Gorilas en Trova

Juan Gelman, amor y esperanza

Juan Gelman, amor y esperanza

Diciembre 20, 2023 / Por Maritza Flores Hernández

La Inteligencia Artificial (IA) no es una moda, pronto será un nuevo estilo de vida. Algunos advierten: realizará todos los trabajos, oficios y descubrimientos, hasta ahora, sujetos y objetos del trajín arduo y precario de los hombres. Querido lector, ¿Usted considera posible que, dentro de poco o mucho tiempo, la IA substituirá definitivamente al humano?

Para las personas de a pie, en el cosmos como en la Tierra, hay algo más allá de la física cuántica y de los prodigios tecnológicos provistos por la IA.

Es intangible, capaz de superar la violencia y la materialidad; es la ocurrencia del futuro que escapa al algoritmo.

Juan Gelman, en su poema “Madrugada”, lo explica del modo siguiente:

 

Juegos del cielo mojan la 

madrugada violenta.

Ella respira por nosotros.

Somos los que encendimos el amor

para que dure,

para que sobreviva a toda soledad.

Hemos quemado el miedo, hemos

mirado frente a frente al dolor

antes de merecer esta esperanza

Hemos abierto las ventanas para

darle mil rostros.

 

El poeta, traductor y periodista argentino Juan Gelman, radicado en México, donde falleció el 14 de enero de 2014, hace una clara diferenciación entre el optimismo y la esperanza; pues, por encima de la madrugada violenta, de ese frío que ejerce con furia una fuerza física y psicológica, asesina de los más nobles sentimientos, sabe que vendrá un día mejor.

Se nota la clara intención de compartir todas las realidades andadas; también, las poco amables o francamente hostiles. Es decir, no se refiere a un sentimiento superficial pretendiendo que el mundo será conforme a lo bueno, únicamente, porque se quiere, simulando la inexistencia de lo negativo o de lo malo; esa sería una actitud optimista en funciones de tabla de salvación temporal.

Gelman, en sus versos, habla desde un ser plural, de muchos rostros, de múltiples realidades, pero en primera persona, ya que afirma, “Somos los que encendimos el amor/ para que dure”.

De esta suerte, sostiene, el hombre hace despertar al amor; mas no al identificado con una simple apariencia, sometido a la pretensión de cualquier clase, sino que apuesta por el perdurable, por el que está más allá de los cuerpos, por el que no es producto de la inteligencia artificial ni de la inmediatez del tik tok, ni de la suplantación, y menos del que se agota en el instante en que se consuman los deseos.

Se trata de hacerlo funcionar para superar las realidades violentas; por tanto, es un amor “que sobreviva a toda soledad”; esto es, a la ausencia, muerte y pérdida; que, sobrepasando los páramos creados por las conductas propias y ajenas, evita la huida de los habitantes y fomenta la solidaridad.

El nacido en Buenos Aires, Argentina, el 3 de mayo de 1930, bajo el nombre de Juan Gelman Burichson —que, de facto, en el exilio de 1976 a 1989; el secuestro y muerte de sus dos hijos, de su nuera, y la pérdida de la identidad de su nieta—, transmite con gentileza, desde su intimidad, lo que ha conocido en su propia persona y familia, y cómo el amor resistió al miedo y al dolor.

Según sus versos, al primero, lo ha quemado. Al segundo, lo ha mirado de frente. Y en medio de esta realidad apremiante, toma su “amor” y, con él, boga hasta encontrarse con la ocurrencia vertida en forma de esperanza.

El autor mira al dolor de frente; es decir, lo distingue, si bien no lo agobia; no implica que no sienta tristeza, como tampoco que el miedo no lo haya corroído algún día; no obstante, en su poesía se realiza un acontecimiento, negarse a la experiencia nociva, la vence persistiendo en el movimiento impelido por el amor encendido por él mismo.

Juan Gelman —Premio de Literatura y del Caribe Juan Rulfo 2000, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2005, y Premio Cervantes 2007—, en sus inicios impulsor de la corriente literaria realismo crítico, del intimismo, del uso de las frases coloquiales, del tango, se afianza a la realidad impresa por las reglas establecidas por “cielo”, donde a veces es perdedor o ganador.

En cualquier caso, ninguno de estos juegos está en sus manos, ni bajo su control; el conocimiento adquirido: dolor y miedo son rebasados por el amor. En los juegos del cielo, Gelman espera otro día, uno mejor.

Por otro lado, hay tantas esperanzas como caras, voces y ventanas se abran. Propone mil rostros; en ese número está un todo, incluso, pueden corresponder a una sola persona, como el propio Gelman, que escribió bajo los seudónimos de John Wendell, Dom Pero, Yamanokuchi Ando, y demás, admitiendo su capacidad de ser Otro, de identificarse como el prójimo y, por lo tano, de reconocerse a sí mismo, quedando en aptitud de enfrentar el miedo y el dolor, de ganarse por sí mismo, entre todos sus otros, la esperanza.

De esta manera, pisa el terreno de lo humano. Estamos en presencia de lo intangible, de la íntima relación que tiene el poeta consigo mismo y simultáneamente con los demás; quiza por ello, cree en el futuro, lo espera, se dispone a recibirlo en sus mil ventanas

 

En consecuencia, Gelman habita con otros el mismo lugar; iguales experiencias, aunque cada uno tenga su propia ventana. Así, ese lugar, propio de lo humano, fraguando en el miedo y el dolor, tiene un futuro: la esperanza que los mantiene vivos y los mueve hacia la bondad, ya que sólo en ésta se comprende la existencia encendida por el amor.

Por lo cual, a pesar y gracias a lo vivido, teje el presente, dejándolo atrás casi de inmediato, para dar paso al futuro; no como un deseo ni confundido con el optimismo, sino que yendo más allá, abraza la vida con todo lo que venga.

En la literatura y en la ciencia se platea la posibilidad de una inteligencia artificial que, al modo de Pinocho, sea capaz de pensar, tomar decisiones y acciones humanas; sin embargo, el propio muñeco de madera habría después de muchos desasosiegos, comprender que un ser humano vive en la esperanza.

Como siempre, Usted, querido lector, tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

Maritza Flores Hernández
Entre Pessoa y Nandino, la infancia recobrada

Abril 30, 2024 / Por Maritza Flores Hernández

Para Cristina Botelho (hilandera de utopías)

Abril 30, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

La niñez abandonada

Abril 30, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

En pocas palabras

Abril 26, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

La joven homosexual: amar a una mujer

Abril 24, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

Palabras al límite del tiempo

Abril 24, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

David Hockney y el libro abierto

Abril 19, 2024 / Por Maritza Flores Hernández