El amor que transforma

La próxima celebración del Día de San Valentín (14 de febrero) me da la excusa perfecta para hablar sobre un tema del que he querido reflexionar desde hace mucho tiempo: “el amor”. No necesariamente el romántico, en el que todos piensan cuando se nombra esa palabra, sino ese sentimiento que se convierte en el motor de las acciones más increíbles de seres los humanos. Pero también que se traduce en pequeños milagros cotidianos que a veces pasamos por alto.

En las redes sociales, esta semana pude leer pequeñas historias de amor que me confirmaron que este sentimiento puede manifestarse de tantas formas distintas que asombra a cualquiera. Cada experiencia era contada por su protagonista:

• Un joven que estudiaba lejos de casa, se enfermó y su padre viajó en auto dos horas para trasladar a su hijo enfermo desde la universidad a su residencia a treinta minutos de distancia, llevándole además una sopa caliente y mermelada hecha por su mamá.
• Otra contaba cómo un esposo había transportado cincuenta lápices de colores de su esposa, de su escritorio hasta una mesa en su habitación, en el exacto orden que ella dejó para ahorrarle la preocupación de haber extraviado alguno.

Así podemos ir describiendo miles de historias más. Las que me tocan al corazón son aquellas en las que niños, abuelitos y pequeños animales desprotegidos, abandonados o enfermos, a través del poder del amor de personas cercanas o de quienes los rescataron transformaron esa cruel realidad en esperanza que inunda sus vidas, cambiando también su estado físico.

Todos estos ejemplos nos llevan a pensar en nuestra propia vida y a reconocer esos pequeños milagros de amor que vivimos cada día junto a la familia. Como cuando tu esposo se levanta todas las noches para darle leche a tu bebé, así tú duermes. La vez en que tu niño te deja la última galleta, de esas que le gustan mucho. O cuando, a pesar de que te encanta dormir y ni para ir a clases en la universidad te levantabas temprano, ahora te despiertas a las seis de la mañana para alistar a tu hijo y vaya a la escuela. Estas situaciones pueden pasar desapercibidas por la cotidianidad, pero si las reflexionas, son pruebas de afecto que fortalecen los vínculos con tus seres queridos.

Además del enamoramiento y la fuerza de la pasión que se desprenden de este sentimiento, existen otras experiencias que transforman la vida, como tener en tus brazos, por primera vez, a tus niños después de haberlos esperado nueve meses. El momento en que regresa un ser querido a salvo de un largo viaje; cuando sientes nuevamente el afecto de tu mamá a través de su ternura hacia tus hijos; el cariño de tu pequeña gatita que te sigue por todas partes y no puede dormir si no es a tus pies. Te transfigura, te llama a ser mejor cada día, a devolverlo por medio de la solidaridad con los demás que necesitan tu apoyo y tus palabras, aunque no sean parte de tu familia. Estos actos también los cambiarán y a su vez ellos lo devolverán con otros y así podremos conseguir una cadena infinita de amor transformador.

Lo sé, puede parecer algo cursi, irreal, pero estoy convencida de que es posible, porque tengo fe en el amor, lo he visto trocar vidas, lo ha hecho y sigue haciéndolo conmigo y espero continúe con mis hijos, que ellos sientan su fuerza a través de todas sus acciones. Aunque lo más importante es que disfruten de la felicidad que deja este sentimiento, no solo si lo sabemos recibir sino especialmente dar a los demás, entregando el corazón para cambiar el mundo, convirtiéndolo en el mejor lugar donde todos vivamos.