Café Babel
Diciembre 06, 2023 / Por Marco Julio Robles Santoyo
La literatura rusa del siglo XIX es famosa, entre muchas otras razones, gracias a un puñado de escritores que hicieron de ella un baluarte en el que no sólo describieron las vicisitudes del hombre frente a su propia naturaleza, sino los embates de los hombres ante la jerarquía social, el amor o las encrucijadas morales que los atenazan. También plasmaron las múltiples luchas de los campesinos en contra de los nobles terratenientes y la vulnerabilidad de esas “pobres gentes” frente a un clima insidioso, más brutal aún porque el frío, regular e indiferente, desnuda al mujik en su auténtica miseria.
Turguénev y Tolstoi, Gógol y Chéjov, Dostoievski y Gorki, esos seis nombres, ligados, por supuesto, a Pushkin, bastan para dar cuenta de la enorme vitalidad que la literatura rusa tuvo en el siglo XIX, cada uno de ellos con sus marcas específicas en cuanto a estilo, cada uno de ellos, también, preocupado por parcelas diversas de la realidad social y política; pero vinculados por una aguda observación de la textura social y de los problemas de carácter humano que se vivían en las clases altas pero, ante todo, en las clases bajas: vulnerables, mas no necesariamente buenas y perfectas. Se trata de un humanismo labrado por las penurias propias de la época, pero que no cae en la vana glorificación de la pobreza. Así, los tipos humanos forjados en la literatura rusa del siglo XIX corresponden, punto por punto, a caracteres humanos con sus naturales impulsos y sus particulares asperezas.
Te van a llevar los rusos, de Daniel Espartaco Sánchez es una obra en la que, a través de un narrador en primera persona, se nos introduce en el mundo interior de un muchacho de apenas 11 años. Conforme el relato avanza, gracias a la transparencia de una prosa que no descuida las marcas temporales, seremos testigos de cómo se desarrolló la vida de un chico que vivió en Chihuahua en los años ochenta del siglo pasado y que se entregaba a la lectura repetitiva y maniática de un solo libro de cuentos rusos. También observaremos cómo ese muchacho camina a la par de los sueños y de las esperanzas de la época y cómo, hacia el final del relato, se convierte en un burócrata más, atado a la rueda de los documentos que consumió la vida de muchos personajes célebres de la literatura rusa: recordemos a Gógol (“El capote”), a Dostoievski (“El doble”), a Chéjov (“La muerte de un burócrata”).
Explorar la vida y sensibilidad de esta clase de personajes es riesgoso en la medida en la que es posible caer en lo monótono y lo esquemático, o en los tan temidos lugares comunes. Al fin y al cabo, sellar papeles no es diferente allá que aquí, ni antes como ahora. Daniel Espartaco Sánchez resuelve esta complicación situando los detalles burocráticos al final del relato, de tal suerte que primero observamos la soledad y los anhelos del personaje, y luego su tibia resolución plasmada en los innumerables oficios en los que ha ensayado su vida: “Vivimos en un fraccionamiento al norte de la ciudad, en una pequeña casa que compramos a crédito. A lo largo de mi vida, he ejercido toda la clase de oficios que se podrían esperar de alguien como yo. Estudié derecho por un tiempo… Terminé trabajando en una oficina de gobierno, en el centro, después de sacar un título profesional a distancia”. (Espartaco, 2023, p. 30).
Sin embargo, el relato de Sánchez no sólo nos recuerda aquellos grandes referentes de la literatura rusa, sino ese momento precioso (para los lectores precoces) en el que se sintieron encantados por una obra literaria y se refugiaron en ella; esa época en la que soñaban con ser parte de la narración y sustituir a uno de los personajes o, simplemente, esos disfrutables momentos de suspensión de la realidad gracias a la fantasía literaria, rasgo que también está presente en el nuevo libro de este autor. Pues ese muchacho de apenas 11 años, anhela conocer aquella lejana Unión Soviética en la que Eduardo, su tío, trabaja. Se aleja del mundo gracias a las historias de princesas, caballos, zares, pájaros de plumaje dorado y manzanas robadas. Y es que su ensoñación es abstracción, distancia y alejamiento, porque la vida es odiosa, porque la soledad es vasta y su condición de superdotado lo singulariza y separa de sus coetáneos: en el relato de su infancia no falta ni la crueldad de los niños en sus juegos dolosos, ni la indiferencia de los adultos en un México que se industrializa. Por eso, manda una carta a la editorial que edita su libro favorito de cuentos, y a la vuelta del correo recibe como respuesta que ni la editorial existe ya ni la Unión Soviética permanece unida. La historia avanza mientras leemos: la maquinaria del mundo no permanece quieta entre las letras y, sin embargo, la literatura dibuja los pasos de la historia como este libro en el que la Unión Soviética aparece congelada, grande y enigmática, así como en los mapas de viejos diccionarios que ya casi nadie hojea. Literatura que es tiempo recuperado en el más bello de sus alcances, es decir, como memoria de los hombres que alguna vez quisimos ser y de los libros en los que fuimos “algo”.
“Te van a llevar los rusos”, le dicen a nuestro narrador a modo de amenaza por leer tanto… ¡Sí!, que vuelvan los rusos y que nos lleven a esa lejana tierra en la que Ana Karenina todavía está viendo su reflejo en la ventanilla del tren, mientras Moscú se aleja y ella persigue su destino y Wronsky la persigue a ella… El tío Vania espera, espera… Y Akaki Akakievich aún busca su abrigo entre el lodo, la nieve y la borrasca.
Daniel Espartaco Sánchez, Te van a llevar los rusos, (Colección Tacita de té), Los libros del sargento, México, 2023.
(Puebla, 1983). Maestro en Filosofía por la UNAM. Ha colaborado en medios como: Sexenio, Numen, Luvina, La libre de Fuego, Anal Magazine, Crítica, Letras Explícitas y Reflexiones marginales. Su actividad creativa se centra en el relato, la novela y el ensayo. Diario camaleón (Textofilia ediciones, 2015), es la primera recopilación de su narrativa breve. En abril de 2016, Diario Camaleón fue elegido como el libro central para los festejos del Día Internacional del Libro realizados en el Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco. En 2018 ganó el XIII Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales, certamen literario auspiciado por la Fundación Gabriel García Márquez en Colombia.
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