Káos

Algo no anda entre los sexos…

Algo no anda entre los sexos…

Mayo 03, 2022 / Por Antonio Bello Quiroz

CRÉDITO FOTO DE PORTADA Fotograma de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), Dir. Michale Gondry (2004)

Lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar sobre amor.

Jacques Lacan

Colette Soler, psicoanalista francesa, escribe un hermoso libro, La maldición del sexo, y ahí de inmediato nos hace ver que: “Hay algo que no funciona entre los hombres y las mujeres.” Es un problema que tiene su raíz en algo que frecuentemente se escucha en la clínica psicoanalítica: el hecho de que en el vínculo amoroso uno siempre goza solo. Es un problema en tanto que el amor aspira al Uno, se sostiene en la ilusión de “hacer uno”.

Es evidente que algo entre los sexos no anda. Tenemos lamentables signos de ello: la violencia en la pareja (los feminicidios), los celos, las infidelidades, etc. Las psicopatologías de la vida amorosa se escuchan con mucha frecuencia en el consultorio de un psicoanalista. Lacan dirá sobre lo que ocurre en un consultorio de psicoanalista: “Ahí se habla de coger, y se dice que la cosa no va”.

No podemos iniciar ningún acercamiento a la vida amorosa contemporánea en lo “que no va”, pasando por alto un hecho contundente: un estallamiento del modelo familiar. Veamos, después de la segunda mitad del siglo XX y en lo que va del XXI hemos sido testigos de una profunda y radical transformación en las formas de estar en familia y con ello, desde luego, en las maneras de formar y sostener la vida en pareja, las relaciones entre los sexos.

La pareja, como bien se sabe, es una construcción histórico-cultural, responde a los discursos de cada época. Analizar las subjetividades amorosas de la época nos impone interrogarnos: ¿Cómo se fue construyendo la noción de pareja sexual en la historia? Y también: ¿De qué sufre la pareja contemporánea? ¿En dónde finca sus quejas? ¿Cuáles son sus malestares?

Recién en el siglo XI podemos hablar de la invención del amor en Occidente. Se le llamó amor cortés. Se trata de la relación amorosa prohibida entre “la dama”, una mujer noble casada, y un hombre soltero de condición social inferior. El hombre asumía una actitud de humildad, paciencia y delicadeza respecto a la dama, colocándose en un rol de sirviente que veneraba y celebraba poéticamente a la amada. Si bien se situaba en los estratos altos de la sociedad, esta mutación influyó a la sociedad en su totalidad, perdurando hasta nuestros días. Un aspecto central en estas modulaciones del vínculo amoroso, donde la disparidad se hace patente, es que el matrimonio y el amor-pasión se excluyen mutuamente. El psicoanalista Jacques Lacan decía que en nuestro tiempo experimentábamos una vuelta al amor cortés.

Entre los siglos XVIII y XIX se producen nuevos cambios en las formas en que la pareja se constituye. Nace el amor romántico como paradigma. Un movimiento amoroso que surge de la literatura, se alimenta del idealismo alemán y se ve expresado en movimientos sociales como la Revolución Francesa, que enarbola los valores de la libertad, igualdad y fraternidad. Con estos elementos, la pareja se concibe como pareja ideal a partir de observar como alcanzables estos valores imposibles. El amor romántico se caracteriza por la incorporación de lo novelesco dentro de la vida cotidiana. Un supuesto central en esta forma de amor es que hay un sujeto carente de algo que puede ser “curado” en el encuentro con la desconocida, pero predestinada, persona amada.

Con la difusión de los ideales del amor romántico se da al lazo matrimonial un lugar especial y diferente de otros. Ya no es sólo la sobrevivencia, la permanencia del linaje o la crianza de los hijos la tarea fundamental de una pareja. Se introduce un nuevo vínculo, ahora emocional, haciendo así del hogar un lugar de apoyo afectivo.

En el siglo XIX, a partir del discurso de la ciencia como el regulador de la vida social, y a partir de dos cambios profundos que la Revolución Industrial trajo consigo —a) la migración; b) la incorporación de la mujer en la vida laboral—, se producen profundos cambios en las subjetividades amorosas de la vida en pareja.

Las disimetrías entre los sexos, la tensión de ser dos, poco a poco se hacen visibles y ya sin ningún mito que las alcance a cubrir. Sigmund Freud decía que cuando aquello que debiendo quedar oculto se hace visible, se presenta Lo Siniestro. Lo que se hace presente en la pareja contemporánea es la diferencia entre los discursos amorosos, lo que deviene siniestro e insoportable en la vida amorosa es la disimetría entre los sexos.

Un hecho más que precipita que algo no ande entre los sexos. Ya desde 1910, Freud, en tono profético, decía que cuando la ciencia lograra la anticoncepción masiva, la forma en que se relacionan los sexos sufrirá radicales cambios. Y así ha sido efectivamente: a mediados del siglo XX, la anticoncepción masiva fue posible y con ello se hace posible separar la sexualidad de la reproducción. El hecho de que la sexualidad y la reproducción se separaran trajo cambios insospechados en las formas de constituirse en pareja, y con ello la incertidumbre, la angustia y el desasosiego en la vida amorosa.

El psicoanálisis es el discurso que toma el guante para hacer un lugar a la escucha del sufrimiento, el desasosiego y las angustias de la vida amorosa. El psicoanálisis es el invento de una disciplina que tiene una muy peculiar característica: habiendo surgido del seno de la racionalidad científica, que lleva al positivismo como estandarte, le hace un espacio al sufrimiento singular de las mujeres. El psicoanálisis, efectivamente, se inventa a partir de la escucha del sufrimiento silencioso de esas pacientes histéricas que eran abandonadas de cualquier tratamiento por considerarlas unas “fingidoras” de sus padecimientos. El psicoanálisis se inventa a partir de escuchar lo singular del sufrimiento sexual y amoroso. 

Es cierto, nos dice Colette Soler en el texto mencionado, algo no anda entre los sexos (insisto que la violencia en la pareja, los celos y la infidelidad, entre otras, son expresiones de ello), entre los sexos la cosa no va y, sin embargo, hacemos que funcione. Se proponen soluciones, sólo que, dado que uno goza siempre solo, son soluciones que se vuelven problemas, es decir síntomas. En ese sentido, el amor es un síntoma, una suplencia ante la ausencia de goce compartido, una respuesta ante la no proporción entre los sexos. Y si el amor es un síntoma, una solución ante la disimetría entre los sexos, en el psicoanálisis se trataría entonces, como dice Lacan, de hacer “un amor menos tonto”.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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