Ensayo

Una experiencia lectora: prolongación de la noche

Una experiencia lectora: prolongación de la noche

Agosto 06, 2021 / Por Hugo Ernesto Hernández Carrasco

El libro Prolongación de la noche, de Ignacio Solares (Alfaguara, 2018), reúne más de 45 relatos cortos que ondulan entre lo fantástico, lo histórico, lo real cotidiano y lo enigmático. La obra inicia con un pequeño texto, “El jubilado”, donde logra resumir la contradicción circunstancial que subsana las pequeñas adversidades a las que tarde o temprano tendremos que enfrentar. Su brevedad e impacto nos evoca el ingenio de Monterroso, logrando que el lector pase de identificarse con la pequeña angustia inicial hasta la redención en no más de nueve líneas. Los textos de Prolongación de la noche muestran a la fantasía como aquella paradoja de lo posible, aquella que nos permite visualizar personas que no existen más entre nosotros y que, sin embargo, se van engendrando en los adentros al mismo tiempo. La fantasía como vehículo de lo posible y no tanto como el planteo imposible que extiende e inhibe la concreción de nuestros juicios en el mundo de lo real.

En “¿Quién elige sus sueños?”, otro relato del mismo libro, el tema central es el secreto como parte de la condición humana. El autor plantea, a través de la historia, que todos tenemos secretos y que, dicho sea de paso, no son otra cosa que un silencio externo precedido de una tensión interna que nos carcome. Al final nos terminamos preguntando: ¿qué sería de nosotros si esos mismos secretos pudieran ser alcanzados, develados por cualquiera, a través de los sueños? ¿Qué pasaría si nuestros sueños fueran esa ventana abierta a la que cualquiera pudiera acceder sin que nosotros lo supiéramos? Seguramente el sueño nocturno es lo más íntimo que tenemos y el hecho de que cualquiera pueda alcanzarlo nos puede resultar perturbador.

Ahora bien, Prolongación de la noche no sólo es un planteamiento de tensión y fantasía, también es la de la Historia (y sus historias) como posibilidad escénica, como una plataforma que nos devela nuestro rol y por tanto nuestro destino. Aunque rehusemos, aunque de cara al futuro no logremos explicar por qué en algunos pasajes de nuestra historia nacional o de otras latitudes tuvieron que suceder las cosas de esa manera. Es sabido que existen varios pasajes que no son ni siquiera una posibilidad dentro de la ficción, sino en verdad contienen tal inverosimilitud dentro de lo real que la única manera de explicarlos es a través de las oportunidades que nos ofrece la imaginación, eso sí, con cierta aura de resignación. Este es el caso del relato titulado “El cuarto hombre”, que versa sobre un episodio entre Victoriano Huerta, Francisco I. Madero y su hermano, Gustavo A. Madero, dentro de los días que precedieron a la Decena Trágica, escenario de altas traiciones y tragedias. En el mismo sentido, en el relato “La horca” este juego se encuentra de modo inverso: lo inverosímil es posible gracias a lo real y, sobre todo, a los límites que empujamos dentro de esa misma realidad. De cualquier forma, lo que recordamos con Solares es que la Historia y sus historias implican un reto a la imaginación y, por tanto, un replanteamiento ficticio. En este sentido, la ficción es también una posibilidad contrafactual de la historia, como reflexión en torno a la complejidad de los hechos y también como reflexión en torno a las posibilidades truncadas. Con Solares, como con otros autores que se apoyan en la ficción para contar pasajes de la historia (también puede ser al revés), nos asomamos sutilmente a la cotidianidad y las tensiones de distintas épocas, como la de la Guerra Cristera, de la cual la historia oficial todavía nos debe algunas explicaciones, tal y como ocurrió también con la Guerra de Castas en Yucatán y la Guerra de los Yaquis. En este sentido, la literatura nos ayuda siempre a imaginar, visibilizar y humanizar los vacíos que encontramos dentro de las narrativas oficiales.

Conforme avanzamos en la lectura, nos encontramos con piezas como “El reflejo”, donde las preguntas desde la condición lectura surgen: ¿qué tanto la certeza de existir se encuentran en la imágenes que nos confirman a nosotros mismos? Los espejos se vuelven, así, una delgada línea que parece separarnos de una fuerza más poderosa que nuestra propia voluntad interpretativa. En suma, con este y otros relatos, asistimos a lecturas que nos muestran un conjunto de testimonios que reafirman esa misma vulneración ante lo que nos supera y ese mismo anhelo de hacerle frente al destino y a lo real. Por eso, la pregunta surge: ¿qué tanto “fantasear” con las posibilidades nos puede llevar a concretar lo que acechamos? ¿Qué tanto eso nos termina por desligar de nuestra realidad? El libro mismo parece empujarnos en esa dirección: nos impulsa a repensar viejos u ocultos anhelos. Por ejemplo, uno de ellos, que quizá algunas personas hemos sentido en algún momento, es la de estar frente a un espacio o sitio histórico y, estando ahí, imaginar el encuentro con una persona que no habita nuestro mismo tiempo. Imaginar para estirar las posibilidades cuánticas y, para tarde o temprano, coincidir aunque físicamente nos resulte imposible.

Finalmente, otro aspecto en la literatura de Solares es el de la resignación como eje constructor del destino humano. Textos como “Nadar de muertito” y “Barbudo y el sueño” dan cuenta de esto, retomando así la antigua tradición de la profecía autocumplida. Eso sí, dentro del propio libro se nos muestra que a veces la resistencia al destino y, en cambio, la valentía de decidir (vaya paradoja), implican una renuncia a otras posibilidades, una renuncia perpetua a un camino paralelo, de lo que pudo ser y no será. Las consecuencias de decidir no las sabremos nunca, aunque los costos, tarde o temprano, nos pasen factura.

 

Hugo Ernesto Hernández Carrasco

Hugo Ernesto Hernández Carrasco
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