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Tirsso Castañeda: sinapsis y revelaciones

Tirsso Castañeda: sinapsis y revelaciones

Abril 24, 2022 / Por Maritza Flores Hernández

Rodeado de su obra, el artista plástico Tirsso Castañeda conversa sobre cómo el arte es revelación del yo interior, de portales a otras dimensiones y de reconciliación con la naturaleza.

—Al mirar esta nueva exposición de tus pinturas, que has titulado “Epifanía”, comentas que en tu obra hay sinapsis.

—Sí. Se trata de esta conexión de las neuronas, en el cerebro. Esas conexiones son sinapsis y piensas en todo lo que has sentido en tu vida.

Cada una de mis obras son un enlace. Son como episodios de vida, de emociones, de vibrar, de hacer lecturas de la cotidianidad, y de alguna forma, de tener una referencia de lo que uno va hilvanando en este peregrinar; como un proceso antropológico-social de emociones, de sensaciones, de lecturas diversas.

Cada cuadro está conectado uno con el otro, es un diario de vida, a final de cuentas fragmentado, porque a veces sentimos más o menos, o enfocamos nuestro pensamiento hacia otras situaciones sociales o personales, o que nos inquietan.

También, queriendo construir en el plano plástico un lenguaje personal que responde a la necesidad de reconocerme a mí mismo, porque creo que esa es la exigencia de todos los que andamos en el contexto de la creatividad: la de tener nuestro propio lenguaje.

Es la necesidad de que nos identifiquemos a nosotros mismos. Por ejemplo, para mí es un reto verme salir de mi obra en mi proceso creativo, y luego encontrarme y verme desde otra perspectiva y decir creo que lo conozco. Y eso me emociona.

En este proceso, un primer principio es que mi obra me guste. Que me sienta conectado con ella, para que así, después, el público igualmente sienta esta conexión; que se reconozcan en ella. Esto para mí es muy importante porque mi obra es mi espejo y quiero que también lo sea para los demás.

No se trata precisamente de describir una historia, sino de una sensación, del instante eterno.

—Esas sensaciones e instantes eternos en tu obra pictórica, en buena medida, sigue la dinámica del arte fractal, ¿es correcta esta apreciación?

—Sí, estás en lo correcto.

Desde niño estaba más enfocado en ver hormigas o grietas, mundos fantásticos en chiquito. Ver el cielo me maravillaba, y quería imaginar cómo era una estrella; o ver la piel y capturar sus arrugas. Es decir, ver otros mundos, otros planetas.

Todo eso sin querer se va reflejando en lo que vengo haciendo.

Para mí, debe considerarse desde el microcosmos hasta el macrocosmos; y es en ese ámbito que yo siempre me he concebido como energía.

Tengo muchos sueños extraños en los que no me veo como persona, sino como energía atravesado por todo esto que nos rodea. A lo mejor, es la herencia de lo que llaman “polvo de estrellas”; en ese sentido, todo nos atraviesa y esto es lo que yo siento.

Me reconozco en un universo donde siempre estoy entrando y saliendo. Es algo que no puedo definir, pero el hecho de pintar esos sueños me ha relajado.

En estos sueños pintados cabemos todos porque somos energía; en ellos también están las emociones, la angustia, el temor, la alegría, todo lo que conmueve.

—Al observar muchas de tus pinturas, se tiene la sensación de que la obra se mueve. ¿Se requieren de herramientas técnicas para lograr hacer esto?

—Sí. Digamos que consciente o inconscientemente, a veces, nuestros antecedentes formativos en esto de manejar materiales y hacer el planteamiento de a qué me quiero dedicar, influyen mucho.

Hace tiempo tenía ganas de hacer teatro. Era una necesidad de manejar el espacio, el escenario. En esta rama del teatro comencé a trabajar el espacio como una experiencia de verme a mí mismo insertado en él. Después comencé a hacer este análisis de que se trataba de una situación entre efímera y de correspondencia inmediata y dependiente de un público. Para mí, eso era más bien un producto del contagio de la colectividad, siendo que las verdaderas experiencias ocurren más en la individualidad.

Entonces, sin perder esa intención, ingresé a las artes plásticas, con la idea de ser diseñador de escenografía por el manejo del espacio para ver ese desprendimiento, ese cambio de perspectiva. Aunque dejé ese camino, al final de cuentas estoy logrando mi propósito, porque cada cuadro es un escenario de una diferente situación.

Comienzo cada cuadro por detrás, es decir, trabajo capa sobre capa, capas sobre capas. No delimito el espacio, la sensación siempre es tridimensional porque cada uno es una ventana y un escenario.

—¿La obra desborda el marco?

—Sí. Al final de cuentas es un fragmento, es una ventana. El espectador no tiene límites, ya que la ventana asoma a un fragmento de lo vivencial.

En una obra de teatro no sabes cómo capturar todo ese movimiento, esas luces, la proximidad con el actor y te metes y sales del escenario. El teatro es bello en ese sentido.

Siguiendo esa experiencia, en mis cuadros, en estos últimos trabajos, lo que ha salido es parte de una puesta en escena.

Es como un fondo constructivo donde hay fragmentos de historias no acabadas para el espectador, ya que el arte siempre sugiere, siempre propone, nunca afirma. Da elementos para re-encontrarnos pero no limita.

—Al ver tu obra, se tiene la sensación de que todo está flotando.

—Exactamente. Porque no hay piso ni techo. Estamos en el espacio, en expansión, pues cada uno de nosotros somos estrellas en expansión.

Dicen que no es bueno pensar en el pasado porque luego no se puede evolucionar. En el momento en que estamos pensando hacia atrás, vamos de reversa. Eso es contrario a nuestra naturaleza, entonces, no hay evolución. Eso nos hace vulnerables porque desacelera nuestro proceso. Es algo así como si vas conduciendo en carretera y empiezas a pensar como si fueras hacia atrás, entonces ya no sabes si estás avanzando o hacia dónde quieres ir.

—En tus obras está la naturaleza, los bosques, los árboles, ¿por qué?

—Me inspira mucho la naturaleza, tengo esta necesidad de hacer lecturas de lo que me rodea. Mis lecturas favoritas provienen de observar la naturaleza. Además, tener mis propias plantas me ha enriquecido mucho: ver la formación perfecta de las plantas, cómo buscan la luz, cómo —cuando encuentras el lugar perfecto para ellas— se transforman y se vuelven más bellas.

Ese tipo de lecturas para mí son de lo más encantador y nutritivo que pueda uno hacer y tener en casa: tomar tu café y ver las plantas, eso ayuda mucho a tu estado anímico.

Antes, yo no estaba muy relacionado con las plantas, pero en el taller trasplanté algunas y comencé a verlas crecer. Entonces me dije, esto es un don. Hubo en tiempo en que les dedicaba dos días de cada semana, no estaba para otra cosa. Este periodo fue determinante en mi proceso creativo.

Entonces, de lo que uno se alimenta visualmente, sumado a la convivencia, determina el resultado de tu trabajo.

Por eso, hay que ser muy cuidadoso de los hábitos mentales y visuales de los que uno se alimenta.

—¿Cuáles son esos hábitos mentales y visuales que le recomendarías a la población en estos momentos tan convulsionados para el mundo?

—Acercarse y reconciliarse con la naturaleza, porque ahí está la clave para entendernos y reflejarnos, porque somos como plantitas: hay que darle calidad de vida, hablarles. Es lo mismo para una persona. Es como un niño: todo lo que vea y reciba va a determinarlo. Necesitamos espacios más auténticos, no superficiales.

Esos espacios son la convivencia familiar. Los espacios son eso que los humanos habitamos: la sustancia, darle continuidad a la amistad porque esas complicidades nos van a llevar más lejos, son varitas que se van deteniendo unas con otras.

¿El arte es un espacio para cultivar al ser humano?

—Sí, claro. El arte tiene varias funciones. Hay quien lo ve como un objeto que ocupa un lugar en un cuarto. Por ejemplo, alguien dice: “este cuadro hace buena combinación con mi sala” o “hay un agujero en la pared, cúbrelo con un cuadro”.

Sin embargo, el arte cumple una función de comunicación permanente con el yo. Te das cuenta de que eso ocurre cuando la gente dice: “yo lo quiero porque siento que vibra con mi naturaleza”. Entonces se establece un diálogo y se da esa lectura que te inspira, por ejemplo, a escribir.

Para mí los cuadros son como hijos: cada uno tiene una presencia y su valor, pero hay algunos que entiendo más que a otros. De alguno me pregunto: “¿por qué peleó para ser así?” Pues ocurre que de momento lo quieres cambiar, pero me doy cuenta de que si lo hago se va a derrumbar, por eso digo que la obra pelea para ser así, como es.

El arte es una confrontación muy interesante entre el artista y su obra.

Hay obras de las que no sé si voy a salir vivo. En el transcurso de cada uno de estos cuadros, de esta colección “Epifanía”, he llorado, cantado. Cada uno es un ritual.

Esta obra, “Resurgir”, por ejemplo, la estaba pintando en mi cumpleaños, pasé varios días frente al cuadro: me caí, baile, canté, me quedé dormido, pero ese “Resurgir” era un reto que yo sentía.

Llegó un momento en que me dije: “quiero ser como una planta”, mas después me di cuenta que esto era más fuerte, como un dios, tal vez, Tlaloc. Entonces me dije, es mucha responsabilidad recrear a un dios, por lo simbólico, ya que para mí las imágenes son portales y uno debe ser muy cuidadoso con eso o te puede ir mal, porque son portales que comunican a temas oscuros.

Uno debe cerrar esos portales. Esto se logra conciliando con la vida. Es un proceso. Cuando eres artista joven, esto es, antes de los 35 años, todo es una catarsis. Después vas conciliando.

Tu obra, cada trabajo, cada pieza, es el resultado de todo lo que has aprendido en la vida o lo que has comprendido hasta ahorita, pero también les das amor.

Nos despedimos de Tirsso Castañeda, artista visual originario de Puebla, con una larga trayectoria como escultor, pintor y en la gráfica; con obra distribuida en México, Australia, Estados Unidos de Norteamérica y Austria; no sin antes, volver a explorar su exposición “Epifanía”, en “Correduria Rosete, Sala de Arte”, para descubrirnos en el espejo de sus obras.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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