Experiencia lectora

Redoble por Scorza: Rancas, un eco incómodo

Redoble por Scorza: Rancas, un eco incómodo

Noviembre 26, 2021 / Por Hugo Ernesto Hernández Carrasco

Ciertos hechos y su ubicación

cronológica, ciertos nombres, han sido

excepcionalmente modificados para

proteger a los justos de la justicia.

Manuel Scorza, Redoble por Rancas (1970)

 

A Duan

Cuando uno investiga sobre el trágico final de Jorge Ibargüengoitia, el primer dato que nos sorprende a quienes ignoramos la vida del literato es el accidente del Vuelo 011 de Avianca, acaecido en Madrid a finales de noviembre de 1983. El segundo dato que termina por impresionarnos y aumentar la magnitud de tal siniestro son los nombres de varias figuras intelectuales ahí fallecidas. Tal es el caso de Rosa Sabater (pianista, Barcelona), Marta Traba (crítica de arte, Buenos Aires), Ángel Rama (crítico literario, Montevideo) y Manuel Scorza (escritor, Lima). Por morbo, curiosidad o interés, uno termina asomándose a las vidas de los antes mencionados. De todos estos nombres atravesados por la tragedia, fue el de Scorza el que más me cimbró. Su vida, los altibajos, los exilios, sus luchas, su obra, me hicieron repensar una vez más el involuntario papel y la fuerza de la ficción sobre la realidad; el papel del escritor frente al mundo y frente al papel mismo. Ambas cosas, debates hoy incómodos e inacabados.

Hace unas semanas, mi amigo René Padilla volvió de Perú, lugar al que fue a trabajar durante cerca de tres meses. Durante su estadía, no dejó de compartir fotos, vivencias, nombres de personas que iba conociendo en el trayecto, azares, coincidencias y otras tantas cosas. Gracias a la iniciativa de mi querida Elo y a la inmensa generosidad de René, de su viaje volvió con un libro que llevo años buscando leer y que hasta ahora me fue posible tener entre manos; me refiero a Redoble por Rancas, de Manuel Scorza. Primera novela de la pentalogía ubicada geográficamente en el Perú y cuya colección lleva por nombre “La guerra silenciosa”. Tras años de exilio de las reimpresiones literarias, al fin vio la luz nuevamente el pasado junio del 2020.

Redoble por Rancas bien pudo llamarse “Las tragedias de Rancas” —porque toda injusticia es también una tragedia—. La novela muestra la desgarradora historia de opresión y sometimiento que desde tiempos inmemoriales se ha cernido sobre las personas que habitan ese territorio que llamamos, de forma general y mínima, “los Andes”.

En su primer capítulo, el sol (moneda del Perú) es el vehículo de la apertura de la novela. El círculo de control y dominación de uno de los tantos antagonistas de esta historia muestra de golpe lo que nos espera a lo largo de la lectura. Su capacidad de cerrar el ciclo del relato bien podría convertirlo en un cuento por sí solo.

La opresión se hace sentir desde la primera página. Scorza, también poeta, utiliza el recurso de la palabra para suministrar al lector una dosis de dolor y sensibilidad que son inaprensibles cuando se está leyendo en la más tranquila de las comodidades. Rompe los límites de la tristeza: el llanto no es ni suficiente ni necesario, quizá lo sea la furia, quizá como lector otra cosa. Logra un efecto tridimensional que nos acerca a esa tormenta lejana por la distancia geográfica, añeja por el tiempo en el que es narrada. El cúmulo de imágenes terminan por envolvernos en la sofocante y bella altura andina. Prueba de esto es el siguiente párrafo:

 

…el cielo crujía a punto de desfondarse. Un trueno de perros rajó el oriente de la pampa: pastores flacuchentos huían de las aldeas con la lengua de fuera. Los caballos se estremecían de náusea…

 

Hay quienes sostienen que la novela contiene elementos de realismo mágico, debido a que apela a elementos imaginarios que tienen un efecto concreto sobre la historia. Pero Redoble por Rancas —cuya semilla fue una crónica periodística— describe con inmejorable precisión el despojo sistemático. Los cercos (sí, estas barreras de madera y púas) materializan la guerra silenciosa contra los comuneros por parte de las corporaciones. Este cerco que aparece de la noche a la mañana, dividiendo pueblos, apropiándose de grandes pastizales, lagos y cerros, existió realmente, marcó las fronteras de estas compañías trasnacionales del Perú de los años sesenta. El eco de Rancas resuena así en los cerros de México y Guatemala, en los ríos del Paraguay, en las grandes extensiones de la amazonia brasileña y de la Patagonia argentina. La apropiación todavía existe, se decreta, se ejecuta, se da de la noche a la mañana; tiene nombre, responsables y víctimas.

Rancas, sitio bisilábico, muestra que ningún rincón del mundo es insignificante. En los sitios más pequeños también el fulgor de la memoria late con la fuerza y altura de cualquier épica. Scorza ficciona —como señala él mismo— una historia que ya ha ocurrido. Como alguna vez escribió el periodista Guillermo Thorndike dentro del reportaje (1973) sobre Rancas y el contexto en el que surge la novela: “Scorza convierte la historia de una provincia abandonada en una epopeya visible […] ha utilizado la literatura como arma in extremis. La denuncia tuvo lugar antes que la novela”.

No sé si sea función primaria de la Ficción la de visibilizar, pero indudablemente hacer visible lo invisible es uno de sus efectos. Scorza, igual que Abreu en Canek, no da voz, palabra o forma al indígena (esto va sobre todo para quienes afirman que la novela es indigenista); el autor va más allá, pues pone al lector frente a frente con el subalterno, el otro, el marginado, con el sujeto engullido por la modernidad-colonialidad que atraviesa la realidad latinoamericana. En el caso de Scorza, los protagonistas no son personajes folclóricos, más bien son el eco sensible de testimonios que hasta la fecha tienen en la novela una voz imperecedera que ninguna otra expresión periodística, académica o política les hubiera podido dibujar.

Avanzamos los capítulos, cuyos títulos homenajean al Quijote pero también enuncian la conversión de lo inverosímil en una situación latente. Uno se sofoca conforme recorremos las páginas. A la humillación, el despojo, la saña se suma el robo de las pequeñas alegrías que conservan la humanidad de quienes sufren todo lo anterior. Ni siquiera el azar, esa ave caprichosa que surca su vuelo sobre los desafortunados, es libre. La suerte en Redoble por Rancas también es un decreto. Uno puede pensar que si contra “la suerte” poco se puede hacer, contra la fortuna decretada mucho menos. Nictálope, el personaje principal de la novela, lo refuta con todo y su compleja condición humana. El costo, por supuesto, es total, tanto en la ficción como también en la vida real. Diez años estuvo Héctor Chacón “Nictálope” encarcelado en una prisión peruana hasta que un indulto del entonces presidente Juan Velasco Alvarado lo liberó. Es de suma conocido que este indulto se logró gracias a la popularidad de la novela y la presión política que esta popularidad ejerció para que se hiciera justicia.

Laten en Rancas (la novela) otras grandes contradicciones de los Estados latinoamericanos. Uno de ellos, es el histórico papel represivo de los ejércitos en contra de su propia población, en nombre de una seguridad abstracta elevada a deidad, pero efectiva para justificar atrocidades sobres las que se han cimentado muchas de las grandes riquezas mal habidas. La novela de Scorza corta como un cuchillo los trozos más íntimos de la realidad latinoamericana: ahí convergen realidades denunciadas por la Teología de la Liberación (bajar de la cruz a los pobres, por ejemplo), ecocidios, subalternidades, corrupción, y aún así no podríamos acusarle de ser una caricaturización de esa realidad, o lo que es peor: de ser un acecho morboso o fetichista de la desgarradora historia que todos los días circula en estos vastos territorios.

Finalmente queda decir que en Redoble por Rancas hay una sensibilidad que atraviesa a la historia. No se muestra la oscuridad como un medio o un fin, más bien, a esa oscuridad producto de las distintas condiciones humanas, Scorza logra encontrarle sus colores, no siempre alegres, pero sí aquellos que permiten ver a detalle los remordimientos, las luchas, las esperanzas, la derrota, la historia que retiembla a la distancia; Rancas encarna un sueño oculto de muchos escritores alrededor del mundo y en especial a los de nuestra región: el de la ficción como acto de póstuma justicia, ya que “nuestra historia —como Scorza señaló en aquella legendaria entrevista televisada del año 1977— nos ha impedido y nos impide realizarnos en la realidad”.

Hugo Ernesto Hernández Carrasco

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