Káos

Año Nuevo: Jano y el acto creador

Año Nuevo: Jano y el acto creador

Enero 07, 2022 / Por Antonio Bello Quiroz

Las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado.

Las palabras del próximo año esperan otra voz.

T.S. Eliot

 

El año nuevo es oportunidad de renovar deseos y hacer comienzos. Los antiguos romanos tenían en Jano al Dios de los nuevos comienzos en todas sus formas. Era el guardián bifronte que ve tanto hacia adentro como hacia afuera, por ello se encontraba en las puertas de las ciudades y en algunas ocasiones en los pórticos de las casas nobles. Preside las entradas y salidas, el adentro y el afuera, y también fundamentalmente, el pasado y el futuro. El dios Jano era también quien posibilitaba contactar con los otros dioses ya que, siendo su origen humano, tenía cualidades divinas. Se trata, en principio, de un rey de la región de Lacio a quien, por su bondad, justicia y amor, se le concedieron poderes divinos. Cuando Saturno fue expulsado del cielo, Jano le dio cabida en Lacio, por lo que el dios melancólico le concedió la capacidad de ver el pasado, el presente y el futuro. Por ello, una de sus caras mira al pasado, mientras que la otra lo hace al futuro y se encuentra, en tanto que estatua, en el presente. Jano conoce el pasado y lo que ha de venir. Con frecuencia también se le representa con un rostro femenino y, en contraposición, un rostro masculino, por lo que representaría la frontera entre los sexos. Otro elemento que se destaca en su ícono es que porta una llave en la mano derecha y un báculo en la izquierda, con lo que es el guardián de las puertas y de los caminos.

Cada uno de los rostros, como los heterónimos de Pessoa, tiene su nombre propio: Jano Patulsios y Jano Clusivius. Jano es el dios romano protector del Estado, sin equivalente en el panteón griego. El mes de enero (mes bisagra entre un año y otro) debe su nombre, jenuarius, janero, al dios Jano. En otros idiomas también se percibe su influencia: january en inglés, janvier en francés.

La llegada del año nuevo es fuente de celebraciones y expresiones de deseos. El filósofo alemán no escapa a la convocatoria de manifestar sus deseos para año nuevo y en La ciencia jovial nos los revela:

 

Con motivo de año nuevo. ―Todavía vivo, todavía pienso: tengo que seguir viviendo, porque tengo que seguir pensando. Sum, ergo cogito: cogito, ergo sum. Hoy en día todo el mundo se permite expresar su deseo y su más querido pensamiento; pues bien, también yo quiero decir lo que hoy desearía para mí mismo y que fue el pensamiento que primero corrió este año por mi corazón, ¡un pensamiento que será para mí fundamento, aval y dulzura de toda la vida ulterior! Quiero aprender cada vez más a ver lo necesario de las cosas como bello: así seré uno de los que hacen bellas las cosas. Amor fati: ¡sea éste a partir de ahora mi amor! No quiero hacerle la guerra a lo feo. No quiero acusar, no quiero acusar ni siquiera a los acusadores. ¡Mirar a otro lado sea mi única negación! Y, en general y en definitiva: ¡quiero, algún día, ser alguien que sólo dice sí!

 

Sin duda, el valor del cambio de año tiene carácter simbólico, señala un cambio en un discontinuo permanente. El cambio de año marca el franqueamiento de un umbral simbólico que no tiene posibilidad de retorno (lo que ocurre, no obstante, todos los días y cada instante). Sin embargo, se nombra como Año Nuevo: “¡Feliz año nuevo!”, se desea a los seres queridos.

Pero, ¿por qué nuevo?, se pregunta el psicoanalista francés Jacques Lacan. Señala que no se trata de algo nuevo, sino de algo que, en la dimensión de lo real, no tiene un principio que se pueda fijar. Nueva –dice– la luna, que en algún momento desaparece y renace, nueva. Para el año no hay nuevo. Para el año no hay un principio que se pueda fijar; sin embargo, tiene que haber uno, que tendrá carácter simbólico y que se denomina justamente “año”, una localización significante de lo que podrá definirse como ciclo. Ese carácter significante, corte en lo real, es lo que posibilita que no se marque el Año Nuevo en la misma fecha en el mundo cristiano que en el judío, o en los mundos precolombinos, o bien en la cultura china. Y entonces, se pregunta nuevamente Lacan, “¿Dónde ubicar el comienzo del año?” Y declara: “Ahí está el acto… el año nuevo me da la oportunidad de abordarlo por esa punta. Un acto está ligado a la determinación del comienzo, y muy especialmente allí donde hay necesidad de hacer uno precisamente porque no lo hay.” Un acto es la creación de un comienzo, se crea ahí donde no hay.

El año nuevo está marcado por la determinación de un comienzo, que es la posibilidad de una renovación. Por ello, dentro de los rituales de año nuevo se incluyen los votos renovados, los deseos por cumplir, no sin antes barrer o quemar lo viejo, y no antes de una limpia.

La poesía tampoco ha sido ajena. Cerremos nuestra primera colaboración del Año Nuevo con el poema “Final de año”, de Jorge Luis Borges:

 

Ni el pormenor simbólico

de reemplazar un tres por un dos

ni esa metáfora baldía

que convoca un lapso que muere y otro que surge

ni el cumplimiento de un proceso astronómico

aturden y socavan

la altiplanicie de esta noche

y nos obligan a esperar

las doce irreparables campanadas.

 

La causa verdadera

es la sospecha general y borrosa

del enigma del Tiempo;

es el asombro ante el milagro

de que a despecho de infinitos azares,

de que a despecho de que somos

las gotas del río de Heráclito,

perdure algo en nosotros:

inmóvil.

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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