Ensayo
Abril 20, 2021 / Por Fernando Percino
A Virginia Woolf se le pidió en algún momento su opinión sobre novelas escritas por mujeres. La autora británica encontró en esa tarea un universo entero de antecedentes que han limitado a la mujer a desempeñarse y desarrollarse de forma libre para forjarse como escritora. Esto lo expuso de forma puntual en el ensayo Una habitación propia, lo hizo por momentos con ironía y en todo momento con un sentido crítico.
Woolf revisó cómo la mujer fue pensada y concebida por muchos hombres (algunos de ellos famosos pensadores y escritores) como un ser inferior, relegada a las tareas de la casa, ofrecida por los padres al mejor postor como esposa, esclava de posiciones sociales sin privilegios y espacios reducidos. Es interesante cuando habla de que si Shakespeare hubiera tenido una hermana, en ese mismo contexto histórico, jamás habría escrito las obras que hoy conocemos y que han trascendido de forma hegemónica en la historia literaria. Esa representación de una Shakespeare femenina habría terminado embarazada y suicidándose, ante la combinación de su poder y fuerza estética con la frustración no haber alcanzado plenitud en su existencia. Es una alusión cruel, pero certera, porque se sustenta en los privilegios que el patriarcado ha impuesto como dominio y control de la voluntad de la mujer. Woolf es selectiva con los ejemplos imaginarios que muestra en su texto de mujeres que pudieron ser grandes escritoras y al final no lo fueron.
Rescata y encumbra a sus antecesoras que tuvieron que lidiar con un ambiente hostil para ser publicadas y reconocidas por los críticos literarios de sus respectivas épocas, como es el caso de Charlotte Brönte, Emily Brönte y Jane Austen, por mencionar sólo a las que más cita. Esta es una parte del texto en el que Woolf hace un esfuerzo notorio de empatía y otredad por las mujeres que le han antecedido y los padecimientos de sus respectivos tiempos, porque sus reflexiones abarcan formas de vida, carencias económicas, tipos de alimentación, falta de acceso a estudios académicos, pensamientos retrógrados, entre varias situaciones más que limitaron a sus congéneres de dos conceptos fundamentales: un ingreso que les permitiese ser autosuficientes y una habitación propia, concebida como lo que es: un espacio físico ajeno a ruidos y distractores que permitan un ejercicio de escritura pleno; pero también una habitación propia pensada como un lugar de libertad de espíritu, de voluntad y de libre ejercicio de identidad.
No es un texto que sea excluyente para dialogar con los hombres, con los escritores de forma particular. Rescato las siguientes líneas: “El mundo no le pide a la gente que escriba poemas, novelas, ni libros de Historia; no los necesita. No le importa nada que Flaubert encuentre o no la palabra exacta ni que Carlyle verifique escrupulosamente tal o cual hecho” (Woolf 39). Sabe que los problemas de la escritura en sí mismos son complejos, tanto para hombres como para las mujeres, pero si de esta forma los hombres tienen que pasar por diversas penurias para alcanzar cierta gloria literaria, se evidencia que las mujeres, por estar en un sistema excluyente de su libertad, la pasan peor.
Cuando está por cerrar el texto, Woolf introduce el concepto de androginia. Hace una abierta declaración a la libertad de elección sexual, sobre todo cuando menciona a escritoras que sutilmente empiezan a tratar en sus obras temas de mujeres a las que les gustan otras mujeres. En esa androginia, Woolf explora que los escritores tienen una parte femenina desarrollada que les impulsa a crear y ser sensibles, y que las mujeres también gozan de un lado masculino que les convendría explorar. Me hace recordar el mito de que en un tiempo muy lejano todos fuimos andróginos, una unidad perfecta, pero los dioses nos castigaron y nos separaron en hombre y mujer, de tal forma que estamos condenados a buscar en la vida la otra parte que alguna vez perdimos para volver estar plenos, completos.
Además de este ensayo, Virginia Woolf tiene una novela llamada Orlando, que trata sobre un hombre que nace en el Periodo Isabelino, que vive muchos siglos y en algún momento de su existencia se convierte en mujer. Quizá es el hecho de que la también autora de Las olas, en efecto, está más preocupada por integrar que por separar a los géneros.
Una habitación propia es un texto vivo en 2021, persiste por su crítica, porque en muchas partes las mujeres siguen siendo restringidas de sus libertades más básicas. Revisemos México, donde hay comunidades en las que muchas de ellas están limitadas en su entorno, son vendidas, asesinadas por el simple hecho de ser mujer. Es una situación alarmante, porque muchas de ellas sí llegaron a una academia, eran estudiantes y quizá pudieron llegar a ser grandes escritoras, pintoras, ingenieras; seres libres de elegir lo que quisieran ser. El ensayo de Virginia Woolf nos evidencia, con el paso del tiempo hemos avanzado en cierta democratización de la equidad de género pero muchos aspectos de nuestra cotidianidad siguen siendo un horror prolongado.
Bibliografía
Woolf, Virginia. Una habitación propia. Seix Barral: Barcelona, 2008. Impreso
Es mexicano y nació en algún momento de los años ochenta; además es licenciado en Administración Pública por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Publicó cuentos en el suplemento cultural *Catedral* del diario *Síntesis*, la novela *Velvet Cabaret* (2015), el libro de cuentos *Lucina* (2016), el libro de crónicas *Diarios de Teca* (2016) y la novela breve *Volk* (2018). Fue miembro del consejo editorial de las revistas: *Chido BUAP* y *Vanguardia: Todas las expresiones*. Fue funcionario público. Actualmente es chofer de UBER y estandupero ocasional.
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