de poetas y narradores de miles de cuentos y de juegos estratégicos únicamente para sentir que las diferencias son aceptadas bajo las mismas reglas del juego.

Como siempre, Usted, querido lector, tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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