Káos

La pareja estrago

La pareja estrago

Noviembre 29, 2023 / Por Antonio Bello Quiroz

Imagen de portada: Charles-André van Loo, Jason y Medea 

 

El centro de gravedad escribía Chejov en 1886 debería residir en dos: él y ella

Philip Roth

 

En conmemoración del 25N, día que busca reconocer la importancia de erradicar la violencia contra las mujeres, quisiera compartir con ustedes estas reflexiones en torno a la vida en pareja en fragorosa actualidad. Este trabajo es un fragmento de mi libro Sexo, Amor, Angustia, Muerte, reeditado recientemente por la editorial de mi amigo Samuel Hernández, El diván negro.

Para Jacques Lacan, la mujer es el síntoma del hombre, en tanto que el hombre es una de las dos relaciones que causan estrago en la mujer. Quizá nunca como en nuestra época se han puesto tan de manifiesto estas aseveraciones. La violencia contra ellas, la misoginia, y el feminicidio como su expresión más radical, lamentablemente son signos de nuestra época. 

Pese a la enorme cantidad de programas de prevención y los cuantiosos recursos que se invierten en campañas publicitarias, la violencia en la pareja es, lamentablemente, un mal generalizado. Ocurre en todas las clases sociales, en todos los niveles educativos y en todas las latitudes del país, y en el mundo. Si lo quisiéramos cuantificar en datos estadísticos, hablamos de una pandemia. Hay mediciones que nos dicen que el 65% de las mujeres han sufrido de violencia a manos de su pareja. No conocemos estadísticas de la violencia que las mujeres ejercen también contra su pareja, pero quienes nos dedicamos a la clínica sabemos que es harto frecuente que esto ocurra. Pero hoy no toca hablar de eso.

Quisiera referirme ahora a la aseveración del psicoanalista francés Jacques Lacan en el sentido de que, en la relación de pareja, el hombre hace estragos en la mujer. Valdría, en principio, preguntarse qué significa la palabra estrago. Lacan utiliza el término francés ravage, que significa devastación o aniquilamiento. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua en España, Estrago se refiere a los daños causados en guerra, como una matanza de gente o la destrucción de la campaña, del país o el ejército. Hay una segunda acepción que hace referencia a causar ruina, daño o asolamiento. También nos señala que hacer estragos es lo que ocurre cuando se provoca una fuerte atracción o una gran admiración entre un grupo de personas.

Según estos acercamientos, la pareja sería un campo de batalla sostenido a partir de una gran admiración o una atracción devastadora. El aniquilamiento o devastación que implica el estrago Freud la ubica, lo primero, en la relación madre-hija. Una relación marcada por el masoquismo y donde hay un fuerte reclamo de la hija para la madre, ¿y qué reclama?, justo no haberle dado el sexo correcto. 

Sabemos, por Freud, que en el principio de la constitución psíquica hombres y mujeres nos vivimos en la creencia de un solo sexo, y sólo es a partir de que se hace percepción psíquica de la diferencia anatómica de los sexos como se revela la existencia del otro, del otro sexo. El mundo se divide así entre quienes tienen y quienes no tienen. No tienen el genital que es valorado. No es que a las niñas les falte algo, sólo que lo que tienen no alcanza el valor que tiene el pene. La niña sufre una afrenta mayúscula al tener que asumir no tener el sexo válido en tanto que valorado. La culpable de esta carencia es, no le cabe duda, la madre. La madre la deja devastada al no haberle dado el sexo que todos a su alrededor celebran. Esta relación de la niña con la madre, entonces, es una relación de estrago.

Es hasta 1975, en el Seminario 23, Sinthome, que Lacan habla de la relación estragante que puede ser un hombre para una mujer. Ocurre, nos dice, cuando las mujeres aman a su hombre como si fuera dios. Este amor, entre más grande, tiene también su contraparte en un odio mayúsculo. Si el amor y el odio van de la mano, al idealizar en demasía al hombre, éste genera estragos en su imposibilidad para corresponder con esa idealización. Al idealizar al hombre, en su afán de que le dé eso que él tiene, la mujer se vincula de manera masoquista. 

El amor muestra así su rostro más siniestro, real: el del dolor, el sufrimiento con que viene acompañada la imposibilidad de la relación sexual. Recordemos que Lacan nos enseña que no hay relación, proporción, sexual. Esta evidencia se revela de múltiples maneras en las relaciones de pareja: el estrago es la más trágica, devastadora. Medea es un ejemplo que bien ilustra lo hasta aquí señalado. La heroína trágica no puede soportar la traición de Jasón y no encuentra otra salida que el crimen. Ante el destierro de Corintio que el rey Creonte designa para Medea (y así la hija de él pueda casarse con Jasón), ella consigue que el rey le permita quedarse un día más. Medea y Jasón discuten porque él la ha abandonado para casarse con la joven hija del rey. Con engaños Medea hace que Jasón se quede tranquilo mientras planea el crimen de la hija del rey. Lo hace enviando a la princesa un vestido impregnado de veneno. Al ponérselo muere, lo mismo que el rey, que intenta ayudar a su hija. Jasón va a buscar a Medea mientras que ella ha matado también a los hijos de ambos y ha huido de Corinto.

En esta tragedia de Eurípides se muestra de cuerpo entero la fórmula de la pareja-estrago: la imposibilidad para separarse y al mismo tiempo la imposibilidad para quedarse juntos. Dicha de otra manera, esta fórmula podría expresarse en el clásico “ni contigo ni sin ti”. La desilusión que acompaña a todo amor se vuelve insoportable; el crimen es una salida, lo mismo que puede ser el suicidio. Ante esto vale preguntar: ¿Qué pasa con los hombres que se suicidan por amor? Ocurre que se revela con toda su fuerza que el amor los coloca en la única posición en que es posible amar, en la posición femenina, aquella referida a la falta. La afrenta narcisista que constituye el desamor es insoportable. La diferencia y alteridad del Otro se hace valer de manera radical, la respuesta a esta herida narcisista es de igual radicalidad: el odio que aniquila.

Lo insoportable en la relación, que se pensaba como fusión con el otro, es la castración, es decir, la evidencia de que el otro es otro. Sin embargo, esta castración es la condición para que haya amor. La pareja estrago niega la castración: la pareja es colocada en la posición de quien obtura o cierra la falta, se trata de un amor sin límites, un amor en donde se juega a todo, y se hace por la vía del dolor y la humillación. Recordemos que ya con Freud en la relación estrago se juega poderosamente el masoquismo femenino. Para la mujer, que se mueve bajo la fórmula “ya lo vi, se dónde está y lo quiero” (y para ello no importa humillarse ni sufrir) es insoportable no tener lo que el otro, el partenaire, tendría que darle.

El vínculo de la mujer en el amor es uno que se encuentra organizado en torno a tener, a tener el amor que complementa, el otro deviene en objeto de completud que se realiza por la vía de la identificación hasta perderse en él, como escribe el checo Milan Kundera en La identidad: “Y es que, a veces se dan situaciones en las que por un instante ninguno de los dos parece reconocerse, en el que la identidad del otro se disuelve y, de rechazo, dudad de la suya propia. Todo el que ama, todo el que convive en pareja, lo ha experimentado alguna vez, porque lo que más teme en el mundo quien ama es perder de vista al ser amado.”

En la mujer el amor con frecuencia asume las formas de la erotomanía, es decir, su vida se organiza en torno al amor, al amor sin límites, al amor-todo, como si la devastación fuera un componente estructural de la sexuación femenina. Para ella, los fracasos del amor se viven con una especie de locura, una locura de amor o un amor de locura es lo que se juega del lado femenino. No ocurre así del lado del hombre cuya vida amorosa y sexual se encuentra limitada, ya sea por la duración o por la frecuencia, siempre limitada al goce fálico. En la mujer se presenta un vínculo singular al goce, un vínculo que prescinde de la medida fálica para desbordarse en el cuerpo y mostrarse ajena al significante, es decir, queda vinculada al goce como suplemento.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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