Las pruebas de la vida estudiantil

Esta semana me costó mucho decidir el tema del que escribiría. Quería reflexionar sobre los estudiantes, pero no quería hablar solo de la juventud, la alegría y felicidad que significa, para muchos, esta época de la vida. Quería centrarme, esta vez, en las pruebas y retos que ahora tienen que sortear muchos jóvenes en su paso por el colegio y los primeros años de la universidad.

Para ser más específicos, y sin desviarnos demasiado, quisiera que nos concentremos sobre la importancia de la reputación y la autoestima en el colegio, además de cómo manejamos esto los adultos frente a nuestros hijos. Estos tres temas, si no están bien encaminados, pueden traer como consecuencia el acoso escolar. Como adultos responsables es fundamental estar conscientes de que alguno puede estar afectando a nuestros hijos.

Primero quisiera recapitular algo de mi experiencia en el colegio. No recuerdo todo, muchas cosas se van olvidando con el paso del tiempo, pero algunas memorias quedan, especialmente las que asociamos con sentimientos, como el miedo de no ser lo que los demás esperan que seamos. Esto tal vez les pasa más a las chicas que a los varones, trataré de explicarlo mejor.

En la adolescencia queremos ser las más hermosas, ser admiradas por los demás, tanto hombres como mujeres. ¿Pero qué pasa cuando no cumples con ese requisito, cuando no te sientes lo suficientemente hermosa? ¿Cómo afecta tu confianza frente a los demás? ¿Cómo te tratan por esta razón? ¿Qué estás dispuesta a hacer para cumplir? ¿Recuerdan haberse hecho esas preguntas en su adolescencia? Si no lo hicieron, fueron afortunadas o tal vez simplemente vivieron en un contexto diferente.

En la época que estudié los primeros cursos del colegio, tuve, como muchas de mis compañeras, estas inseguridades. Quizá no fue tan malo porque si bien no contábamos con el apoyo de parte del colegio con profesionales que nos guiaran y aconsejaran, el cariño y la amistad que construimos en el aula sirvió para superar esta etapa de la mejor manera. Sin embargo, algo para reflexionar en este punto es la importancia que le damos a la opinión de los demás y más los adolescentes que están recién configurando su identidad y cualquier bochorno les parece el fin del mundo. Para nosotros, que ya pasamos por eso, hoy es gracioso y hasta ridículo, pero debemos entender que para ellos es muy importante y tenemos que actuar en consecuencia.

En estos tiempos han aumentado los peligros. La tecnología trae consigo la oportunidad de documentar toda la vida de los jóvenes: cualquiera puede filmar con su celular a sus amigos, por ejemplo tomando bebidas alcohólicas o en situaciones embarazosas, y luego compartirlas en toda la red. ¿Cómo afecta esto la autoestima y la seguridad de los más jóvenes? ¿Cómo afecta su vida y su futuro? ¿Cómo pueden ser extorsionados los jóvenes? Esta situación se denomina ciberacoso y es un fenómeno que va creciendo de manera exponencial. Como padres, debemos informarnos sobre ello, conocer el manejo de las redes sociales y sobre todo acompañar y guiar en su uso a nuestros hijos.

Una de las peores consecuencias de no involucrarnos activamente en la vida de los adolescentes es el acoso escolar; es decir, el hecho de que algunos jóvenes más fuertes amedrentan y hasta golpean a sus compañeros más tímidos para demostrar su poder. Es lamentable, pero muchos se quedan callados y no hacen nada para defender a las víctimas. Todo esto parece un panorama aterrador, pero las noticias nos confirman estas situaciones. Por ejemplo, el joven de un colegio en Sucre que acuchilló a su compañero que lo había acosado durante mucho tiempo.

¿Qué podemos hacer como padres? Enseñar a amarse a uno mismo, a valorarse, a verbalizar sus sentimientos. Luego, a respetar y tener consideración con los demás, a ser empático con los problemas, penas y conflictos de los otros; a no quedarse callados cuando vean una injusticia y, principalmente, a pedir ayuda cuando la necesiten. ¿Cómo conseguiremos esto? A través del ejemplo, cómo tratamos a las personas con las que nos relacionamos y también con la confianza que vayamos construyendo junto a ellos. Ese vínculo que le servirá para identificar, como el lugar más seguro, a su propio hogar. Pero también debemos estar atentos a cambios en su comportamiento, notas, depresiones y si sospechamos que son acosados o son acosadores buscar apoyo profesional, solo así formaremos seres humanos que no busquen hacer daño a los demás para sentirse mejor ni tampoco sean víctimas que no defiendan sus derechos ni el de los demás.