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Para no hablar de focas ni del clima: Szymborska

Para no hablar de focas ni del clima: Szymborska

Diciembre 07, 2022 / Por Maritza Flores Hernández

Todos desearían ser políticamente correctos: no herir ni ofender a nadie, al menos no intencionalmente; sin embargo, querido lector, ¿es eso posible?

Durante el siglo XIX, lo habitual era tratar de asuntos que no levantaran ninguna clase de conflicto: el clima, la comida, etc. Por cierto, querido lector, ¿Usted a sobre qué tópico se referiría para evitar una infortunada conversación?

La poeta Wislawa Szymborska, al estilo de la gente civilizada del siglo XIX, en su poema “Palabras”, escrito en 1962 —tomado en esta ocasión de Poesía no completa, con traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia—, propone departir sobre el clima:

 

“—¿LA POLOGNE? ¿LA POLOGNE? ALLÍ HACE UN FRÍO TERRIBLE, ¿verdad? —me pregunta y suspira con alivio. Porque han aparecido tantos de esos nuevos países, que lo más seguro es hablar del clima.”

 

Wislawa Szymborska —poeta nacida en Kórnik, Polonia, el 2 de julio de 1923, y fallecida el primero de febrero de 2012 en Cracovia, capital del mismo país—, al inicio de este texto plantea una situación especial por muchos motivos: Polonia, a finales del siglo XVIII, quedó bajo el dominio de tres naciones distintas; después de la Primera Guerra Mundial recuperó su independencia, mas en la Segunda Guerra Mundial cayó en manos del gobierno Nazi. Para 1944 pasó a formar parte de la hoy extinta URSS, logrando su enmancipación, otra vez, prácticamente en la última década del siglo XX.

De modo que para muchas personas Polonia resultaba un país “recién nacido”, aunque la verdad existía como tal desde el siglo XI.

La mención de un lugar o hechos desconocidos llevan a muchos a querer librarse del peso de lo que se conoce poco o resulta controversial. En este caso, la interlocutora tiende a buscar una materia que le quite la ansiedad, dando una explicación más bien chocante pero, según ella, plausible, para hallar un motivo más “ligero”, por ejemplo, el frío.

Por eso concluye: “… lo más seguro es hablar del clima…”.

Entonces, la también ensayista Szymborska, añade:

 

“…—Imagínese usted, señora —quiero responderle—, los poetas de mi país escriben con los guantes puestos. No digo que nunca se los quiten; si la luna calienta un poquito, entonces sí. En estrofas compuestas de alaridos estruendosos, pues sólo eso se abre paso entre el aullido de los vientos, cantan la vida sencilla de los pastores de focas. Los clásicos esculpen con carámbanos de tinta sobre montones de nieve pisoteada. El resto, los decadentes, llora su destino con estrellitas de escarcha. Quien quiera ahogarse, debe tener un hacha para horadar el hielo. Imagínese usted, señora, mi querida señora…”

 

Esto es, quiere describir la belleza de un país que, cuando cubierto por la nieve, muestra paisajes excepcionales —como a los pastores de focas—, donde hasta las lágrimas cobran la forma de los astros.

También quisiera describirle la valentía de sus habitantes, pisando sobre capas y capas de huellas de sus antepasados que, igualmente, han dejado su impronta aferrándose al poder de la palabra escrita y oral, transmitida a pesar de las ráfagas estruendosas de la nieve, valiéndose de los carámbanos de tinta, enormes pedazos de hielo formados con las aguas congeladas, porque precisamente en esas transformaciones de los clásicos a los decadentes, de las etapas naturales de ese sitio de la Tierra, ahí, yace el origen y valor de su patria.

Aclara, en esos territorios cualquiera que desee ahogarse lo logrará, siempre y cuando esté provisto de un hacha con la que deberá perforar la gruesa capa del hielo; refiriéndose al enemigo que habitó el pasado, sumergido en las oscuras aguas selladas por el rotundo presente. Un presente que, a la interlocutora, aún ahora, le parece ajeno.

Eventualmente, hay maneras más fáciles de salvar lo incómodo, como la suerte. La traductora Szymborska, en este poema, se rinde y acepta que nada de esto pudo decir:

 

“… Así quiero responderle. Pero no recuerdo cómo se dice foca en francés y no estoy segura en cuanto a carámbano y horado.

¿La Pologne? ¿La Pologne? Allí hace un frío terrible, ¿verdad? —Pas de tout —le digo gélidamente.”

 

Para quien encuentra en la palabra la forma más efectiva de comunicarse, ello sólo es posible si se comprende su significado y el de las cosas: admite que no recuerda cómo se dice correctamente en francés “foca”, “carámbano” y “horado”. Tres palabras que remontan a lo que podría ser absolutamente una sorpresa para quien no sepa del origen del mundo en las zonas más alejadas del mar Mediterráneo.

Finalmente, se ajusta a la plática educada y correcta, más próxima al siglo XIX que a los tiempos del tan esperado siglo XXI, para aseverar, pas de tout, que en español significa: en absoluto.

Respuesta gélida, adecuada con el horrible frío invocado por su interlocutora e, indiscutiblemente, con el tono irónico, sello de la obra de esta Premio Nobel de Literatura de 1966.

Así que, cuando se desconoce la historia o no se está enterado de las últimas noticias, resulta natural acudir a charlar sobre las estrellas, las comidas o el mejor café, antes que caer en el tema de las focas o del clima que, hoy por hoy, podrían resultar incómodos sin importar de que país provenga Usted.

Como siempre, Usted, querido lector, tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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