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Antígona y la a-topía de lo femenino

Antígona y la a-topía de lo femenino

Febrero 21, 2023 / Por Antonio Bello Quiroz

Todos los muertos prematuros, los muertos por la violencia, necesitan que se cuente su historia […] Y hay silencio disonante que deja en el aire la palabra entrecortada, la razón convertida en grito.

María Zambrano

 

Nadie tendría que olvidar el hecho de que antes de iniciar la pandemia de Covid 19, en el mundo se escuchaba el estruendo de las voces femeninas que exigían a nivel global el reconocimiento pleno a sus derechos y el cese de las violencias en su contra. Sin duda, la cuestión femenina continua en el centro del debate social y recobrará su potencia, por más esfuerzos que se hagan por no escucharla. El psicoanálisis no puede no escucharla, no puede no estar, como señala Jacques Lacan, a la altura subjetiva de la época.

Escuchar al sujeto en lo singular de su sufrimiento es lo propio del psicoanálisis. Sabemos que es por la vía de las mujeres que se abrió el camino para la invención de Sigmund Freud. Freud le reconoce valor a la palabra de las mujeres como manifestación de su deseo en medio de una época que les condenaba al silencio. Desde Freud se reconoce que la cuestión femenina se desliza por el lado oscuro de la subjetividad, su a-topía. Es ese costado radical, incluso trágico, lo que se muestra con toda la potencia de su deseo en Antígona de Sófocles.

¿Qué encierra Antígona para ser considerada no sólo la más excelente de las tragedias griegas sino una obra de arte maestra cercana a la perfección? ¿Qué tiene esta dramaturgia escrita en el año 441 a.C. para que su eco llegue hasta nuestros días con toda su fuerza? Quizá su potencia, como la potencia de lo femenino, radique en su no-lugar, su a-topía. Antígona es heredera de un linaje anómalo que la hace ser hija y hermana de su padre, esa condición la lleva escrita en su propio nombre: anti-gone que significa “contra la generación, o contra la descendencia”. Antígona es la que, siendo descendiente del desorden familiar, hija del incesto, se convierte en quien se coloca “fuera de la norma” y por ello se vuelve una amenaza para la ciudad.

La tragedia griega honra la libertad humana por cuanto hace que sus héroes luchen contra esa fuerza que es el fata o destino, y que ejerce su poder incluso contra los dioses. Pero en Antígona ocurre aún más: deviene paradigma y se toma como referencia en el conflicto del sujeto y su relación con una ley cuando se presenta como injusta para un sujeto. Se trata, en Antígona, del choque de la conciencia privada y del bienestar público. En su conflicto con la ley, Antígona resulta fascinante: tiene una belleza que seduce y brilla por terrible y trágica. Nos coloca con su acto frente a un espacio inasible, más allá de la vida.

Quien ha sido, quizás, el mayor crítico literario contemporáneo, George Steiner, hace en 2009 un monumental ensayo intitulado Antígonas, ahí nos recuerda que, con respecto al personaje Antígona, el alemán Thomas de Quincey escribe: “Santa gentil hija de Dios antes de que Dios fuera conocido, flor del paraíso, después de haberse cerrado el paraíso...”. La tragedia de Antígona, siguiendo a Steiner, había conservado durante un siglo su orgulloso lugar en el juicio filosófico y poético, hasta que en 1905 Freud desplazó la mirada y el centro interpretativo sobre otra tragedia del propio Sófocles: Edipo Rey.

En el Seminario 7 de Jacques Lacan, La ética del psicoanálisis, dirá que no hay otra ética trágica que la del psicoanálisis. Y es así en tanto que en la tragedia se presenta un conflicto y todo conflicto supone división, una división subjetiva, como se conoce en psicoanálisis, y es objeto de la clínica. Ahí, en Antígona, para el psicoanalista francés la tragedia tiene como meta la catarsis, la purgación de las pasiones, del temor y de la compasión. Antígona representa el punto nodal de la ética, en una palabra, se convierte en paradigma de la ética del psicoanálisis en tanto que ella es quien encarna el deseo, el deseo puro que es el deseo de muerte.

Conocemos el argumento de la tragedia de Sófocles: Ante la muerte mutua de los hermanos Etéocles y Polinice (el primero defendiendo la ciudad, el otro atacándola), Creonte, el nuevo soberano de Tebas, prohíbe dar sepultura al cadáver de Polinice, decretando que el cuerpo quede sin honras fúnebres y sin sepultura para ser comido por las aves y los perros. Antígona, hermana de los fallecidos, va en contra del decreto del tirano y, obedeciendo a sus sentimientos y amor fraternal, se propone ir a sepultar a Polinice y así se lo hace saber a su hermana Ismena. Esta se rehúsa a acompañarla y Antígona decide realizar la acción sola. Es detenida y conducida ante el cruel Creonte, quien la condena a muerte. Hemón, hijo de Creonte y amante de Antígona, pide a su padre que derogue la sentencia que le parece injusta. El padre no se conmueve y no accede a la solicitud. Entonces, Hemón se va a la celda donde ha sido encerrada Antígona, pero cuando llega ella ya se había suicidado. El adivino Tiresias anuncia a Creonte los tristes acontecimientos que se avecinan y, junto con el Coro, reclaman que el rey derogue la sentencia, perdone a Antígona y dé sepultura a Polinice. Creonte, de mala manera, accede, aunque ya es tarde. Hemón, en su desesperación por encontrar a Antígona muerta, frente a su padre se suicida. Un mensajero llega con la reina Euridice para anunciarle la muerte de su hijo Hemón. Ella, enloquecida de dolor, se retira y dentro del palacio se hunde una espada y muere increpando a Creonte por la muerte de su hijo. Creonte se ve castigado, tal y como el Coro lo señala: “¡qué tarde parece que vienes a entender lo que es justicia”.

¿Qué mueve a Antígona a desafiar el mandato de Creonte? Antígona misma se lo dice a Ismena: “Sépanlo, no había desafiado la ley de los ciudadanos por un marido o por un hijo a los que se les hubiera negado la sepultura, porque después de todo, si hubiese perdido un marido en esas circunstancias hubiese podido adquirir otro, incluso si hubiese perdido junto con el marido a un hijo, habría podido tener otro hijo con otro marido. Pero se trata aquí de mi propio hermano, autádelphos, nacido del mismo padre y de la misma madre”. Como su hermana se niega a ayudarle, Antígona reclama el socorro filial en tanto que es conocedora, como ella, de las desdichas del linaje de Edipo. Reclama, pero no obtiene respuesta positiva, quedando sola con su deseo, su deseo puro, esa posición que es propia del héroe trágico. Una decisión de esta envergadura no es sino revelación de que Polinice, o mejor aún, el cuerpo de su hermano representa el objeto que causa el deseo de Antígona. Ismene le recuerda la condena a muerte a la que se hará acreedora por su acción, ante lo cual Antígona responde: “habiendo obrado así, será deleitosa la muerte, pues amada yaceré junto a quien me es amado”. Antígona no se conduce ni por el temor ni por la compasión, mostrando así el hímeros, el reflejo de su deseo. Su acción es de amor.

Antígona arrastra la desdicha de su padre, Edipo, de quien es a la vez hija y media hermana de su madre, Yocasta, quien es su madre y su abuela a la vez, es decir, tiene un pasado que la condena. La muerte encarna su deseo, su deseo puro. Ya sola, sin sus hermanos, ella se encuentra monoúmenoi (dejada aparte, aíslada) o áphiloi (sin amigos), se refrenda su a-topía. Pese a todo esto, ella mantiene una posición inflexible, es aquella que no cede ante su deseo, ha traspasado los límites de lo humano y está sola. Ella apela a la ley divina y al amor a su hermano como el motor de su actuar, y Creonte le asegura que será castigada por los dioses por faltar a las leyes de la ciudad; ella, por su parte, no está segura de cómo los dioses responderán y dice ante Creonte: “¿Quién sabe si en el Hades ocurra lo que tú dices”

Jacques Lacan, en La ética en psicoanálisis, se pregunta: “¿Cuál es la superficie que permite el surgimiento de la imagen de Antígona en tanto que imagen de la pasión?” Señala que Antígona, en todo momento, actúa sin temor ni compasión. Cuando Antígona se explica ante Creonte acerca acto afirma que es así porque es así. No es Zeus quien le ordenó hacer eso, tampoco es Diké, la diosa Justicia, lo hizo porque su hermano es su hermano, es lo que es. Lacan señala que: “Antígona sabe que está condenada a jugar un juego cuyo resultado es conocido de antemano”. La iluminación violenta, el brillo de su belleza, se ubica en el momento del franqueamiento de la muerte: “estoy muerta y quiero la muerte” (una auténtica declaración de a-topía). Antígona se da vida yendo a la muerte.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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