Káos

La impotencia sexual

La impotencia sexual

Octubre 17, 2023 / Por Antonio Bello Quiroz

Portada: Edvard Munch, Separación, 1896.

 

“Nada hay tan insoportable al hombre como el reposo absoluto sin pasiones, sin acción, sin distracción, sin aplicación. Entonces es cuando siente su nada, su desamparo, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su inanidad”

Blaise Pascal

 

Si algo aqueja y angustia a los hombres de todos los tiempos es la pérdida de la virilidad. Sin embargo, el mal se agrava cuando la exigencia social demanda plena satisfacción.

Desde el psicoanálisis sabemos que la confrontación con el cuerpo sexuado y con el deseo del Otro le produce angustia al neurótico. En el sedimento de esto encontraremos que, para el hablante-ser, el goce lo hace culpable. Eso implicaría que el goce que se juega, por ejemplo en el orgasmo, sea generador de angustia en tanto que no se puede inscribir en lo simbólico. Es esta imposibilidad lo que hace que la existencia cuestione al sujeto. Esta es la razón por la cual la sexualidad cuestiona al sujeto: hay algo de muerte en ella que aterra al neurótico. Frente a ese terror, la impotencia es la respuesta. El neurótico es en particular el crisol de esa interrogante sobre lo sexual a la que está sometido en cuanto hablante. Para el neurótico la sexualidad se constituye como una duda. El neurótico es un sujeto que pone en cuestión constante el hecho de su sexualidad y su existencia. Esto último queda claro en la obsesión, donde la pregunta que lo sostiene gira en torno a saber si está vivo o está muerto. En la histeria, por otro lado, la cuestión se centra en cuanto a si se es hombre o si se es mujer, en otras palabras, la cuestión atañe a la sexualidad.

El neurótico, al cuestionarse, le pide cuentas al Otro, lo hace de mil maneras pero esencialmente lo hace escudriñando los indicios del deseo del Otro. La impotencia es una de esas formas; la impotencia es una puesta en cuestión en torno al deseo del Otro.

Ya Freud, en 1912, señalaba que si quitamos la angustia, la razón por la que se le solicitaba asistencia al analista era por la impotencia psíquica. Hoy podríamos decir que estas demandas y quejas en análisis continúan siendo frecuentes, pese a que la gran industria farmacéutica ha inventado productos químicos que prometen revertirla. Sin embargo, pese a que los fármacos permiten revertir la falta de erección (cuando no hay una afectación de carácter biológico), no hay con ello ganancia de placer o eliminación de la angustia ante la confrontación con la sexualidad.

Para Freud, el orgasmo representa para el sujeto exactamente la misma función que la angustia, en la medida en que el deseo está separado del goce, se trata de la coartada fundamental, la coartada fálica como dice Lacan, donde la mujer se sublima en su función de envoltura pero donde algo que va más lejos queda infinitamente afuera. Lacan convoca al analista a que tenga el valor ético de acercarse ahí donde se ubica la hiancia deseo/goce a nivel genital, justo ahí donde los órganos constitutivos de la sexualidad rehúsan el cumplimiento de la sexualidad.

En un texto de 1912 que lleva el generoso título de Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa, la segunda parte de sus Contribuciones a la psicología del amor, Freud dedica el primer apartado a la impotencia psíquica. La califica como una extraña perturbación que aqueja a hombres de naturaleza intensamente libidinosa. Lo extraño es que, antes de que se presente el afecto, estos órganos sexuales se muestran intactos en su funcionamiento. 

El vienés inventor del psicoanálisis va a destacar que el propio enfermo obtiene una primera orientación al señalar que esta denegación sólo le ocurre con ciertas personas, mientras que nunca les sucede con otras. Con esto deduce que su afección tiene que ver con una característica del objeto sexual; es decir, hay “algo” de la persona deseada que le inhibe. Hay algo en el objeto que le genera un impedimento interior, aunque al mismo tiempo declara no tener consciente qué es ese algo que lo imposibilita sexualmente. A lo más que alcanza es a relacionar esa falla con la primera vez en que se presenta la perturbación. Una primera vez con carácter angustiante que se toma como causal.

Aún y cuando los tiempos han cambiado desde que Freud se interesara por esta afección de carácter universal asociada a la fijación incestuosa no superada con la madre y hermanas, y toda la estirpe de mujeres prohibidas. También se destacan penosos accidentes anudados al quehacer sexual infantil o al despertar de la primavera, como Freud llama a la pubertad. Quizá reprimendas paternas o una hipervigilancia se encuentren en el origen de la impotencia. Sin embargo, una vez que se ha sometido a análisis a quienes padecen de impotencia, se encuentra que hay una inhibición de la historia sexual infantil que impide que confluyan una en la otra las dos corrientes cuya unión es lo único que asegura una conducta amorosa plenamente normal. Estas dos corrientes que en su confluencia generarían una sexualidad con ganancia de satisfacción son la tierna y la sensual. De estas dos corrientes libidinales, la tierna es la más antigua, se remonta hasta la primera infancia y se relaciona con las pulsiones de autoconservación, dirigiéndose principalmente a las personas familiares encargadas de la crianza del niño, a la madre en primer término. Es en estas pulsiones que se finca la elección infantil de objeto. Estas fijaciones tiernas toman un carácter erótico más marcado (el niño es un juguete erótico) que de esta manera es desviado de sus metas sexuales. 

Es en la pubertad cuando se vendrá a añadir una poderosa corriente sensual que ya no podrá ignorar sus metas sexuales. Sin embargo, aquí tropieza con los obstáculos impuestos por el incesto, lo que le obligará a buscar en otros objetos ajenos la posibilidad de cumplir con una real vida sexual. Estos objetos se escogerán siempre para los arquetipos de la imago materna.

Freud nos recuerda que el sujeto habrá de cumplir con el precepto de dejar a su madre y a su padre y así, en su mujer, quedarán conjugadas las corrientes tiernas y sensuales.

Así las cosas, dos factores garantizan el fracaso del progreso sexual. Por un lado, la medida de frustración real que va a contrariar la elección de objeto, dada la inmadurez genésica. Es decir, el fracaso de la sexualidad está garantizado cuando no tiene sentido para el sujeto, cuando no puede elegir nada o bien no puede elegir algo conveniente. Es decir, el rechazo del objeto deseado. Por el otro lado, el fracaso sexual está garantizado en la medida en que la atracción de los objetos infantiles que han de abandonarse ejercen atracción en la vida adulta, es decir, la rememoración de los objetos incestuosos prohibidos. Si estos dos factores son lo bastante fuertes entonces entrará en acción el mecanismo formador de neurosis, es decir, la represión.

Mediante estos dos factores, la libido se extraña de la realidad y es acogida por la fantasía y refuerza las imágenes de los primeros objetos sexuales, se fija a estos. Mediante estos mecanismos, la libido al no poder desprenderse de los objetos infantiles, quedará en lo inconsciente contribuyendo a la fijación en los actos onanistas, se centra la libido en la masturbación. Así se consuma en la fantasía lo que fracasa en la realidad.

La otra “salida” para la sexualidad, cuando queda ligada en lo inconsciente a objetos incestuosos, es la impotencia absoluta. Freud escribe: “la corriente sensual que ha permanecido activa sólo busca objetos que no recuerden a las personas incestuosas prohibidas; si de cierta persona dimana una impresión que pudiera llevar a su elevada estima psíquica, no desemboca en una excitación de la sensualidad sino en una ternura ineficaz en lo erótico”. En conclusión, la impotencia es el resultado de un exceso de corriente tierna, es resultado de un exceso de amor.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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