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Una breve visita a un laboratorio de agrodiagnósticos

Una breve visita a un laboratorio de agrodiagnósticos

Febrero 11, 2022 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: Laboratorio de Agrodiagnósticos del Comité Estatal de Sanidad Vegetal del Estado de Puebla.

 

Recuerdo que hace algunos años, cuando era estudiante en la Escuela de Biología y solía tomar la ruta de los Directos a Cholula para regresar a mi hogar después de clases, no faltaba la ocasión en que por desgracia me quedaba dormido para acabar en la terminal de aquellos autobuses, teniendo que caminar kilómetro y medio de regreso. No obstante, antes de iniciar mi recorrido de vuelta, me percaté en varias ocasiones de que cerca del paradero era muy frecuente ver pasar camionetas blancas con un logotipo verde y la leyenda “Sanidad vegetal”, que salían de una entrada cercana en donde se apreciaba solamente el letrero de “Agricultura”.

Debo confesar que en ese momento de mi vida no logró atraer mi atención lo suficiente como para ir a rondar por ahí y echar un vistazo, pero no hace mucho, al intercambiar mensajes con unos cuantos amigos biólogos, me hice la pregunta de si algún colega trabajaría en aquel lugar. Fue así que realicé en estos días una visita al Comité Estatal de Sanidad Vegetal del Estado de Puebla (CESAVEP), que es el nombre completo de esta institución referida y es un auxiliar de la Secretaría de Agricultura Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA).

Después de preguntar al vigilante y de recorrer el lugar por unos minutos, me decidí a elegir un edificio que llamó mi atención por leer en una de sus puertas la palabra “laboratorio”. Al tocar, fui recibido con toda amabilidad por Estefanía González Olivares, quien es ingeniera en biotecnología por la Universidad Tecnológica de Puebla y que está a cargo del Laboratorio de Agrodiagnósticos del (CESAVEP).

Estefanía aceptó en darme un recorrido por el laboratorio, mostrándome los espacios que conforman el pequeño edificio, empezando por su oficina, donde tiene lugar el registro de las muestras que recibe de distintos productores de varios cultivos agrícolas, quienes solicitan el servicios de análisis físico-químicos de agua, de suelo, o muestras vegetales para la identificación de fitopatógenos en sus campos, es decir de diferentes organismos o microorganismos que generan enfermedades en las plantas al producir o secretar enzimas, toxinas y otras sustancias, y/o absorber nutrientes de estas para su propio crecimiento. Esto es, para diferenciar las enfermedades causadas por estos organismos de aquellas debidas a deficiencias por nutrición, que es motivo de confusión para varios productores a quienes, a veces, se les dificulta identificar a simple vista.

 

(Estefanía González Olivares, ingeniera en biotecnología a cargo del Laboratorio de Agrodiagnóstico)

 

De algunos de esos ejemplos, Estefanía comparte los más significativos, entre los que se encuentra el hongo de rhizoctonia, que se aloja principalmente en las raíces de las plantas, produce una coloración café y las pudre. Otros de los más comunes son los nematodos o gusanos, que causan lesiones en las raíces de las plantas y producen un efecto similar a la de un tapón, que los hace fáciles de identificar pues las raíces adquieren la forma de bolitas de un rosario. En cuanto a bacterias, suelen atacar la parte de las hojas de las plantas y las lesiones que producen, pueden pasar como el de una hoja quemada y los microorganismos más comunes son xhantomonas o pseudomonas.

Ante la pregunta de ¿qué tipo de cultivos le ha tocado analizar en el laboratorio y son más representativos en cuanto al ataque de estos fitopatógenos?, respondió que, por ejemplo, “En el caso de nematodos los hemos encontrado más en cultivos de jitomate. A las bacterias se les identifica más en cultivos de lechuga o de fresa. En el caso de hongos, hemos encontrado mucho penicilium en cultivos de maíz”. A lo que después continué preguntando sobre qué tipos de cultivos es más frecuente que soliciten análisis de fitopatógenos. “En su mayoría, aguacate, manzana o durazno. Tenemos de hecho campañas dirigidas a estos cultivos, así como a maíz y otros frutales”.

Después de responder, me condujo por la parte trasera del edificio al que llamó el Laboratorio de suelos, que se divide en dos partes. La primera es una habitación independiente del edificio central, donde después de hacer el registro correspondiente de las muestras —“aquí se hace la parte sucia del trabajo”, comentó Estefanía— se depositan aquí y es donde se lleva a cabo un proceso de secado y tamizado de los diferentes tipos suelos que llegan, para después seleccionar y tomar algunas pequeñas partes, ya sea de suelo o de las plantas, “y así evitamos que los otros espacios del laboratorio se contaminen”.

 

(Primera sección del “Laboratorio de suelos”, donde se hace el “trabajo sucio”.)

 

De vuelta al edificio principal, se pasa a la segunda sección del laboratorio de suelos, donde se hacen análisis químicos usando fotómetros, potenciómetros, bombas de vacío y se aplican diferentes reactivos, para medir las diferentes concentraciones de sulfatos, nitratos, potasio, calcio, magnesio, es decir, componentes que se pueden encontrar en el suelo.

Explicando, por ejemplo, que los nitratos y el magnesio influyen en materia orgánica de la que se alimentan los vegetales y la acidez o pH. En el caso del cloro, produce manchas amarillas que pueden dañar las hojas, tornándolas amarillas y arrugadas, lo que puede confundirse con alguna enfermedad producida por algún microorganismo. El potasio puede ocasionar manchas en el fruto, dando la impresión de que “se quemó” cuando en realidad está asociado con la nutrición de la planta. Y los sulfatos y el calcio, si los niveles son altos, pueden provocar que la planta se arrugue al dañar las raíces tapándolas y, de esta manera, impedir que lleguen los nutrientes suficientes.

Saliendo de la segunda sección del Laboratorio hay un pasillo que comunica a otros dos laboratorios, así como a la oficina de Estefanía. En el fondo se encuentra una autoclave, que es como una olla de presión que esteriliza los materiales que utilizan. A un lado de la oficina se encuentra el laboratorio de microbiología, donde se hace la identificación de fitopatógenos por medio de observación al microscopio o utilizando medios de cultivo. Hay una balanza para medir muestras, un biofotómetro para el conteo de masa, reactivos, dos microscopios que, de acuerdo a las palabras de Estefanía: “nos ayudan a observar e identificar la estructura de los microorganismos; y es aquí donde hago la mayoría del trabajo de laboratorio”. Hay también medios de cultivo, una cámara de flujo que nos proporciona un ambiente completamente estéril y, por último, una pequeña estufa o incubadora”.

 

(Observación de muestras en el microscopio)

 

Al preguntarle por los costos del equipo, respondió: “Los precios de estos materiales los desconozco en su mayoría porque cuando yo llegué, ya estaban aquí pero en el caso de unos microscopios como los que usamos aquí, su precio tal vez oscile entre los quince mil o veinte mil pesos”.

Continuando con el recorrido hacia otra habitación, se encuentran centrífugas, micropipetas que ayudan a medir sustancias en muy pequeñas cantidades, reactivos, un termociclador o PCR conectado a una computadora que por el momento no está en servicio pues comenta Estefanía que están a la la espera de que llegue el especialista que se hará cargo de su mantenimiento, aunque añade que cuando llegó a trabajar en este laboratorio había solo una persona que estaba a cargo pero recuerda que dicho equipo no funcionaba desde entonces. “No estoy tan familiarizada con este tipo de equipos más complejos”. “Sé, que se utilizan para la comparación de secuencias de ARN o ADN de fitopatógenos y así saber si en efecto se trata de un microorganismo específico”.

 

(Micropipetas (derecha) y equipo de PCR (izquierda) sin utilizar por un largo tiempo, a la espera de un especialista para su mantenimiento)

 

Al preguntarle sobre ¿cómo se puede acceder a los servicios de análisis del laboratorio? y sobre los precios, contestó:

“Pueden pedir información en nuestra página de Facebook e internet. Publicamos lo que realizamos ahí y proporcionamos nuestro número de contacto. La mayoría de los que vienen son productores o dueños de viveros para comprobar que sus plantas se encuentren bien. Cualquier persona puede venir. También nos visitan estudiantes para preguntar acerca de algunas tareas que les dejan en la escuela o para hacer su servicio.

En cuanto a costos, siempre intentamos hacer un balance de lo que conlleva la realización de los análisis que hacemos con la calidad de los materiales que utilizamos, es decir comparamos precios y proveedores, pero algunos reactivos sí son bastante costosos, por ejemplo hay un kit de tres elementos que ronda los veinticinco mil pesos aproximadamente, las puntas, por ejemplo, cuestan alrededor de mil pesos.

No hay diferencia en los costos de nuestros servicios, análisis físico-químico de agua, de suelo, de nematodos, hongos y bacterias todos tienen un costo de quinientos pesos. En el caso de productores de viveros que necesitan alguna comprobación de que sus plantas estén bien, nosotros otorgamos si no un certificado como tal, sí una constancia en la que avalamos que se han analizado las muestras que nos envían y que no se ha encontrado nada, es decir, solo en el caso de que sean realmente cultivos sanos y el precio es de mil setecientos”.

Para finalizar, pregunté ¿cuánto lleva operando el laboratorio? “Como diez años. Yo llevo dos trabajando aquí. No era muy reconocido porque apenas empezaba y fue dado a conocer más por las campañas de apoyo a los productores, pero fue creciendo en la medida que se necesitaban los servicios, pues es muy difícil encontrar este tipo de laboratorios. Mucha gente llega y me ha contado que no los hay, por ejemplo, han venido de Veracruz por cultivos de guanábano y plátano, de Chiapas por análisis en campos de cacahuate y en Puebla por maíz y aguacate”.

Alejandro Hernández Daniel

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