¿Eres feliz en Navidad?

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Es una pregunta que muchos nos hacemos cuando se acerca diciembre. Los pequeños seguro nos responden que sí, porque los regalos que recibirán son su gran ilusión. Pero para los mayores, esta interrogante puede tener más significados. En los medios de comunicación, desde los noticieros hasta las películas, nos bombardean con el ideal de vivir la experiencia perfecta de la Navidad. El cuadro que nos venden se describiría así: un hogar con toda la familia sonriente, al lado de un árbol perfecto, que tiene alrededor miles de obsequios y con un banquete delicioso esperando en la mesa. Entonces nos planteamos como meta esa felicidad de publicidad que debemos experimentar sí o sí en estas fiestas.

Sin embargo, ¿qué pasa si tenemos una familia separada? ¿Si hemos sufrido una pérdida irreparable? ¿O estaremos solos en las fiestas? ¿Si el año ha sido tan malo que no tenemos regalos para compartir? ¿Si apenas nos alcanza para un almuerzo sencillo? Y más allá de nuestra situación, ¿qué hay de quienes nos rodean? Las personas que llegan del área rural a pedir ropa, algo para comer y regalos. Contemplamos cuadros de niños observando con verdadero asombro y antojo las vitrinas de tiendas con juguetes o la comida de los transeúntes.

Con todo esto, ¿cómo podemos experimentar felicidad? Por eso será que esta época del año, para mi gusto, es una de las más contradictorias: si bien es cierto que está llena de esperanza e ilusión, no se puede negar que es cuando la pobreza y depresión de muchas personas resaltan sobremanera.

Aquí es donde les planteo reflexionar sobre el verdadero sentido de la felicidad. Las grandes transnacionales nos han hecho creer, por los medios de comunicación y la publicidad especialmente, que este sentimiento solo se alcanza a través de cosas materiales, en especial con muchos regalos. Pero en realidad, ¿qué te puede hacer feliz en Navidad?

No les pido que olviden sus compromisos con sus seres queridos, yo misma no podría dejar de regalarle algo a mi hijo. No obstante, estudios realizados en la Universidad de Ámsterdam dan cuenta que las personas más satisfechas, es decir las que afirman ser más felices, no se concentran en lo material sino en experiencias nuevas de vida.

Basados en este estudio, los invito, en estas fiestas, atreverse a experimentar la felicidad de construir un vínculo de amor desinteresado con otra persona dando y compartiendo, no importa si ese otro es cercano a nosotros o no. Animémonos a ser parte de las muchas campañas solidarias que organizan instituciones como “Calentando Corazones” o en la iglesia de su barrio. Invitemos a comer a alguien que pasará solo estas fiestas; perdonemos a quien nos hizo daño, visitemos un enfermo o un adulto mayor que no tiene familia, regalemos a nuestros seres queridos tiempo y cariño, demos una nueva oportunidad a una mascota que está por ser sacrificada y adoptémosla.

Les aseguro que cualquiera de estas experiencias puede cambiar absolutamente el significado de la felicidad en Navidad, pero si además logramos que esta generosidad de dar y compartir sea parte de nuestro día a día y la contagiemos a otros, podremos contribuir al bien común para construir una sociedad mejor. Así, lo único que me queda desear para Navidad es que el compartir con amor sea parte de nuestra felicidad no solo en esta época, sino como un estilo de vida durante todo el año.