Gorilas en Trova

El arte y sus conexiones con la infancia

El arte y sus conexiones con la infancia

Agosto 09, 2022 / Por Maritza Flores Hernández

Imagen portada: “Detrás del grito”, de Elel Parra, técnica óleo pastel.

 

El artista plástico Elel Parra nos invita a conversar sobre su obra expuesta en Correduría Rosete, sobre los sentimientos de los niños y su retrato, de la importancia del gran formato y del mercado del arte.

 

Rostros Colectivos es tu segunda exposición en la ciudad de Puebla. La anterior se llamó Cobalto. ¿Existe alguna vinculación entre las dos propuestas?

—Directamente sobre el tema y la obra, no necesariamente. Lo que sí, deseamos continuar el vínculo e intercambios con los artistas.

Cobalto fue una exposición colectiva para dar a conocer a los artistas que podríamos estar manejando.

En esta segunda, la vinculación es con mi compañera Citlali Treviño.

Queremos seguir con una tercera, aunque no tengan necesariamente nada que ver con los temas, pero que siga el primer mercado que se abrió con Cobalto.

¿Cuándo y cómo descubres tu vena artística?

—Digamos que la inspiración la tengo desde niño. Tengo un hermano mayor, su nombre artístico es Marco Ragaz. Me toca verlo estudiar la carrera de Artes Visuales aquí, en Puebla; y luego, ya establecido en la pintura y el arte.

Desde niño yo dibujada sin esfuerzo. En la secundaria o prepa empiezo a comercializar mis dibujos, los vendo. Para mí es romper el mito de que no se puede vivir del arte.

Mi hermano y su pareja, en esa temporada, fueron una gran influencia no sólo por la cuestión de la carrera sino en cuanto a cómo formular una propuesta. Me dieron alternativas: que mi obra no fuera tan lineal, tan típica, etc.

Entonces me voy a Ciudad Juárez, donde estudio la carrera de Técnico en Artes Plásticas, enfocado a la docencia plástica.

Después conozco a mi esposa, con quien tengo una conexión continua hasta la fecha. Por eso, esta exhibición es un gran ciclo con mi esposa, con Puebla, con mi hermano.

Por cuestiones económicas, uno rompe, se hacen brechas grandes, de 10 o 15 años. He ido tratando de cerrar esas brechas y establecer ese vaivén Puebla-Ciudad Juárez y viceversa.

Esta exhibición tiene un sentido familiar, tiene una conexión emocional, porque más allá del trabajo es la emoción trabajar con el sentimiento, con las amistades, con la gente.

Eso da mercados seguros, ya que hay confianza, por lo mismo de que fue emocional en primera instancia.

Y si el negocio no funciona al menos tenemos la amistad o vinculo que nos hacer no perder la fe.

Por ese lado, me interesa mucho crecer el mercado del arte.

Además del intercambio artístico, ¿buscas promover a los artistas plásticos?

—No sé si me pondría en la función de promotor. A veces viene intrínseco, pero ser promotor es también un camino y por meterse a eso, uno deja de crear.

Es una responsabilidad, es realmente cansado; pero si además quieres seguir produciendo tu arte, es agotador.

Los artistas dicen “ya creé la obra” y la dejan. Pero ¿dónde está el mercado? Si me dejas esa responsabilidad, entonces tendrías que pagarme. Se debe de romper con el ego de la divinidad, porque la promoción del arte y el mercado es un trabajo, no una cuestión divina.

Es un trabajo profesional, que requiere ética; esta es la parte difícil de mover a un artista.

Para mí es un trabajo muy desgastante. Si fuese el único perfil, uno le busca, te capacitas. Pero alternar tu propia creación y mover a otros, eso pesa. Te olvidas de mover lo tuyo, de crear lo tuyo. Entonces uno se cansa, y te preguntas ¿yo dónde estoy?

En esta propuesta de grandes formatos, presentas rostros impactantes.

—Sí. No sé si debería decir: el rostro es mi característica como artista. Es algo que manejo continuamente. No es el retrato de estética tradicional, que resalta la belleza, perfiles y demás, sino más bien el rostro que retrata una realidad no sólo social, sino la íntima expresión: tristeza o angustia que a su vez retrata a la sociedad.

No estoy en contra del retrato —también paga muchos recibos—, sino que me interesa el retrato referido al sentimiento de normalizar mucha ira, mucha violencia que tenemos en la actualidad.

El formato grande tiene la función de llevar directamente el mensaje de llegar e impactar, lo que difícilmente se lograría en un formato mediano o chico. Se trata de llegar y ver el rostro expresivo; después se verá cualquier detalle.

Empecé haciendo retratos de mi esposa porque es mi primera modelo. Al inicio, uno copia, se inspira en muchos maestros. Pero tus maestros te dicen: busca tu lenguaje. Y mi único lenguaje era mi pareja. Comencé retratándola con sus ideas y sentimientos hacia lo que veía o hacía, a lo mejor lo que yo notaba de ella.

Lo típico es poner lo estético de la pareja, pero para mí, eso es privado. En cambio, a ella la retrato cómo la he visto sufriendo; cómo tiene el sentimiento de dolor por algo que yo he hecho: es verme a mí mismo por lo que yo decía o pasaba.

A veces, fingíamos más la cara de sufrimiento. A lo mejor en ese momento no estaba pasando nada, pero sigue siendo el retrato de lo que vivo y veo.

En tus retratos destacan los ojos.

—Técnicamente es la idea tradicional. Se parte del famoso dicho: “los ojos son la ventana del alma”. Sin embargo, para mí tienen una dualidad. Una: reflejan el alma, el espíritu. Y otra: también son nuestra identidad, iris y pupilas únicos. Nos dicen si estamos tristes o felices. Aunque no veamos todo el rostro o lo demás, sí nos lleva a ese punto.

Los ojos son el primer plano de mis retratos, es lo primero que se ve.

Retrato lo que es más obvio y, al mismo tiempo, lo primero es lo que nos dice mucho; de ahí parten mis retratos.

Tratan de tener una conexión, una retórica constante hacia la mirada y nada más. Posteriormente lo adorno o complemento con las manos o un gesto que respaldan la mirada, porque la mirada, de entrada, dice algo: el ademán del rostro solo lo refuerza.

—¿Los retratos de esta exposición son de personas reales?

—Sí. Me hice retratista por mi esposa y por algunos maestros o pintores de renombre que fueron a Ciudad Juárez a dar cursos. Decían: debes de tener tus modelos. No con este hecho muy profesional de presumir “yo tengo mis modelos”, sino que son la esencia de lo que tú quieres hacer, tú los personalizas, captas hasta donde tú los puedas sentir; lo demás será sólo copiar, porque alguien ya te resolvió esto.

Estos modelos son personas que ya he tenido la oportunidad de conocer. Mi primera modelo fue mi pareja, luego mi cuñada y mi concuño, después con otra gente y les explico lo que quiero. Por ejemplo, en los retratos de mujeres siempre hay alguien más, por eso esa mirada y expresión de que hay alguien que está jalando de la mano, que está sobreponiendo su mano, y los niños son parte de esto.

 

Foto 1: Elel Parra. Detrás, su obra “Airam”, técnica: carboncillo conté, medidas: 180 x 200 cm.

 

Hablando de los niños, ¿tu obra es autobiográfica?

—Sí, tiene mucho que ver conmigo y mi esposa. Aunque los modelos no son totalmente yo o alguien muy referencial, sí retrato lo que yo siento, como yo los veo. Es el sentimiento y las ideas que tengo y los retrato, aunque no sea lo primero que la gente vea.

Porque uno pinta por uno, lo hace por uno. No es para impactar al mundo, ni siquiera porque me guste. A veces uno acaba y no me gusta lo que hice o, después de un tiempo, ya perdió el chiste. Soy muy inseguro, hasta que la gente me dice de alguna de mis obras, empiezo a creer y digo “no está tan mal”. Aun así, tengo dudas.

No tengo piezas preferidas, pero por lo que me dice la gente, creo que alguna es buena.

Pinto más por la emoción de hacerlo, por el sentimiento de quererlo ver, de querer sacar la ira, las emociones, toda la energía que tengo: ése es mi enfoque.

Todos los retratos sí son muy personales porque están hechos muy visceralmente, a lo mejor con frustración, nostalgia, etc. Parece que me ha funcionado bien porque los retratos muestran o reflejan la angustia, etc.

Me hacen pensar que yo soy el único que sé, que cuando los hice estaba angustiado. Por eso digo que lo hago para mí. Ya después uno le agrega cuestiones estéticas, de equilibrio, etc.

Es oscura porque busco drama, esa oscuridad va porque yo lo quiero, no aparece mágicamente.

Los quería dramáticos y oscuros, así veo a los niños. No es porque estén dramáticos. Bueno, la obra principal, “Airam”, ella, sí tiene esa mirada ausente, quise captarla. Es una cuestión, a lo mejor, de proyectar un sentimiento de mi infancia, porque la infancia marca.

También, es romper la estética del retrato infantil, que es bonito, inocente.

No tuve una infancia dura, sino más bien la tradicional de mi generación, con familias disfuncionales que parecían que no lo eran, con regaños o coscorrones que ahora ya no se normalizan.

Pero un niño vive el drama. Uno cree que el niño es feliz, incluso que uno es feliz, mas el niño tiene la mirada triste, hay angustia. No porque seas niño no sientes el mal, a veces también lo reflejas. Estos retratos dan voz a los niños.

Conozco niños con estrés, con angustia. La gente piensa que los niños no sienten el estrés, que no entienden. Y es cierto: no entienden, pero sí sienten.

Mi obra va por ahí, para dar a conocer esos sentimientos que ocultamos y normalizamos.

Nos dices que tú pides a tus modelos que adopten tal o cual postura. ¿Cómo lo lograste la expresión del retrato “Detrás del Grito”?

—En esta obra soy muy enfático con el grito; la intención no es sólo retratar el grito de la persona sino el grito en el subconsciente.

Por otra parte, Edvar Munch y muchos otros maestros de la pintura son referenciales para mi obra. Por eso la técnica que uso es suelta, por el impresionismo que tiene la fuerza para retratar por detrás.

En ese retrato los modelos eran una pareja. Se trata de la angustia que ella recibía de él, de lo que ella quería gritar, de lo que ella estaba violentando.

Para lograrlo, con fotografía, hago los retratos duales. Yo les digo: tú primero le gritas a él, y viceversa. Y así sucesivamente: cada vez voy descubriendo más su naturaleza, su espontaneidad. Las fotos no son fijas hasta que encuentras el momento en que ya no lo están pensando sino haciendo, sintiendo. Llega un momento en que rompen la foto porque ya se están riendo.

Generalmente uso más el retrato de la mujer porque es más rápida para expresarse que el hombre, éste es más duro para expresar.

 

Nos despedimos de Elel Parra no sin antes volver a cotemplar los impactantes retratos para tratar de imaginar las otras infancias o las que quizá nos negamos a ver.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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